Porque a ninguno de los dos equipos le apetecía jugar este encuentro. Porque, después de perder el viernes, el sentimiento es de decepción; no se valora el hecho de haber llegado a la Final Four. Porque, a pesar de todo, tú también estás en Berlín pero ya no tienes un título por el que pelear. Pero ahí estás, en la pista. 

Aunque hoy el Baskonia no ha estado solo. Su afición, siempre fiel, ha animado desde un buen inicio, acompañando a los suyos y haciendo de este, un trámite más llevadero para todos. Así, con alegría, música y aplausos, la afición azulgrana ha intentado despedirse de la Final Four de Berlín de la mejor manera. Una afición que, parece, ha hecho lazos con la turca. Encuentros simpáticos en el tren, los del Fener animando con los vascos.

Pero no ha podido ser. Después de una primera parte igualada, con el deseo de los dos equipos de no perder e irse en blanco al avión de vuelta, todo se ha roto entre el tercer cuarto y el inicio del último. Hasta el descanso, las cosas no eran como suelen ser en estos encuentros. Al contrario de lo que sucede habitualmente, las defensas eran agresivas y no estábamos asistiendo a un espectáculo ofensivo (42-40). Al final, pese a todo, el orgullo se percibía en cada acción.

Y tras el descanso, los rusos darían un pequeño paso más en defensa. Suficiente, hoy. Recuperaciones, canastas fáciles y sangre en la herida vitoriana, aún abierta desde el pitido final contra Fenerbahçe. Tanta sangre sacaría el Lokomotiv de este momento que conseguiría un parcial de 11-29 para romper totalmente el duelo. Aún faltaban muchos minutos por disputarse ya que nos encontrábamos al inicio del cuarto periodo. Pero, a veces, las pequeñas heridas, rasguños, se ven como grandes males incurables. Solo por un tiempo.