Cuando Jamari Traylor, hoy en la Universidad de Kansas, mira atrás en el tiempo valora más lo afortunado que es y minimiza cualquier problema que le pueda surgir porque nada puede ser peor que lo que tuvo que vivir en su época adolescente y es que este ala-pivot de 2,04m ha tenido que pasar por vivencias que no le desearía a nadie. El baloncesto, deporte al que comenzó a jugar más tarde de lo habitual, con 16 años de edad, podría decirse que ha sido su salvación, su redención, y él mismo reconoce que le encantaría que sus historia sirviese de inspiración a otros jovenes.
Nunca olvidará cuando a la edad de 15 años llegó a casa más tarde de lo normal, como muchas veces, y a hurtadillas intentó entrar por una ventana trasera que siempre estaba abierta. Pero esta vez, ya no lo estaba. Precintada y cerrada un candado, intentó entrar por la puerta principal a pesar de que sabía que su madre le pillaría, pero tampoco tuvo suerte porque la llave no entraba, la cerradura había sido cambiada. En seguida se dió cuenta que había sido echado de casa.
Con su padre en prisión tampoco pudo acudir a casa de su mejor amigo pues la madre de este tenía instrucciones estrictas de no dejarle entrar y menos dormir allí. El temporal era gélido en la ciudad de Chicago ya que eran las fechas previas a la Navidad y por desgracia, Jamari tampoco llevaba mucha ropa de abrigo. Las lágrimas aparecieron en su rostro fruto de la impotencia. "Me ardían los dedos de las manos y de los pies de lo congelados que los tenía. Parecía que me iban a explotar y lloraba porque el dolor era insoportable. Fue el peor momento de mi vida. Hacía mucho frío".
Su ira y mal comportamiento le había llevado a pasar por el juzgado varias veces: arrestos por allanamiento de morada, desobedecer a la autoridad… En una de esas ocasiones tuvo que verse las caras con el juez en presencia de Tracey Golson, su madre. Valoraban si su comportamiento había mejorado pero su madre confirmó que no solo había empeorado sinó que además se había vuelto agresivo. El juez no lo dudó y lo sentenció inmediatamente a pasar 3 semanas en unas instalaciones para jovenes problemáticos. Cuando los guardas de seguridad se lo llevaban de la sala Tracey hizo una última petición, que lo tuvieran encerrado el máximo tiempo posible. "Fue muy duro para mi ver como se llevaban a mi hijo pero lo era más verle día a día meterse en una espiral sin salida, hundirse en el fango de la mala vida. Quería que aprendiese la lección. Sólo intentaba salvar a mi hijo" declaraba su madre.
Jamarí nunca había dado problemas cuando era niño y en su casa no es que fuesen ricos pero nunca faltaba de nada: ropa en abundancia, mucha comida. Incluso tenía una relación muy estrecha con Jessie Traylor, su padre que era el fan número uno cuando su hijo tenía partidos de football. Muchas fueron las tardes que pasaron en el estadio de los Chicago White Sox viendo el baseball en directo ya que Jessie trabajaba en uno de los puestos ambulante que vendían palomitas y cacahuetes los días de partido.
Uno de los momentos que mejor recuerda Jamari fue cuando reunido con un grupo de compañeros de clase detras de un bloque de viviendas, estos tenían un paquete de tabaco y se pusieron a fumar cuando de repente apareció su padre doblando la esquina y aunque él no estaba haciendo nada malo, le agarró por el jersey y se lo llevó. Aún así Tracey discutía con su pareja porque decía que era más su amigo que su padre y que ella era la única que imponía disciplina.
Jessie también había tenido pequeños flirteos con la justicia por delitos menores de tráfico de drogas menores y en pequeñas cantidades, y por estos antecedentes le costaba conseguir un trabajo mejor pagado. Las palomitas y refrescos no pagaban las facturas y Tracey le presionaba diciéndole que debía conseguir dinero para mantener a la familia, que con lo que ganaba ella no daba para todo. De ahí que Jessie trapichease ya que cuando le pillaban pasaba pequeños periodos en el calabozo pero cuando salía, volvía a traficar hasta un día de junio de 2008 en que despareció. Cinco meses sin saber nada de él en casa. Tracey llegó a pensar que lo habían matado hasta que fueron informados de que había sido arrestado y trasladado a una prisión a dos horas de donde vivían. No tardaron Jamari y su madre en ir a visitarlo, pero el pequeño cuadno vio a su padre tras el cristal supo que algo iba mal. Vio en su cara que algo era diferente. Le había caido cadena perpetua por tráfico de cocaina en cantidades importantes. Nada comparado con las pequeñas bolsitas de marihuana con las que trapicheaba antes. Le habían pillado haciendo de "mula" con más de cinco kilos de cocaina y dinero en efectivo en un autobús haciendo la ruta Chicago-Decatur. El gran jurado lo encontró culpable y fue trasladado a una prisión federal para cumplir condena.
Este hecho fue la chispa que encendió la dinamita, la gota que colmó el vaso y el momento en que Jamari comenzó a perderse ya que dejó de ir a clase, sus notas bajaban y no había día que no se viese involucrado en una pelea. La relación con su padre era tan estrecha que el hecho de perderle le superó. Comenzó a tratar a su madre sin ningún respeto y con desprecio, igual que hizo con sus profesores y compañeros de instituto. Cuando Tracey le encargaba un recado él hacía como si no la escuchaba y seguía jugando a la videoconsola sin mover un dedo. Incluso la tomaba con su hermano pequeño al que llegó a romper una muñeca. Jamarí había crecido, se estaba haciendo un hombre y eso le envalentonaba y por ello creía que podía hacer lo que le diese la gana. Nadie podía ponerse delante y su madre tuvo que pedir ayuda a un sobrino al que pidió que viniese a casa a poner al a su hijo en su sitio. Le pidió que no mediase palabra, que directamente le diese su merecido. Y así hizo pero de poco sirvió.
Tracey confesaba que el problema de su hijo no eran las drogas ni el alcohol, si no su comportamiento. Si no eran pocos los problemas ella perdió su empleo y el dinero empezó a escasear. Cuanto peor iban las cosas en el colegio, aún peor iban en el hogar. Jamari vagaba como un fantasma por casa, no se trataba con su madre y la culpaba de que su padre estuviese en la carcel ya que consideraba que le había metido mucha presión con el tema del dinero.
Un día, cansada, Tracey cortó por lo sano y le echó de casa tras una discusión por sacar la basura al cubo de la basura. No aguantó más y lo empujó fuera. Él se fue a dar una vuelta y ella aprovechó para cambiar la cerradura, selló las ventanas con clavos y candados y llamó a familiares y amigos para pedirles que no permitiesen a su hijo entrar en sus casas ni siquiera por una noche.
La estrategia funcionó y una tarde-noche Jamari se plantó delante de la puerta de casa frustrado e intentó arrancar las visagras. Su madre llamó a la policía y cuando esta llegó y le ordenaron que se fuese, él no tuvo más remedio que hacerlo con rabia y lágrimas en los ojos y gritándoles que era un niño de 15 años y que se suponía que alguien de su edad debía vivir con su madre. Esa noche no tenía donde ir, tiritando de frío encontró un coche con la luna reventada y lo aprovechó para cobijarse y usarlo para dormir durante una temporada alternando con portales de edificios abandonados y tapándose con cartones.
Como había tenido un incidente con uno de los guardas de seguridad del instituto, había sido expulsado del mismo así que aparecía por allí a la hora del almuerzo para pedir comida a sus amigos, pero por la noche cuando estaba hambriento, recurría a medidas desesperadas y estremas y robaba alimentos en las estaciones de servicio.
Un tiempo más alante ya de vuelta en casa pero sin mejorar absolutamente nada fue aceptado en Fenger High School donde solo pasó un semestre pero quizás el periodo de tiempo suficiente para cambiar su vida por completo. Allí conoció a Loren Jackson, un respetado entrenador por cuyas manos habían pasado jugadores de la talla de Sean Dockery que jugó en Duke, o Lance Williams que pasó por la universidad de DePaul. Traylor nunca antes había jugado baloncesto organizado, solo algo de streetball, pero Jackson le pidió que se presentase a las pruebas del equipo y en efecto, fue aceptado.
Al año siguiente Loren Jackson fichó por Julian High School y Jamari decidió cambiarse de instituto para seguir a su mentor. Pasaron pocos partidos cuando los compañeros ya empezaban a pararle por los pasillos para pedirle autógrafos. De correccionales de menores a ser aclamado en tan solo unos meses de diferencia. Su nombre empezaba a ser conocido en las webs dedicadas al baloncesto de instituto de Chicago y alrededores y fue subiendo en los rankings hasta meterse en el Top5. Sin embargo Jackson no se conformaba solo con el éxito deportivo de Jamari y se aseguraba de que no perdiese ni una sola clase. Sus notas comenzaron a mejorar y su actitud a cambiar llegando a reparar la relación con su madre.
Highlights de Jamari Traylor en su etapa de high school:
youtube://v/1tptLVqbOK0
Traylor pasó muchas tardes en casa de su entrenador el cual le proporcionaba muchas veces ropa, comida incluso una cama donde dormir.
En un partido de estrellas del area de Chicago compartió equipo con Anthony Davis, el actual número uno del draft de la NBA.
Con tan solo un año en Julian HS, Loren recibió una oferta irrechazable y fue contratado por una de las instituciones más prestigiosas a nivel de instituto en temas baloncestísticos, la IMG Academy, ubicada en Bradenton, Florida. Una vez más Jamari no dudó en seguir sus pasos y sus actuaciones allí sirvieron para que universidades del calibre de Indiana o Oklahoma fuesen las primeras en ofrecerle una beca. Sin embargo Jacksom pidió a su buen amigo Bill Self, entrenador de Kansas Jayhawks, que viniese junto a todo su equipo de técnicos a ver en persona a Jamari aprovechando que tenían que venir para reclutar a DeAndre Daniels, hoy en Connecticut Huskies. Self quedó impresionado e invitó a Traylor a realizar una visita al campus de la universidad en Lawrence donde pasó un fin de semana inolvidable y cuyos anfitriones fueron los ahora NBA Thomas Robinson y TyShawn Taylor. Jamarí supo en ese momento que su destino estaba allí.
Tuvo que pasar un año como sentado sin jugar como redshirt mientras la NCAA recopilaba y analizaba con detalle todas sus notas e informes para estar seguro que cumplía los requisitos para jugar allí.
Además madre e hijo estaban más unidos que nunca y siempre que Jamari recibe una llamada a cobro revertido desde la prisión federal de Terre Haute, en Indiana, sabe que es su padre y la acepta sin dudar a pesar de no haberlo visto en los últimos cuatro años.
Siempre que tiene bajones echa la vista atrás, a aquellas frías noches durmiendo en un coche abandonado, o aquellos momentos de hambre en que robaba comida de supermercados, o cuando sus compañeros se reían de él por llevar siempre la misma ropa al no tener otra cosa que ponerse. A veces cuando piensa que ha tenido un mal día, el propio Bill Self le dice que recuerde de donde viene. Que recordando sus orígenes no ha podido ser un mal día. Y él se da cuenta que está en lo cierto, que allí en Lawrence no tiene que preocuparse por un techo bajo el cual dormir, ni por la comida, ni por nadie que pueda hacer algo que le saque de sus casillas. Allí se siente querido.
Hoy, a pesar de pasar un año en blanco, no le han hecho perderlo, y e aunque este es su segundo año en Kansas, es un freshman. Ha participado en todos los partidos de los Jayhawks y sus números en su año de debut, a pesar de datos secundarios a lo realmente importante que es el vuelco que ha dado su vida, son: 2,0 puntos y 2,5 rebotes en poco más de 10 minutos por encuentro.
Final feliz para una historia truculenta.
Monster Dunk de Jamari Traylor esta temporada con los Kansas Jayhawks:
youtube://v/B0iNXRq3Zv4
Fuentes: ESPN y Web Kansas University