El pasado jueves la carrera NBA de Yaroslav Korolev sufrió un parón. Quizás sólo sea un punto y aparte
pero los Clippers han decido cortar al alero ruso nacido el 7 de mayo de 1987 y de 2.06 metros de estatura, hijo de jugador y jugadora de baloncesto y que habla castellano, ya que vivió cuatro años en Costa Rica, donde su padre fue seleccionador nacional. Junto a Korolev, Guillermo Díaz y Kimani Ffriend también se quedaron sin lugar en los 15 jugadores que componen el roster final de Los Angeles Clippers.
El caso de Korolev, sin embargo, tiene ciertas connotaciones que lo distinguen del resto de jugadores que se han quedado sin sitio en la NBA unos días antes del comienzo de la liga (y de los que les daremos más información en breve). El ruso destacó sobremanera en sus etapas de formación, principalmente cadete y júnior, y decidió dar el salto a la NBA sin haber probado a competir -salvo algunas apariciones puntuales con el CSKA- al máximo nivel profesional europeo. Así que pronto su nombre fue anotado en las libretas de los scout de la liga profesional estadounidense y se convirtió en una más de las pepitas de oro (también llamados prospects) que los equipos se empeñan en buscar en Europa, con la esperanza final de conseguir el nuevo Nowitzki, Kirilenko o Gasol.
No obstante, muchos de estos jóvenes llegan muy inmaduros y jóvenes a una liga muy exigente y, antes o después, se ven obligados a emprender el camino de vuelta a Europa convirtiéndose en el nuevo ganando concursos de mates y exhibiendo un talento impresionante desde las posiciones de 2, 3 o 4. Seguro que en Europa muchos clubes le esperan con los brazos abiertos con el ánimo de recuperar ese talento; igual que ha ocurrido con Lampe.