Era un secreto a voces, a falta del formalismo del anuncio oficial por parte del jugador en rueda de prensa que se produjo el pasado mes de Junio, el pasado 19 de Abril ante el Beirasar Rosalía, en un importante partido en el que su equipo el Gandia Bàsquet de la liga Adecco Leb Oro conseguía la salvación virtual, Víctor Luengo anotaba su última canasta y el 15 de Mayo disputaba sus últimos 20 segundos como jugador profesional de baloncesto ante el CB Valladolid ante la sonora y emotiva ovación de 2.000 personas llegadas hasta Gandia desde multitud de lugares de toda la Comunidad Valenciana que puestas en pie tributaron homenaje a su trayectoria en el mundo del baloncesto y al gran esfuerzo que había realizado para recuperarse de una muy reciente operación para poder acabar la temporada como a él más le gusta “con las botas puestas”. Si la carrera de un jugador se mide por la cantidad de amigos que se ha labrado uno mismo por el camino o por la cantidad de cariño que se ha ganado de los aficionados tanto propios como incluso rivales, Víctor Luengo es uno de los grandes del baloncesto español sin ningún tipo de dudas.

Como me suele repetir una amiga, el destino es caprichoso y mueve sus hilos, si alguien me hubiera dicho hace apenas un par de años que tendría el privilegio de estar sentado en el banquillo junto a Víctor Luengo en su último partido como profesional, de poder estar bromeando con él durante algún que otro tiempo muerto de dicho encuentro (Por favor que no salga de aquí) o de estrecharle la mano en ese momento tan especial como el del último adiós deportivo, sin duda hubiera pensado que la persona con la que estaba hablando me estaba “tomando el pelo” pero afortunadamente ese caprichoso destino me unió a Víctor en ese momento tan especial y ha permitido que pueda escribir estas líneas y explicar brevemente como es Víctor Luengo.

Para averiguar que tipo de persona es Víctor Luengo basta con señalar el hecho de que esta temporada ha jugado prácticamente dos meses y medio con una fractura de menisco interno en su rodilla derecha sin darle la menor importancia y sobre todo sin darle la menor publicidad, pocas personas aparte de las estrictamente necesarias conocen en que condiciones ha jugado Víctor muchos partidos durante esos meses y el esfuerzo y el riesgo físico que para él ha representado el hacerlo, pero como desde que empezará a jugar a esto del baloncesto para Víctor lo primero es siempre el equipo, incluso aunque sea en perjuicio de si mismo, seguramente se podrían contar con los dedos de la mano los deportistas de elite dispuestos a realizar sacrificios de este tipo únicamente buscando el beneficio de su propio club. Ante gestos como este, tan poco habituales en un mundo como el del deporte profesional, siempre queda la duda de si Víctor Luengo ha sido lo suficientemente valorado durante su larga carrera deportiva, al respecto me comentaba que “Si, la verdad es que siempre me he sentido muy valorado tanto dentro como fuera de la cancha por entrenadores, compañeros y el propio club, creo que mi carácter ganador ha ayudado a sentirme valorado y querido y es algo de lo que me siento muy orgulloso.

A pesar de la afirmación del jugador estoy seguro que un baloncesto que irremediablemente solo entiende últimamente de contratos millonarios, derechos de tanteo, comunitarios B, cupos etc. choca inexorablemente con valores como la fidelidad a un club, el esfuerzo o el compañerismo que tan bien refleja nuestro protagonista y que lamentablemente no son siempre lo suficientemente apreciados por los medios de comunicación o los propios aficionados que tendemos a evaluar el rendimiento de un jugador únicamente en claves de victorias o derrotas del equipo, el tipo de jugadores a la que pertenece nuestro protagonista es una estirpe en vías de extinción de la que seguramente Víctor sea uno de sus últimos representantes para desgracia de los que aun creemos que el baloncesto aparte de un deporte es también una forma de entender la vida.

Por lo que hace referencia a su trayectoria deportiva, lo tiene muy claro a la hora de valorar los mejores y los peores momentos que ha vivido “Los tres mejores momentos sin duda son mi debut en noviembre 1992 contra el Joventut, la Copa del Rey de 1998 en Valladolid y la Uleb de 2004 que ganamos en Valencia ante nuestra afición y con respecto a los peores, sin duda el peor fue el descenso a liga EBA en 1994, las finales perdidas en el 1999, 2000, 2002 y 2006 y quedarnos fuera de play off y por lo tanto no jugar competición europea en el 2007.” sobre si le queda alguna espina clavada “Muchas, entre ellas no ganar alguna de esas finales, haber estado otra vez en una convocatoria de la selección o ser campeón de la Euroliga con PAMESA.”

Otra espina clavada que seguro intencionadamente Víctor ha querido omitir fue su salida hace dos temporadas de Pamesa Valencia, club en el que había militado toda su carrera deportiva, excepción hecha de un breve paso por el Beneguacil. He de reconocer que se me hace difícil evaluar objetivamente si Víctor Luengo era útil deportivamente o no a su club en el momento de su salida, pero desde mi experiencia de estas dos ultimas temporadas observando su aportación a un vestuario como el del Gandia Bàsquet sirviendo de nexo de unión entre los diferentes jugadores, cada uno de una nacionalidad, manía y costumbres distintas, o intentando que cualquier pequeño problema no fuera a más, tengo muy claro que jugadores como él son imprescindibles en cualquier equipo de cualquier competición del mundo, me consta que un simple gesto de rabia o una simple mirada pueden aportar más a un equipo en un momento determinado que la anotación puntual de cualquier “alero tirador” de cualquier nacionalidad. A veces olvidamos que los jugadores antes que jugadores son personas y que su aportación a un equipo queda muy lejos de limitarse únicamente a los números que marca la fría planilla de estadísticas al finalizar un encuentro, un profesional de cualquier disciplina deportiva no se gana el calificativo de “Gran Capitán” únicamente por sus “números”, por muy buenos que estos sean y menos sin ser alguien tan especial como es él, tener a un jugador como él que sirva de ejemplo de al resto de compañeros es algo impagable y más cuando no le duelen prendas en aleccionar si es necesario a los más jóvenes, su amistad con Víctor Claver, por citar solo un nombre, así lo atestigua.

Personalmente si me tengo que quedar con una sola imagen para definir la carrera deportiva de Víctor Luengo me quedaría por su simbolismo con la instantánea del propio Víctor y Nacho Rodilla el día que Pamesa Valencia gano la Copa Uleb en la Fonteta ante el Novo Mosto con una Fonteta llena hasta los topes como nunca se la ha vuelto a ver, dos hombres de la casa, con gran protagonismo en el equipo y una conexión especial con los aficionados que llenos de emoción y rabia celebran un gran éxito que sin duda merecían más que nadie y que parecía demostrar que el sueño de cualquier chaval de comenzar de niño en un club y acabar ganando un titulo europeo ante tus propios aficionados era posible ¿Existe mejor mensaje que el que se transmitía en esa fotografía? Lamentablemente ese mágico momento no ha podido tener continuidad en el tiempo, ciertas “filosofías” tanto en la vida como en el deporte son muy difíciles de mantener ante la presión de lo inmediato.

Preguntado sobre que les diría en el momento del adiós a esos muchos aficionados que le han tenido como un icono y que han visto en él valores en los que reflejarse, Víctor lo tiene claro “En primer lugar les daría las gracias por apoyarme y seguirme, la verdad es que siempre he tenido muy buena relación con la afición, y después decir que siempre lo he dado todo y eso es algo que el aficionado valora, el baloncesto me ha dado mucho, no hay nada mas gratificante que hacer de tu afición tu profesión.

Es pronto todavía para saber que deparara a Víctor el futuro tras el fin de su carrera deportiva aunque no se hace difícil aventurar que una persona con sus grandes dotes debería tener un lugar garantizado relacionado con el deporte valenciano o cualquier otro ámbito profesional, lo que si es seguro es que de momento Víctor aprovechará estos primeros días de su nueva vida, como él mismo la denomina, para pasar poder pasar mucho más tiempo con su querida mujer Olga y con sus hijos Pablo y Martina por los que siente autentica devoción.

Antes de finalizar este articulo no quiero olvidar su última canasta como jugador profesional, una canasta que viene representar toda una trayectoria deportiva marcada por la garra, el carácter o el espíritu de superación, una última canasta que llegó como no podía ser de otra manera fruto de una penetración y un posterior rectificado ante dos jugadores rivales para acabar anotando curiosamente con la mano izquierda, fue su última canasta, aunque llegaran muchas más canastas importantes en su vida, fue su última canasta como profesional, fue la última canasta del último mohicano.