Alex Ruoff (1.96/29 años) fue el primer jugador que fichó Dominion Bilbao Basket en el mercado del pasado verano. Un completo desconocido para el gran público que venía de hacer una gran temporada en la Beko BBL alemana con el Göttingen (14.8 puntos, 4.1 rebotes y 5.1 asistencias). Formado en la Universidad de West Virginia, su carrera europea había mantenido una progresión lenta pero segura; del basket belga, a la segunda división alemana para convertirse en uno de los mejores jugadores de la Bundesliga. 

Jugador tremendamente polivalente, los que le conocían hablaban de un hombre de gran carácter, un líder en un equipo modesto, que tendría que cambiar de chip en Bilbao para convertirse en una pieza más del engranaje del equipo de Sito Alonso. Su adaptación a este nuevo rol y a una liga mucho más potente eran las mayores incertidumbres que creaban este fichaje. 

Sus primeros meses en Bilbao no han sido fáciles. En lo personal ha encajado a la perfección en el equipo. Ha sabido asumir su puesto en la plantilla, siendo consciente que en los Hombres de Negro los "jefes" son otros. En ese sentido, nada malo se puede decir de un Ruoff que, sin embargo, no le han salido hasta ahora las cosas bien en la pista. Liderando la segunda unidad, su actitud en la cancha ha sido excelente, con gran actividad en defensa, aunque a veces le ha penalizado su exceso de ímpetu y defender mucho con las manos. Por el contrario, en ataque no ha tenido suerte; sus penetraciones no se culminaban en muchos casos con éxito, le faltaban un último "toque", y su tiro exterior no ha brillado precisamente por su acierto (27.5% T3 en Liga Endesa). Las sensaciones eran buenas, las de un jugador muy aprovechable, un soldado universal que podía aportar en todos los aspectos del juego. Pero le falta ese paso adelante, ese gran día para que, por fin, cuajara en nuestro basket y sonriera sobre el parqué.

Y su explosión llegó, al fin, en el momento más importante de la temporada. Alex Ruoff firmó su mejor actuación como Hombre de Negro en los cuartos de final de la Copa del Rey, siendo su labor fundamental para que Dominion Bilbao Basket pudiera dar la sorpresa ante el todopoderoso FC Barcelona Lassa. Fue un auténtico perro de presa en defensa, ayudó en el rebote (4 rebotes) y repartió juego (2 asistencias), pero es que además estuvo sembrado en ataque. Sus penetraciones por fin fueron culminadas con éxito (6/7 T2 para 18 puntos), se movió a la perfección en las inmediaciones del aro y anotó un triple fundamental para evitar que el FC Barcelona Lassa pudiera marcharse mínimamente en el marcador. Le bastaron 19 minutos para convertirse en el MVP del partido. Una actuación que puede ser un punto de inflexión en la temporada del norteamericano.