Imposible olvidar ese 16 de junio de 2017 si estuviste en la Fonteta ese día. No desaparece de la memoria por mucho que pase el tiempo. ¡Qué locura de noche! Aún recuerdo bajar al campo y no distinguir a los jugadores de los aficionados, todos unidos en la cancha en la celebración de algo histórico. Esa armonía que se vivía entre todos es de lo más bonito que se puede ver en el baloncesto. Sin diferencias, al fin y al cabo, la alegría es la misma y las ganas de celebración están ahí.
Tener la suerte de vivir este tipo de historias en primera persona, es lo bonito del periodismo deportivo, y a mí me pasó cuando comenzaba por estas andaduras. No fui del todo consciente de la importancia, pero es algo que se aprende con el tiempo, y revivirlo en estas líneas, es un honor y un gran regalo de Navidad. ¿Lo rememoramos juntos?
UNA NOCHE DE ENSUEÑO
Aquel 16 de junio de 2017, Valencia Basket llegaba al cuarto partido de la final de Playoffs ante el Real Madrid. Se encontraban a un paso de la gloria, pero no querían soñar despiertos. La reciente experiencia de aquella misma temporada les había enseñado a tener los pies en el suelo, y eso demostraron aquel día.
El equipo que entonces entrenaba Pedro Martínez salió serio en pista. El Real Madrid arrancó un paso por delante, con un buen porcentaje de tres, aunque los ‘taronja’ se mantenían cerca, y darían el golpe en el segundo cuarto. Todos los jugadores de Valencia Basket aportaron para que el Real Madrid fuera inferior en el partido y sus jugadores no jugaran cómodos, y consiguieron la mayor ventaja del encuentro.
En el tercer cuarto mejoraría el Real Madrid, pero la ilusión de Valencia Basket les hacía insuperables en el campo. Veías que luchaban por cada balón, por evitar cada canasta de los blancos y poco a poco iban pasando los minutos y la oportunidad de remontada desvanecía. El partido se rompió con un contraataque de Joan Sastre a poco para el final, con el que los aficionados ya comenzaron a cantar el “campeones, campeones” y la Liga quedaba sentenciada para los locales.
Con el pitido final, empezó la invasión del campo por los aficionados, y los jugadores se mezclaban con ellos en la celebración de un título histórico. Lo que siguió fue una locura. Ya con temperaturas de verano, aquello era una verdadera “caldera taronja”. No importaba. Recuerdo ver a Dubljevic invadido por la petición de fotos de aficionados, a Guillem Vives regalando toda su ropa y quedándose en ropa interior, pero, sobre todo, me quedo con el detalle que tuvo Rafa Martínez, de levantar la copa junto a Sam Van Rossom, quien no pudo jugar por lesión y sentía que era su última noche (no iba mal encaminado, pero la vida es caprichosa y no fue así).

UN CAMINO TORTUOSO
Sí, el final fue feliz, pero el camino hasta llegar ahí no fue nada fácil, y tuvo momentos de mucho drama. Sin ir más lejos, el equipo había perdido ya dos finales, aunque eso a la postre, parece que les hizo más fuertes. Esa temporada 2016/17, justo el club celebraba su 30 aniversario, y permaneció como histórica. Recuerdo a un equipo muy compacto y con ideas muy claras sobre el campo durante aquella campaña. Muchos ya se conocían, no hubo cambios importantes en verano, y los nuevos como Pierre Oriola o Joan Sastre aportaron y mucho. Dubljevic predijo en una entrevista que se veía campeón con Valencia Basket, y de ahí lo de “Dubi es loco”.
En el segundo tramo de la temporada vinieron los momentos importantes. El primero, la Copa del Rey. Primer rival, Herbalife Gran Canaria, quien había sido su verdugo en la pasada edición. Lograron quitarse la espinita, y pasaron a semis, donde tuvieron un duro duelo con FC Barcelona, que consiguieron superar. Sin embargo, en la final se cruzaron con el Real Madrid, y aunque estuvieron a punto de dar la campanada, una canasta les separó del título.
A pesar de aquella derrota en la final, las sensaciones eran buenas con el equipo de Pedro Martínez, ya que habían demostrado de lo que eran capaces. En liga sumaban victoria tras victoria, y en Eurocup, la cosa no era distinta. Pasaron del top 16 siendo el mejor equipo, y se plantaron en la final tras superar a rivales como Khimki o Hapoel Jerusalem en cuartos y semis. En la final, de nuevo se ven las caras con Unicaja de Málaga, con el que ya habían coincidido en el top 16.
Y en esa segunda final de la temporada, luces y sombras. Comenzaron con muy buen pie, llevándose ese primer partido, para luego perder en Málaga, pero confiar en que en Valencia todo sería mucho más distinto. Y eso parecía, hasta esos fátidicos minutos de bloqueo en la segunda parte, que haría a Unicaja dueño del partido y campeón. En la Fonteta, ante tu público y cayendo de la peor manera. Una de las peores noches que se recuerda en el templo ‘taronja’.
Esto provocaría la marcha de Pedro Martínez a final de temporada, pero sin duda, hizo fuerte al equipo y les daría la experiencia de que para ser campeones había que dar todo de sí. No parecía que fuera a suceder lo que pasó aquel 16 de junio esa noche, tampoco lo parecía cuando se perdió el último partido de liga regular ante UCAM Murcia jugando mal. Pero pasó.
En los playoffs tampoco tuvieron un camino sencillo. Se toparon con los tres equipos de Euroliga: FC Barcelona, Baskonia y Real Madrid, en ese orden. Con el primero, se llevaron la eliminatoria de cuartos gracias a que el entonces jugador blaugrana Alex Renfroe, falló un triple que les podía dar la victoria. A los segundos los superaron a pesar de que tenían factor cancha en contra, y a los últimos, con los que también tenían factor cancha en contra, ya sabemos lo sucedido.
En definitiva, un final feliz, y una temporada que se recuerda con mucho cariño por ese final, pero una temporada que tuvo muchas luces y que casi termina empañada por las sombras. Pero tras ella, de nuevo la ilusión de la Euroliga y jugar con los más grandes, y más momentos de sombra y de luz.
No fue fácil escoger un momento del decenio, en una década de éxitos para Valencia Basket, con la consecución de varias EuroCup, pero esa liga fue especial por todo lo que conllevó y todo lo que costó llegar. Y eso es algo que sabe todo aficionado ‘taronja’, que siempre le quedará aquel 16 de junio de 2017, cuando vio a su equipo campeón de liga ACB en la Fonteta.