“Si le das sentido al sufrimiento es un placer, es una motivación”. Cuando escucho esas palabras de Dusko Ivanovic (Bijelo Polje, Montenegro, 1957) y que preceden a una relajada sonrisa, simplemente, me acojono. Luego dudo ¿Será una cuestión de idioma? ¿Cultural? No, tiene su lógica, la de Dusko. Duro, culto, reflexivo, honesto, hermético, escueto y, por momentos, obsesivo y despiadado. Su lema es que el ser humano si se convence, puedo dar mucho más de lo que él mismo cree. Con esa máxima, a estas alturas, ya más que testeada, si consigue que sus jugadores crean y se preparen para ello, convierte a sus grupos en ganadores de títulos a contrapronóstico. Partidos, entrenamientos... con él no puedes bajar la guardia. Un clásico suyo es, después de un duro entrenamiento... ejercicio extra. Subir escaleras, sprints, saltar vallas, ejercicios de defensa... a más jodido sea el ejercicio, mejor. Por lo tanto, para él, el estado físico es básico. Tanto que, en ocasiones, ha forzado tanto a sus equipos que los ha dejado sin gasolina en fases finales de competiciones largas. La liga Excepcional le ha ido de maravilla: campeones de Liga a pesar de que el equipo, hasta diciembre dirigido por Perasovic, tuvo uno de los peores inicios de la historia del club vasco. Parece ser que sólo le entiende Querejeta y Vitoria. Allí ya suma una década en tres etapas diferentes y sigue. Más allá del entorno baskonista y sus inicios en Suiza y Francia, no ha tenido encaje en el resto de países en los que ha entrenado. Dimitris Diamantidis dijo en la revista Gigantes, recientemente, que era el peor entrenador que había tenido en el Panathinaikos (2014-15).
El montenegrino es de pocas instrucciones pero claras. Es práctico y no deja que lo que cree no importar le distraiga. Eso mismo inculca a sus jugadores y técnicos. Baloncesto a todas horas, el resto de tu vida es secundario. Si a nivel técnico le convences y cumples (esa fe ciega en que tus músculos y huesos aguantan sus entrenamientos día sí y día también) tendrás minutos sin importar el caché o edad que atesores.
Como cuando era jugador, lideraba con el ejemplo del esfuerzo, hechos y pocas palabras. A lo largo de su carrera, ya como entrenador, ha mutado en pocos aspectos pero, por lo que me cuentan, sí se le reconoce haber suavizado un poco su salvaje estilo para poner a los jugadores a su límite físico. Tuve la ocasión de entrevistarlo en octubre de 2000. Estaba casi recién llegado a Vitoria. Fue en Badalona, justo antes de una rueda de prensa. Sí, entonces los periodistas teníamos infinitamente más acceso a jugadores y entrenadores. Había perdido ante la Penya en la segunda jornada de la ACB por 86 a 78. Luego la Penya acabaría decimocuarta en la liga regular; el Baskonia, tercero. Sudando, dando vueltas por los pasillos del Olimpic como si espera el nacimiento de un primer hijo… tuve la osadía de acercarme a pedirle recoger unas impresiones. Me miró fijamente y me dio una hostia. No hombre… es broma. Me dijo: “dame 5 minutos”. Se alejó, respiró, se relajó y volvió hacia mí para, amablemente y tranquilo, responder a todas mis preguntas. Qué control emocional, pensé.
vn8237.jpg
Me dicen que Ivanovic escucha pero que luego él y sólo él decide. Tanto en el tema táctico como en el de la preparación física de sus equipos. Me dicen que nunca pide ayuda más allá de que le nutran bien de frutos secos. Los momentos jodidos se los gestiona solito. Intenta que no se note, eso tumbaría toda su filosofía. Intenta mantenerse fuerte. Se cuida, come bien, camina, hace ejercicio, habla con la familia y amigos con distensión.
Para Dusko, su prioridad es la defensa. Casi cualquier jugador puede defender y entender cómo hacerlo de forma colectiva. Si rompes ese equilibrio estás fuera de su equipo. 60% de su dedicación va para idear cómo bajar el culo, el 40% para moverlo a toda velocidad para acabar metiendo la pelota en el aro. Su fijación es parar el pick & roll rival, ahí es donde más horas le ha echado y en lo que más se ha especializado. El pick & roll, como todos sabemos, es la jugada más utilizada en el baloncesto moderno. Doble marcaje al jugador que lo inicia y cambio con el atacante que lo respalda. El resto, a cortar líneas de pase como locos. Da igual que estés en inferioridad numérica ¡Corre y salta al reemplazo, carajo! Se dice pronto. Si alguno de vosotr@s ha jugado a esto, sabrá el desgaste físico que eso supone y que el más mínimo ahorro de energía de uno de los defensores acaba con el ejercicio colectivo y una canasta fácil del contrario. Luego hay que seguir teniendo piernas para, en caso de robo, completar la transición en la otra canasta. Y así, todas las veces que el juego lo permita. Ivanovic tiene la misma mentalidad de entrenador como la que tenía de jugador. Del 87 al 90, Dusko formó parte de uno de los equipos europeos más talentosos, si no el que más, de la historia de nuestro deporte, la Jugoplastika Split. Boza Maljkovic era el entrenador de aquel fantástico conjunto que con un puñado de jóvenes, Dusko era el veterano, le hizo la vida imposible al mítico Barça de Aíto, entre otros. Talento a raudales, trabajo a raudales. Solo decir que un pedazo de currante como Perasovic, también formaba parte de aquel fantástico equipo, ha reconocido públicamente que, a veces, pensaba que Boza, simplemente, le odiaba. Boza siempre explica que no ha tenido a un jugador que haya entrenado más duro que Dusko Ivanovic.
Diciembre de 2019, ficha por el Baskonia. El equipo está fuera de las posiciones de playoff de la Liga Endesa. Fundamentalmente, no lo ha confeccionado él. Junio de 2020, lo hace campeón de Liga (excepcional). Dusko analiza a cada jugador para saber bien qué puede y qué no puede saber. No es un formador de jugadores, es un profesionalizador de jugadores. Explota cualidades. No pide que hagan más de lo que saben hacer pero entiende como error que intenten hacerlo. No duda en cambiar de jugador o no dejarlo perpetuamente en el banquillo si no alcanza la forma y el esfuerzo físico que él estima necesario para poder competir con cualquiera. No duda en cambiar de jugador si, finalmente, aquellas cualidades que piensa que tenía ese jugador no las tiene. Para él no es necesario motivar a sus jugadores para que se esfuercen por encima de sus posibilidades. Es su trabajo. Va con su profesión, pues valga la redundancia, son profesionales. Si cree que debe chillarle a la estrella de su equipo porque no está haciendo el sacrificio físico que él cree, lo hará.
“Intento ser amigo de mis jugadores. Un amigo debe darte cosas buenas”. Pues eso.