Tras la gran victoria sobre el Pananthinaikos, se las prometían felices los aficionados del Real Madrid. Encuentro fácil, en casa, semana finiquitada y pensar en otra cosa. Por cómo jugaron los blancos contra los actuales campeones de Europa, nada hacía presagiar lo que iba a ocurrir en los primeros veinte minutos de su duelo contra el Meridiano Alicante.
 

Salieron los hombres de Messina como adormecidos, quién sabe las razones. El Meridiano, más enchufado, aprovechó esa puerta abierta que le dejó el Madrid para meterse desde el inicio en el partido. Comienzo soñado por cualquier equipo que visita Vistalegre, más en esta temporada, donde va a parecer realmente complicado doblegar a los locales.
 

Óscar Quintana deberá estar orgulloso de sus hombres, pues durante un buen rato, lo que dura toda la primera parte, mantuvieron medio noqueado a su imponente rival. Y no fue precisamente gracias a la labor del héroe del ascenso, Kyle Hill, que luego mejoró algo sus prestaciones en el segundo cuarto. Tampoco anduvo fino Stojic, frente al que un día, lejano, fue su equipo. A pesar de ello, el Alicante supo ofrecer otras piezas, como Katelynas, Andriuskevicius o Vule Avdalovic. El ex del Valencia, se mostró eficaz en la dirección de la nave meridiana.
 

Por su parte, el Madrid daba la sensación de letargo. En esta mala primera parte, el defenestrado Axel Hervelle tuvo sus minutos, pocos, en los que le dio tiempo a anotar dos puntos y recibir la mano tendida de su todavía técnico cuando éste le cambió. Malos tiempos para el belga.
 

Tras el parón, el descanso le vino bien al Madrid, que se lavó la cara, salió de la cama en la que había vivido 20 minutos y se puso al tajo. Enchufado, en un abrir y cerrar de ojos corrigió las desventaja. Del 28-37 con el que se reanudó la contienda se pasó, rápidamente, a un 40-37.

Los merengues afinaron la puntería, no así Bullock, que produjo todo desde el tiro libre (10 puntos) ni Prigioni, y tomaron el mando, con Garbajosa en estado de gracia. Aunque no fue un paseo cómodo, nunca lo es cuando tienes un rival aguerrido que hace la goma en el marcador y no se rinde.