Es muy común hablar antes de que ocurran las cosas, dar victorias previas a la disputa del partido, menospreciar al rival, verte en semifinales y hacer cábalas sobre la suerte que se ha tenido porque ha tocado el lado “bueno del cuadro” Pues bien, todo aquel que pensase eso ha recibido hoy una dura lección, un tortazo en la cara, un aviso serio por parte de un Pamesa que, a pesar de la derrota, tiene mucho que decir en esta eliminatoria.
Supongo que esta derrota le afectará en la medida que duele haber perdido algo que una vez creías tuyo. Más allá de si Tunceri pisó o no la línea de fondo en la última jugada (no es claro, pero Arteaga estaba encima y ni se fijó en los pies) el Madrid, aunque haya ganado y se apunte el 1-0 en la eliminatoria, debe reflexionar. Debe pensar que acude el sábado a Valencia a librar una batalla durísima, con una afición local que sabe de las posibilidades de los suyos para poner en aprietos a los blancos.
Plaza comentaba que “para ganar esta eliminatoria tendremos que llegar al quinto partido” Más que una predicción, lo que pretende el técnico catalán es hacer ver a sus jugadores que nada está hecho y que van a sufrir mucho para seguir adelante.
El partido fue sensacional, con un Pamesa que jamás se iba del marcador, con unos Oliver y Claver magníficos, y un Álex Mumbrú asumiendo el rol de ganador que se le empezó a colocar una magnifica mañana de septiembre de 2006.
Por ahí estuvieron los árbitros, colectivo a veces extraño y siempre polémico. Uno no consigue entender cómo lo que se ve desde casi los focos más altos del estadio, no lo observan estos hombres a medio metro. Hablo de infracciones por parte del Pamesa y del Madrid, exagerados contactos bajo tablas de ambos equipos, la mencionada última acción de Tunceri…Aquí me quiero detener para hablar de Rubén Garcés. Desde su patadón a Herreros hace casi tres años, la afición blanca le tiene cruzado y él se empeña en contentarla con actuaciones tan pésimas como la de hoy. Última jugada, uno arriba el Madrid y bola para el Pamesa, que ejecuta magistralmente un ataque que debe concluir en las manos del pivot panameño. Hasta ahí, todo perfecto. Sin embargo, cuando Garcés recepciona y se dispone a silenciar Vistalegre, Hervelle le tapona. El resto es historia. Garcés y Miralles se van sin saludar, un feo gesto que no merecen ni los pocos aficionados valencianos desplazados a la capital, ni sus propios compañeros.
Así terminaba la noche, con el Madrid consciente, posiblemente siempre lo fuese, de que el acceso a semifinales no es tan fácil como algunos lo han pintado. Por su parte, al Pamesa le queda la confianza que da tener a un rival arrinconado, el ver el miedo en sus ojos. Elementos más que de sobra para el siguiente asalto. Que lo disfruten