Situémonos en el tiempo. El 6 de octubre del 2000 saltaba la sorpresa en Torrelavega. Tras anunciar a mediados de septiembre su desaparición, Cantabria Lobos esquivaba sus problemas económicos “in extremis” e iba a estar en la línea de salida de la liga ACB 2000/01.

Aun así, tras esta grata noticia, la alegría era contenida en tierras cántabras. Cuando solo quedaba una semana para el comienzo de la competición, la plantilla estaba compuesta, únicamente, por Joaquín Lorente, Manel Bosch y el lesionado Pedro Mateu, a los que había que añadir al entrenador Dani García. Todo hacía indicar, que los Lobos aplazaban un año su salida de la ACB.

Los dirigentes cántabros tenían la complicada tarea de completar una plantilla digna a contrarreloj, ya que el sábado 14 el equipo viajaba a Málaga para enfrentarse al potente Unicaja de Boza Maljkovic. Ante esta situación, Dani García reclutó rápidamente para esta aventura a cinco jugadores de la zona (Daniel Fernández, Eduardo Argos, Paco Masa, Santi Barreras y Alberto Miguel).

A esos siete jugadores, ya que no contamos a Mateu debido a la gravedad de su lesión, se añadieron a dos jugadores que se encontraban sin equipo en ese momento: Dani Pérez y Lewis Sims. El equipo que comenzaría la liga, se cerró con el fichaje de Steve Payne, quién llegó horas antes del debut.

Con diez jugadores, de los cuales la mayoría no tenían experiencia significativa en la competición, y sin apenas entrenamientos, los Lobos saltaron al parquet malagueño. El resultado habla por si mismo: Unicaja 105 – Lobos 62. ¿Alguien creía en esos momentos que los cántabros tenían alguna posibilidad de salvar la categoría?

En la segunda jornada, recibían en su “guarida” del Vicente Trueba al Casademont Girona. Contra todo pronóstico, conseguían su primera victoria… y de forma holgada (91-73). Aun así, se creía tan poco en el milagro que en la prensa local del día siguiente se podía leer que catalanes y cántabros se irían de la mano a la LEB.

Los cántabros hicieron caso omiso de estos agoreros comentarios y siguieron adelante. Ellos se habían marcado las seis primeras jornadas como su particular pretemporada. En ella, además de trabajar en sesiones de mañana y tarde y de reclutar a Álex González para reforzar el juego interior, consiguieron su segunda victoria ante Gijón Baloncesto.

Habían finalizado el tramo más crítico de su aventura, con un balance que cualquiera hubiera firmado unos días antes. Se abría un poco el cielo en Torrelavega… pero por poco tiempo.

La visita de los cántabros a Badalona, donde cayeron derrotados por 20 puntos, supuso el último partido de Manel Bosch con el equipo, ya que el ilustre alero pidió la baja tras el partido, debido a problemas familiares. El equipo se quedaba sin su alero titular hasta ese momento. Otra piedra en el camino.

Cantabria Lobos prosiguió su travesía con un jugador menos, pero demostrándose a si mismos, y a toda la ACB, que las adversidades no podrían con ellos, como quedó claro con su victoria ante Cáceres en la séptima jornada. A la par que en la cancha se continuaban cosechando alegrías, en los despachos obtenían respuestas negativas de varios jugadores a la propuesta de convertirse en el sustituto de Bosch.

Hasta la decimocuarta jornada no se encontró al ansiado nuevo alero. El elegido fue Sergi Grimau (proveniente del Lleida de LEB). Su llegada al equipo se produjo con un esperanzador balance de 5 victorias y 8 derrotas, tras los últimos triunfos ante el potente Adecco Estudiantes y el Proaguas Costablanca, cosechados en las jornadas undécima y decimotercera respectivamente.

Pero no iban a ser las cosas tan fáciles, ya que la decimoctava jornada iba a ser un desastre. Casademont les devolvía la jugada derrotándolos por un abultadísimo 103-60 y Grimau se rompía el codo y abandonaba el equipo sin conocer la victoria en seis partidos.

De nuevo al mercado en busca de un alero, pero en esta ocasión con mejor suerte. Pocas horas después de la derrota en Fontajau, se cerraba el fichaje de Santi Abad, jugador en esos momentos del Valentine Montcada de la liga EBA.

La siguiente jornada se tocó fondo con la derrota en Gijón, lo cual hizo al equipo ocupar la última posición de la tabla. En esta ocasión, el mal momento pasó rápido, ya que se obtuvieron victorias en tres de los siguientes cuatro partidos, ante Caja San Fernando, Real Madrid y Joventut.

Tras dos nuevas derrotas, en la vigésimo sexta jornada, ante Ourense, el equipo lograba su victoria más espectacular de toda la campaña gracias a una remontada espectacular que necesitó una prórroga para culminarse.

Tras la grandísima victoria ante el cuadro gallego, el equipo se encontraba en una situación inmejorable para salvar la categoría, pero el exceso de euforia y el bajón físico provocó una racha de siete derrotas consecutivas, las cuales les colocaron de nuevo al borde del abismo.

Los de Dani García, llegaron a la última jornada dependiendo de ellos mismos. Todo o nada. Si vencían al Canarias Telecom entrarían en la historia de nuestro baloncesto como aquel equipo que salvó la categoría contra todo pronóstico.

Sí, ese equipo que, mientras sus rivales se concentraban preparándose concienzudamente, instaba a sus únicos tres jugadores a que se buscaran un nuevo destino.

Sí, ese equipo que, mientras sus rivales rastreaban el mercado buscando una última pieza con la que completar sus reforzadas plantillas, veía partir sin poder hacer nada a Ricardo González, capitán y emblema del club.

Sí, ese equipo en el que, mientras las aficiones de sus rivales renovaban sus abonos soñando con una temporada de ensueño, sus seguidores leían lo cerca que estaba la venta de su plaza ACB al CB Granada.

Tras leer el título de este texto, no es difícil imaginarse el desenlace de esta maravillosa historia. 86-83 para los Lobos en un Vicente Trueba a reventar, y consecución de la hazaña por parte de los aguerridos lobeznos cántabros.

¿Quién dice que no existen los milagros?