Vaya por delante que el Estudiantes mereció ganar el partido tanto como el León. Si se acaba de apuntar su cuarta victoria en el casillero es porque todavía quedan algunos jugadores en la plantilla a los que les importa y mucho la camiseta que defienden. Gente a la que le duele la situación que atraviesa un histórico y contra la que reaccionan con casta y heroicidad, que según están las cosas, no es poco.

Enfrente el León, derrotado, herido de gravedad, un conjunto muy tocado que sin embargo debe salir con la cabeza alta. Hay días, ocasiones, no sólo en el deporte sino en la vida común, en que por más que hagas no logras lo que pretendes. En este caso, ganar el partido, huir del infierno. Su mérito está, cuanto menos, en sudar para darnos, como regalo de Reyes, una lección de actitud. Y tienen derecho al pataleo, porque lo ocurrido hoy en el Madrid Arena bien lo merece. Iremos por partes porque hay demasiado que contar.

El inicio de encuentro estuvo marcado por las imprecisiones de ambos equipos y por lo pronto que se cargó de faltas el conjunto visitante. A falta de 6:37 para el final del primer cuarto, el casillero de Kevin Thompson registraba tres personales. Un minuto después, el León entraba en bonus y para rematar el asunto, Barnes y Evans se complicaban la vida y debían visitar el banquillo. Esto motivó que Aranzana iniciase las rotaciones antes de lo que quizás hubiese deseado. Al campo saltaban Urko Otegui y Nacho Yáñez, protagonista auténtico del partido, por razones que ni él ni la ciudad de León entera hubiesen deseado. A todo esto, el cuarto terminaba con una canasta de Jasen sobre la bocina y amén de igualar el choque, sembraba una polémica que se encargarían de recoger la mesa, los árbitros… Nosotros aún no lo sabíamos pero esos dos puntos se iban a convertir en arma arrojadiza de los derrotados unos cuantos minutos después.

El segundo envite nos descubrió la capacidad de Urko Otegui para sacar faltas, encarar el aro y mantener a los suyos en el encuentro. Además, los más nostálgicos disfrutaron de un viejo rockero, que salió a dar una vuelta por el Madrid Arena. Dani García jugó 83 segundos y capturó un rebote, además de otorgar descanso a sus compañeros, exhaustos por la crudeza de la batalla. Por entonces, tras los primeros dos combates (42-45), Aranzana había utilizado a todos sus hombres, algo no muy común en su sistema de juego.

La vuelta a los vestuarios fue peculiar. Unos pisaron el parquet convencidos de dónde estaban y otros parecían encontrarse con la mente puesta en los regalos que les iban a traer los Reyes Magos esta noche, el lugar donde iban a ir después o el amor que pudo ser y no fue. Y digo esto porque de otra forma no se entiende que el Estudiantes se fuese del partido así, sin más. Unas cuantas pérdidas seguidas y tres triples del León, dos de ellos de Urtasun, casualidad o no, dejaban a los de Perasovic 53-70. Jasen se encargó de despertar a los locales y al final del tercer cuarto, la distancia quedaba reducida a la mitad (65-73).

Y entonces ocurrió lo nunca visto en un campo de baloncesto. Tras casi culminar la remontada, a falta de menos de tres minutos para el final y con 78-82, Yáñez, otro ex – colegial, anota una canasta presumiblemente fuera de tiempo. La posesión estaba terminada cuando el alero ejecuta el lanzamiento. A pesar de las protestas, los dos puntos suben al marcador (78-84). El partido sigue y Morandais recibe falta, se para el reloj para que el francés lance los tiros libres y ocurre lo inesperado para unos, lo justo para otros. La mesa, los árbitros y los banquillos discuten, hablan. Hay tensión, el público pide que la anterior canasta de Yáñez se anule y Aranzana, Perasovic y el árbitro principal dialogan. Finalmente se invalida la canasta y Morandais, que bebía agua tan tranquilo en la otra esquina, se apresura a lanzar desde el 4.60. Anota los dos y se pasa de un (78-84) que fue real durante unos segundos, a un (80-82). Hasta ahí llegó un León que, preso de los nervios, fue incapaz de conseguir más puntos en juego.

Gonzalo Martínez gracias a una providencial penetración situaba el 85-83 con 5 segundos por consumir. Tras el tiempo muerto, robo de Gonzalito, éxtasis local y la bocina, esta vez sí, repicando por los cuatro costados del antiguo Rocódromo.

Después del encuentro, Gustavo Aranzana se quejó duramente de lo acontecido “En el primer cuarto ha habido una jugada igual sobre la sirena y no ha pasado nada, ha valido” en referencia a la mencionada canasta de Jasen “Y la nuestra se anula, se dan además dos tiros libres. Tengo que ver el vídeo, pero nosotros no hemos ido al tiro libre. Cada vez que defendíamos, falta. No entiendo nada. Es muy fácil meter a un equipo en el partido; un equipo que con quince abajo empieza a subir las líneas defensivas porque se le va el partido ¿cómo es posible que no haga faltas? Como entrenador y tras lo que ha ocurrido, es muy difícil estar aquí ahora. Creo que ha habido algo raro, sigo creyendo en esto pero lo que ha ocurrido hoy no es normal. Somos el grupo Bregar León y si tenemos que bajar bajaremos pero que alguien me explique el arbitraje porque lo que he visto no me ha gustado nada”

En esa línea se expresó también el protagonista de todo, Nacho Yáñez “Yo sólo he metido la canasta sin fijarme en nada más. Han asumido muy rápido el querer anularla y la otra canasta, la de Jasen, la han dado por válida. El equipo está tocado”

Por último Perasovic habló de excusas para quien recurra al arbitraje como motivo de la victoria estudiantil “La canasta estaba fuera de tiempo. El resto son excusas y fue una decisión muy acertada. El arbitraje fue normal y quiero que se reconozca el valor de la remontada. Muchos jugadores jóvenes no superaron la presión de un encuentro como este. El equipo tiene que mejorar y por ello estamos mirando el mercado.”