¿Qué es el todo? ¿Existe una explicación clarividente para saber exponer lo que significa el vocablo todo? Seguramente, el todo puede ser muchas cosas a la vez, quizás sea una sola o simplemente no sea nada, qué curioso. El todo no se puede controlar porque no es tangible, es algo que está entre nosotros y que se mueve a voluntad propia, o puede que no. A veces, el todo se transforma y deja ver al que no ve, deja escuchar al que nunca quiso oír y hace llegar más lejos al que creía que tenía un límite establecido. La vida, por suerte o por desgracia, no siempre deja que los humanos puedan tocar el todo con sus dedos, pero existen personas especiales que son capaces de sentirlo en muchas ocasiones.
Aíto García Reneses es una de esas personas que sabe lo que es tener en sus manos el todo. Un hombre que lleva más de treinta años sentando cátedra allá donde el baloncesto le lleva sabe manejar perfectamente todo aquello que le rodea, todo lo que le importa, todo lo que necesita para ganar. El madrileño es como un técnico dividido en tres partes, a veces filósofo, en alguna ocasión psicólogo y, por supuesto, también entrenador. No siente miedo al fracaso porque sabe lo que significa, porque odia esa palabra por encima de cualquier cosa, pero convive con la posibilidad de que un día no le salgan las cosas y de que esa aura de ganador insaciable e incansable, ese ángel de la guarda protector le abandone.
Después de tantos años, el tiempo pasa y hay cosas que no cambian y otras que sí; Aíto antes era un supervillano de esos a los que odias o amas, no existe término medio. En cambio, en la actualidad se ha convertido en ese abuelo cebolleta entrañable al que todo el mundo adora y quiere escuchar para absorber su sabiduría. Sin embargo, en la Copa del Rey de A Coruña 2016, García Reneses volvió a desempolvar su capa de malo de la película y quiso jugar con fuego sin miedo a quemarse. Aquella frase de “El Valencia va a ganar la Copa del Rey” quedará para la posteridad; Aíto sabía perfectamente lo que estaba haciendo y en la primera pregunta de su comparecencia ante los medios ya había despachado todo lo que quería dejar claro, siempre con una sonrisa del que sabe que está haciendo una trastada.
Fue una premonición y la primera piedra de un fin de semana de ensueño. El Valencia no ganó la Copa, y ni siquiera pudo ganar a un Herbalife Gran Canaria que demostró fe por encima de muchas cosas. Aíto convenció a sus jugadores de que las grandes historias no se sueñan, las grandes historias se escriben. Su declaración lapidaria sobre el conjunto taronja surtió el efecto que buscaba, porque les metió miedo, porque le señaló a sus rivales que la derrota era algo más que una posibilidad, a la vez que tenía a los suyos perfectamente convencidos de que podían cambiar ese guion preestablecido. Hasta en dos ocasiones se levantaron los amarillos para tumbar al equipo de Pedro Martínez, demostrando que ese juego psicológico que decidió iniciar antes de llegar a Galicia formaba parte de una estrategia que salió a la perfección.
Salvado el primer escollo, Aíto consiguió mantener viva en sus chicos la llama de una filosofía de convicción que les llevó a remontar diecinueve puntos ante Bilbao Basket y a pelearle de tú a tú a todo un Real Madrid que sudó tinta china para ser campeón. También fue capaz de seleccionar muy bien sus movimientos sobre la pista, se equivocó pocas veces y apostó fuerte en la rotación por varios hombres en los finales de partido que acabaron siendo determinantes. La magia de la Copa se había hecho carne en forma de Herbalife Gran Canaria y su entrenador tenía gran parte de culpa, porque había vuelto a demostrar, por si quedaban dudas, que sigue siendo un Nobel en esto del baloncesto.
Un tío que lo ha sido todo como técnico y que no tiene ningún problema económico no tiene la necesidad de irse hasta Gran Canaria para seguir entrenando. El hambre y la motivación de Aíto no tienen parangón ni fin, es algo que vive dentro de él y que es posible que le siga manteniendo en las pistas durante muchos años, por eso cambió de nuevo su vida para entrenar en las islas. Nadie como Aíto ha sobrevivido al éxito y se ha vuelto a reinventar, nadie como Aíto ha hecho llorar a tanta gente de alegría y de incredulidad, porque son muchos los que, pasadas varias horas tras la hazaña, aún se frotan los ojos porque no se creen que su Gran Canaria haya hecho una Copa del Rey tan heroica.
Aíto no tiene que demostrar nada a nadie, ni siquiera a sí mismo, pero siempre acaba recordándolo por si a alguien se le olvida. El todo es lo que Aíto al baloncesto y viceversa, es lo que el entrenador amarillo sabe sobrellevar a la perfección; nadie en la historia de este deporte ha sido sota, caballo y rey durante tanto tiempo. El todo puede tener muchos significados y puede manifestarse de muchas maneras, pero parece que Aíto tiene todas las claves y los secretos para dominarlo. Ni el paso del tiempo ha hecho que este idilio con la teoría del todo pierda su efecto con Aíto, porque la realidad es que nunca dejará de sorprender a aquellos que dejen de creer en él. Chapó.