El Baskonia de la temporada 2016-2017 no ha estado pasando por su mejor momento las últimas semanas y, de hecho, dos de los cuatro últimos partidos se han saldado con derrota: uno ante el todopoderoso CSKA de Moscú, en la Euroliga; y otro en el Fernando Buesa Arena contra el Iberostar Tenerife hace dos semanas, gracias a una canasta en el último segundo de Javier Beirán. El nivel de juego está siendo algo flojo en relación al talento que atesoran los integrantes de su plantilla y, tras el fichaje de varios jugadores con pasado en el baloncesto NBA, quizás se pudiera pensar que los problemas vienen de una aclimatación insuficiente de los mismos. Gente como Rodrigue Beaubois, Andrea Bargnani o Chase Budinger no están dando, en este caso, el nivel que se espera de ellos. Pero ir por esos derroteros sería tratar la pequeña crisis de juego baskonista de una manera muy superficial. En este caso, la acomodación al baloncesto europeo no está siendo el único contratiempo. Sin embargo, tal debate no será tratado aquí.

Teniendo en mente los habituales problemas de adaptación de jugadores extracomunitarios y, paradójicamente, aquellos de los que son protagonistas los que vienen de la NBA (que se supone que es el mejor baloncesto del mundo), hay un nombre al que hay que atribuir un gran mérito dentro del equipo del presente curso: Shane Larkin.
Su trayectoria hasta ahora
La historia de este base estadounidense no es muy diferente a la de otros muchos jugadores que han intentado buscar fortuna en la liga norteamericana: destacó en los Miami Hurricanes de la NCAA durante su período universitario, siendo la primera persona del college galardonada con el premio Lute Olson -que se otorga al mejor jugador del año- durante su segunda temporada; y también fue nombrado por la propia competición como Jugador del Año (junto con Erick Green), siendo incluido en el mejor quinteto de la ACC (Atlantic Coast Conference). Y todo ello gracias a un promedio de 14,5 puntos y 4,6 asistencias por partido (con porcentajes en el triple de más de un 40%), liderando a sus compañeros a quedar primeros del torneo en liga regular.
En el año 2013 fue drafteado por los Atlanta Hawks en la posición número 18, y ellos lo traspasaron a los Dallas Mavericks a cambio de tres jugadores. El sueño de ser escogido por una franquicia y poder demostrar su valía se iba cumpliendo. Sin embargo, en aquella Summer League previa a la temporada, Larkin sufrió una lesión de rodilla que le encaminó a una operación en el quirófano y a cuatro meses de baja. Esto le llevó a comenzar la 2013-2014 algo más tarde y a debutar el 18 de noviembre ante los Philadeplphia 76ers. No fue una gran temporada de rookie, alternando la plantilla NBA con los Texas Legends de la Liga de Desarrollo. Pero esto no le iba a hacer dejar de trabajar. Como el propio director de juego indicó en una entrevista a principios de esta temporada, es una persona que quiere hacerse un hueco en esto del baloncesto en base a su propio trabajo. A su manera.

Cuando fue traspasado durante el período estival de 2014, los Knicks de Nueva York decidieron darle una oportunidad, y sus guarismos se duplicaron en todos los sentidos: de 48 partidos jugados en Dallas a 76; de 10 minutos en cada uno de ellos a 24; y de 2,8 puntos y 1,5 asistencias a 6 y 3, respectivamente. Y aunque sus números no fueran espectaculares, ya pudo dar muestras de cierto talento. Esto le sirvió para que los Brooklyn Nets se fijaran en él como jugador de rotación, completando en aquella franquicia su curso más destacado en la NBA hasta el momento: 7 puntos (sus mejores porcentajes en T3 y TC) y 4,4 asistencias en cada 22 minutos de encuentro. Tampoco son cifras a la altura de los más grandes, pero, sin duda, fueron suficientes para que se ganara la titularidad en 17 partidos. Aunque, a pesar de ello, él buscaba algo más. Terminó por declinar el segundo año de un 1+1 que había firmado, por 1,5 millones de dólares. Las razones las dio él mismo:
No quiero ser alguien que juegue 10 años en la liga para 8 equipos diferentes; quiero encontrar un hogar y realmente encajar en un equipo donde yo sepa lo que quiere el entrenador y lo que quieren mis compañeros y podamos crecer todos juntos.
Larkin tuvo tiempo de mostrar su talento en Brooklyn (vídeo de DownToBuck):
youtube://v/pMTRNnOJCVc
Y después… Baskonia
Quizás estos fueran los motivos que le llevaron a fichar por el club vitoriano: encontrar un lugar donde asentarse y poder crecer como jugador. Algo que otorgara estabilidad a su carrera y que le permitiera trabajar con seguridad. Algunos pueden verlo como un paso hacia atrás, para después dar dos hacia delante. No obstante, él no. Para Larkin, aterrizar en el País Vasco no es deshacer el camino, y muestra de ello son las palabras que expresó en una entrevista en el Buesa: «No hay mucha diferencia de nivel entre la NBA y la Euroliga, sino que es similar. Es una gran experiencia venir y jugar contra algunos de los mejores jugadores del mundo». Dentro del mundo deportivo de élite, parece ser alguien con la cabeza muy bien amueblada.
Y, por el momento, aparenta estar cómodo. Al menos en el lugar que nos interesa a los aficionados: el parqué. Su impacto en la Liga Endesa se hizo notar desde la pretemporada, en la que promedió 14 puntos. Pero esto no avala un exitoso rendimiento a lo largo de todo el año, y mucho menos cuando la Euroliga estrena un formato más exigente; o esto se podría decir. Pamplinas para el bueno de Shane, que debutó en Santiago con unos números sorprendentes: 19 puntos, 6 rebotes y 8 asistencias. De hecho, durante estas primeras 11 jornadas ha manifestado una gran regularidad, aportando en cada encuentro, aunque no tuviera el día en el tiro. Sus promedios: 13 puntos, 5 asistencias, 3 rebotes y 2 recuperaciones por partido; yendo más allá de la simple estadística y haciéndose amo y señor de la plantilla. Sus cambios de ritmo hacen las delicias del Buesa Arena, habiendo demostrado en contadas ocasiones que sabe seleccionar el momento en el que pasar, en el que tirar y que, además, tiene intensidad defensiva (pese a ser un jugador de 1,80 metros de altura, lo que podría hacer pensar que no funcionaría atrás).

Pero esto no es todo. Aunque parezca complicado, en competición europea sus medias son sensiblemente mejores, a excepción del apartado de asistencias, que es de 6,5 por encuentro (esto es: claramente superior). Ofensivamente es quien hace carburar al equipo, en base al alto ritmo que imprime (y que ha demostrado que sabe bajar cuando hace falta) y, cuando es necesario, desatasca gracias a sus propios tiros. Sus pases, en general, están bastante bien seleccionados, pero en transición y generando desde el 1×1 y el 2×2 son las situaciones donde se encuentra más cómodo. Se nota, porque cuando él está, Baskonia corre más y se atasca menos en ataque. Y todo ello lo sustenta en una gran intensidad defensiva. No es un especialista, pero el grado de energía que pone sobre la pista es algo que llama mucho la atención, centrándose en la presión sobre las líneas de pase más que en hacer las mejores ayudas posibles. Evidentemente, aquí la altura juega un papel importante, pero hace que se note poco en comparación con otros bases bajitos (él mismo ha hecho ver que tiene muy presente tal característica física, enterrándola con trabajo duro). No hace falta irse más lejos para encontrar ejemplos: en Vitoria hemos visto «unos» a los que les costaba defender y atacar a buen nivel al mismo tiempo. Y mucho menos hacer ambas con regularidad.
Sin duda, si este chico no se ha ganado un hueco en el corazón de la afición baskonista aún, lo hará pronto. Su adaptación se ha completado en tiempo récord, y puede que sea uno de los directores de juego más talentosos de la historia del club. De momento, su rendimiento está siendo magnífico, y la actitud mostrada muy buena. Esperemos que nos depare más sorpresas y que permanezca en Vitoria el máximo tiempo posible. El «larkinismo» se instaura en Álava y, junto a la vuelta de Pablo Prigioni, hay capitanes de barco para rato.
El debut de Larkin en la Liga Endesa (vídeo de SPG Highlights):
youtube://v/dM_Ap8t27jE