En un desangelado pabellón de San Pablo, Obradoiro aterrizó con la perspectiva de aprovechar la “bajona” crónica del Real Betis Energía Plus. Circulación de balón y juego interior, sus dos aristas de unos primeros minutos en los que Ryan Kelly y Blake Schilb – asumiendo liderazgo como hasta ahora no había hecho en la asunción de tiros – respondían por el lado local. El buen inicio, nada acostumbrado en el Betis, trajo una mayor actividad defensiva que Obradoiro contrarrestó con acierto exterior (9-13, m. 5).
Pese a un Pustovyi desesperado, Llovet puso los puntos en el juego interior, aunque salía de los postes para sumar con lanzamientos de rango medio y lejano. Sin embargo, su homólogo verdiblanco le mantenía la conversación para irse hasta los diez puntos y cerrar, con un triple, el primer cuarto con ventaja sevillana (22-21).
Sin previo aviso, ni por lo sucedido en el primer cuarto, ni por los diez envites que precedían a cada uno de los dos equipos esta temporada, el Real Betis Energía Plus devoró a Obradoiro. Un parcial de 18-0, con cimas en dos acciones consecutivas de 2+1 y 3+1 de Mikel Úriz hicieron estallar a un solitario pabellón de San Pablo, que había olvidado la palabra creer de su vocablo cotidiano. El base dejó en evidencia a su anterior técnico, Alejandro Martínez, por dejarle en un ostracismo del que no le sacó del todo Quintana, que a buen seguro tomó nota mental de todo ello (33-21, minuto 14).
Los minutos del Betis, tremendos, no obtuvieron respuesta en la caraja monumental de la escuadra gallega. Moncho Fernández tampoco reaccionó, sin pedir tiempo muerto, y con la mirada perdida pensando en la bronca que acontecería minutos más tardes en el vestuario compostelano. Iván Cruz se animó con triples imposibles (40-23, minuto 15), Dontaye Draper anotó otro sobre la bocina, y el acierto que parecía negado – con cierta razón – en todos los partidos ahora, salió a borbotones en un segundo cuarto mágico, de irracionalidad para un equipo acostumbrado a perder vapuleado. Obradoiro, sumido en el desacierto y la empanada, se quedó en cinco puntos en el segundo acto (47-26).
Los de Santiago de Compostela amenazaron con la rebelión tras el descanso. El impasse dejó cegado a un Betis, huérfano de la metamorfosis que había vivido un cuarto de hora antes. Un parcial de 0-9 hacía presagiar una remontada inconmensurable de Obradoiro y una debacle de difícil reposición en el lado verdiblanco. Quintana lo vio venir y solicitó tiempo muerto (47-35, m. 22).
Pustovyi comenzó a ver aro por dentro, sin encontrar oposición, y a esa producción se sumaron Pozas y Thomas para liderar una rebelión que acongojó a San Pablo. Aguas en defensa y la franja de los diez puntos, rebasada. Pero apareció el salvador verdiblanco, Blake Schilb. El estadounidense se encontró con sus mejores glorias y sostuvo la decaída de su equipo para irse al último cuarto con un colchón más que aceptable, pese a todo (66-54).
La remontada se antojó aún más real. Pustovyi aún consiguió aportar algunos puntos antes de ser expulsado por faltas junto a Radovic. El Real Betis Energía Plus buscaba a Golubovic como solución, pero el montenegrino acertó poco. Quintana probó con McGrath como escolta, y mantuvo la apuesta, aunque su impacto no fue notable e incluso perjudicó en la dirección de juego, con Draper en el puesto de ‘1’. Y, Obradoiro, en el retrovisor (76-70, m. 36).
Pero si el triple fue lo que tuvo al equipo de Galicia con opciones de remontada, el triple fue lo que condenó sus opciones. Tuvo, con el 76-70, dos triples en buena selección de tiro. No convirtió ninguno. Consiguió, con tiros libres, minar la ventaja hasta los cuatro puntos, pero entonces apareció Blake Schilb, quien puso la rúbrica a un enorme partido para, con un triple desde ocho metros y con la posesión agonizando, dar la estocada final. Estaba hecho. La primera tras diez partidos. Ahora, que ya se había perdido la fe (83-77).