Los admiramos porque son grandes atletas. En el parqué no hacen más que darnos buenos momentos, después desparecen más allá del túnel de vestuarios o tras el otro lado de la pantalla.

A veces, incluso, llegas a estar más cerca de ellos e intercambiar impresiones pero, como cualquier persona de a pie, somos más abiertos, más cerrados o lo somos de una u otra forma dependiendo del contexto donde nos movamos.

Puedo afirmar que nunca había charlado con un jugador de baloncesto y me había llevado para mí una sensación de haber tratado con un tío tan agradable, culto, sincero y ameno como Jerome Moiso.

Él comenta que en la NBA tuvo mala suerte, pero yo creo que lo que le faltó fue mala… leche, ser, al menos, un poco depredador. Sabe lo que es que te digan “simplemente no me gustas, me da igual lo que hagas, no vas a jugar”. Si no me fallan las cuentas: 145 partidos jugando en 7 ciudades distintas para 6 equipos: con Celtics, en su temporada como rookie se le apagó la luz en la sombra de Antoine Walker jugando 41,9  minutos cada noche, después hizo las maletas para participar con Charlotte, Raptors, Cavaliers y Nets.

En su formación como jugador en USA, Moiso entiende que a pesar de haber formado parte de la prestigiosa universidad de UCLA, por aquel tiempo, no se podían hacer grandes cosas. Era un superequipo que nunca jugaba como un equipo. Piensen que allí se uniformaba junto a Baron Davis, el base se recuperaba de forma milagrosa en los partidos del college que se retransmitían a nivel estatal, luego le seguía el gigante holandés Gadzuric, o Matt Barnes, el jugador que más faltas fragrantes comete en la actualidad en la NBA. Watson o Kapono son otras de las estrellas que allí brillaban por separado y ahora tienen un suculento contrato como profesionales.

El pívot francés casi nunca ve baloncesto por la tele. Cuando enchufa la caja tonta suele ‘deportizarse’ viendo tenis o algún otro deporte antes que el de la canasta. Casi no ha visto partidos suyos, prefiere aprovechar su tiempo en otras cosas.

Baron Davis es demasiada estrella para conservar o conocer a muchos amigos, pero ese no es el problema de Jerome, que siempre tiene un rato para el que se le acerque.

Sigue disfrutando  con el baloncesto, que así nosotros también lo haremos.