Esta última década podría denominarse en Vitoria como la década prodigiosa. No tan solo por el enorme crecimiento del club en todos los niveles, llegando a ser uno de los equipos punteros de Europa, siendo actualmente el equipo con más partidos disputados en la nueva Euroliga.

Parte de este merito, recae sobre el puesto de pívot, puesto clave en el baloncesto y que en Vitoria se ha sabido administrar como en ningún otro lugar, reinventándose durante estos diez años. De la magia del dúo Oberto-Tomasevic, a la explosión del mayor talento interior que ha pasado por Vitoria, Luis Scola, pura magia.

Su sustitución parecía imposible, pero entonces un brasileño llegado a Vitoria con quince años, llamado Tiago Splitter, heredó el liderazgo en todas las facetas. Su explosión fue tremenda, hasta conseguir el año pasado ser el mejor jugador de la liga regular y de la final de la ACB.

Mientras tanto, en la cocina del Buesa Arena se cocinaba a fuego lento a la próxima figura de tan vital puesto dentro de una pista de baloncesto. Su nombre Stanko Barac, factor de múltiples discusiones dentro de la grada del recinto de Zurbano.

Todo tipo de comentarios se han quedado grabados en las paredes del coliseo azulgrana, sobre todo referidos a su falta de carácter, de motivación, repitiéndolo tantas veces, que esa máxima, ya parecía una verdad absoluta.

Escondido detrás de ese corpachón, con cara de niño bueno, inocente, blando, de dos metros diecisiete y 110 kilos, en encontraba un talento enorme para el baloncesto, un potencial, que tan solo necesitaba seguir creciendo junto con la persona y que necesitaba de la fe ciega existente en el club y que tanto se le negaba en otros ámbitos sociales de la entidad.

Cumpleaños y fichaje

Su llegada a Vitoria se produjo un 13 de agosto de 2007, el día de su 21 cumpleaños, procedente del Siroki bosnio, club con el que jugó en Liga Adriática convirtiéndose en una de las sensaciones del torneo, promediando 13 puntos, 7.1 rebotes y casi 2 tapones por noche.

Allí sorprendía por su altura, por su capacidad para hacer un poco de todo en ataque aún teniendo todavía movimientos robóticos, pero acompañado de una solidez en defensa muy buena debido a su enorme presencia en la zona. Su capacidad para ser un arma en la zona y poder hacer tiros posicionales era muy buena, pero llamaba la atención esa manera en la que de repente irrumpía desde fuera, poniendo el balón en el suelo y presentándose con gran agresividad debajo del aro, penetrando como si de un escolta se tratara.

Su primera oportunidad ACB llegó de la mano del entonces Pamesa Valencia, donde entonces la irregularidad fue santo y seña de aquella campaña. Esto se vería repetido en sus dos temporadas en Vitoria, donde la sombra de “El Caminante” Tiago Splitter, era muy alargada y ensombrecía a un jugador que pecaba de pardillo en la pista, siendo el objetivo preferido de los árbitros.

Los minutos y la falta de confianza le desquiciaban. Aun así, se le veía una facilidad pasmosa para hacer números, sobre todo por su gran talla. Pero su bisoñez y los problemas físicos, no hacían despegar a un jugador de enormes cualidades.

En su segundo año llegó su gran oportunidad, mostrando con la lesión de Tiago Splitter argumentos sólidos para hacer ver a los escépticos que más allá del gran capitán había una materia prima que explotar y que en el futuro podría ser uno de los grandes valores del club.

La espiral volvía a su punto de partida, Splitter volvió con más fuerza que nunca, un jugador único en Europa, realizando una temporada incomparable. Su poder llegaba a ambos lados de la cancha, arrastrando a Barac a un Déjà Vu constante y sin límite, de desconcentración, desconfianza y problemas físicos.

Sus apariciones en cancha, eran momentáneas, precedidas por algo que ya se convirtió en un clásico: recambio de Tiago, un par de minutos en pista -con un ojo al juego y con otro al banquillo-, error, banco y bronca. La temporada la volvió a pasar alejado de la pista tras caer por segundo año seguido lesionado antes de los playoffs.

Explosión

El presente año comenzaba pronto para él, llegando dos semanas antes que el resto de sus compañeros a entrenar junto con el escolta Brad Oleson. Desde el entorno baskonista, las dudas sobre su figura eran una constante, así como las comparaciones con el pívot de Joinville.

Realmente, si de algo había dejado constancia el pívot de Mostar era que la confianza era vital para él y esto ha sido lo que le ha hecho estallar esta temporada. Eso y un proceso de maduración personal, que ha llevado durante estos años en silencio, lejos de su casa.

Barac se ha convertido en el gran referente del equipo baskonista, siendo el tercero más valorado en la liga ACB y el sexto en la Euroliga.

Él mismo reconocía tras sus últimas dos apabullantes actuaciones ante Maccabi y Menorca, que lo que necesitaba es “confianza”. Esto le ha llevado a ser un jugador más duro en la pista, más duro mentalmente, más expresivo, sin miedo a tomar decisiones, lo cual ha derivado en conseguir el respeto de aquellos que no se lo daban, entorno, entrenador y árbitros.

Él sigue haciendo lo mismo que hacía en Siroki, pero más pulido, más ágil, más rápido, más fuerte y con algunas mejoras.

Algo que le puede llevar a un nuevo reto, la Splitterización de Stanko Barac. Su mejoría en la lectura defensiva es cada vez más alta, en ataque cada vez es más la primera opción, clave en la construcción, aunque no llega a la calma y sapiencia para ver el juego que tiene el brasileño. Se empieza a manejar mejor en las continuaciones del 2×2, sigue manteniendo su tiro estático, sus giros en la pintura y finalizaciones son más agresivas, rebotea como nunca… Aún así, cada uno es su propio mundo, Barac no es Splitter y Tiago no es Stanko.

Su explosión lo ha convertido en uno de los faros de un club de la exigencia del Baskonia. Insustituible y vital, por una única razón: CONFIANZA.