“El camino del hombre recto está por todos lados, rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que, en nombre de la caridad y de la buena voluntad, saque a los débiles del Valle de la Oscuridad, porque es el autentico guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos. Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquéllos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos. Y tú sabrás que mi nombre es Yahvé, cuando caiga mi venganza sobre ti”. Ezequiel 25-17
Para muchos estas palabras son simplemente la reproducción de uno de los más famosos diálogos de la historia del cine americano, para otros es una manera de demostrar que el esfuerzo hace que el hombre erija su vida como buenamente le plazca. La historia de Tomás Bellas no va muy desencaminada de esa escena de Pulp Fiction. Esa historia está llena de superación, de constancia y de momentos en los que la duda sobre él le acechaba como el enemigo más cercano y voraz, como un animal carnívoro dispuesto a devorarlo y destruirlo. No obstante, el base criado en la cantera del Real Madrid siempre se ha caracterizado por ser un luchador insaciable, capaz de evolucionar como jugador hasta convertirse en lo que es a día de hoy: El alma máter y corazón latente de todo un Herbalife Gran Canaria histórico.
No ha sido fácil llegar hasta ese punto, para qué engañarnos. Tomás ha vivido en una constante crítica, en una continua duda de la que no podía salir. Señalado por su propia afición, fueron muy pocos los que vieron en él a un jugador capacitado para llevar las riendas de un equipo consagrado como el Gran Canaria, y más teniendo en cuenta que llegaba a la isla tras jugar una sola temporada en LEB Oro de la mano del Cáceres. Muchos se preguntaban en aquel momento si era el propio Bellas o el Gran Canaria el que se estaba precipitando con esa intención de dar el salto a la ACB, lo que daría pie a un calvario de declaraciones en su contra difícil de sobrellevar durante su estancia en el conjunto insular.

Se le tildaba de no mirar el aro, de no producir en ataque y de que le faltaba algo de talento para jugar en ACB. Se le miraba diferente y algunos hasta pedían que se marchase del club. La realidad es que, cuando Tomás Bellas aterrizó en Gran Canaria, era un mero especialista defensivo, algo que concordaba con el estilo de Pedro Martínez sin llegar a que esas críticas por su baja productividad ofensiva fueran mal desencaminadas. La labor de Bellas era más bien la de un secundario con trabajo sucio, un jugador que no iba a exigir protagonismo ofensivo y que se partiría el culo para defender, una labor demasiado importante para el poco valor que muchos le dieron por aquel entonces.
Para ello, para poder hacerse a sí mismo y demostrar su verdadera valía, el madrileño necesitaba un cambio, necesitaba dar un paso más allá y reinventarse para empezar a cerrar bocas. Todos los jugadores deben evolucionar su juego para no estancarse, esto es cada vez más importante en el ABC del baloncesto, y Bellas escogió a tiempo la senda adecuada en el momento idóneo.
El partido de la metamorfosis
Como si del libro de Franz Kafka se tratase, Tomás Bellas no se levantó un día convertido en cucaracha, sino todo lo contrario. El capitán amarillo decidió una mañana de domingo dejar atrás todos los fantasmas que le habían estado persiguiendo durante casi cuatro temporadas de un plumazo. Su víctima fue un Estudiantes al que martirizó asistiendo y anotando desde la línea de tres puntos, siendo una completa pesadilla para los de la capital. Aquella jornada se llevó el MVP merced a 31 puntos, 5 asistencias, 2 rebotes, ambos ofensivos, y 6 faltas recibidas para acabar con 38 de valoración. A partir de ahí, la vida de Tomás y el sino del Gran Canaria cambiarían para siempre.
No había marcha atrás, Tomás Bellas había cambiado de cara y había dado ese paso adelante que le faltaba. Se había convertido en ese base fiable en ataque y mordedor en defensa, capaz de abarcar todas las facetas del juego de un buen director de orquesta. Sus números y su importancia en el devenir del Granca fueron a más, se gustaba y se sentía cómodo como nunca antes, y eso se notaba. Empezaba a hacer callar a aquellos que en su día criticaron su fichaje y su juego, sobre todo en unos Playoff donde asumió más que nunca las riendas del aquel equipo que batió un muro de cuartos de final que se había hecho eterno, siendo el alma y el corazón de ese mágico Gran Canaria del 2013.
La temporada siguiente no sería distinta, mantendría durante todo el año una regularidad importantísima para el equipo y para ya terminar de convencer a aquellos que aún andaban dudosos. Siguió demostrando capacidad de liderazgo y de carácter, una cualidad de la que siempre ha ido sobrado, Tomás es un jugador que jamás se ha achantado ante ningún contario. Esa temporada fue la de su consagración, la de terminar de convencer a sus más críticos, convirtiendo a toda la parroquia amarilla en “Lobbybellistas”. El capitán Bellas se había convertido en el jugador que siempre ser, algo que sigue demostrando en este inicio de temporada.
La evolución de Tomás Bellas como jugador no ha seguido los cánones establecidos, no es un jugador hecho de talento puro sino de trabajo duro, de constancia y, sobre todo, de fe. Las campanas del Real Madrid sonaron para él hace tan solo unos meses y al final de esta temporada termina contrato, quién sabe qué ocurrirá con él a partir del mes de junio, porque pretendientes no le van a faltar. El camino del hombre recto, al fin y al cabo, es el que cada uno decide marcarse. A veces es más complicado de lo que parece, pero sólo los valientes son los que acaban llegando al final del mismo victoriosos, y está claro que, Tomás Bellas, es el más valiente de todos.