Mi generación (los nacidos a mediados de los 70) fuímo testigos directos del boom del basket en nuestro país tras la consecución de la plata de los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1984. Viví aquella cita olímpica en mis vacaciones en la localidad costera de Lekeitio (Bizkaia) gracias a una vieja televisión portatil marca Emerson (en blanco y negro) que se llevaron mis padres. Entre las gestas de Li Ning, Carl Lewis, Daley Thompson, Sebastian Coe o Florence Griffith, me llamó poderosamente la atención la machada de una selección española de baloncesto que en una calurosa madrugada de verano vencía en semifinales a la mítica y, aparentemente, insuperable Yugoslavia de ese genio insolente que respondía por Drazen Petrovic y de veteranos curtidos en mil batallas Dalipagic, Radovanovic o Knego. En las finales los Corbalán, Epi, Fernando Martín, Chicho Sibilio, Romay y compañía se verían las caras con unos jóvenes norteamericanos de otra galaxia llamados a reinar en el olimpo de los dioses de la NBA: unos tales Michael Jordan, Pat Ewing, Sam Perkins, Wayman Tisdale, Alvin Robertson… Ahí se me inoculó el virus del basket.

Aquí empezó todo:

A partir de ese momento, mis recuerdos baloncestísticos van unidos de forma irremediable con el histórico y añorado Askatuak. Donostiarra de nacimiento y vecino de la cercana Pasaia durante más de dos décadas, acudir al Pabellón de Anoeta, posteriormente rebautizado como el "Gasca" en homenaje a Jose Antonio Gasca Fundador, Directivo y Entrenador de los dos principales clubes del basket donostiarra en aquella época, el propio Askatuak y el Atlético San Sebastián, y también uno de los impulsores de la Liga ACB, era la única manera de ver baloncesto profesional en la provincia.

Lejos de los años dorados en la primera división del basket nacional, a mediados de los 80 Askatuak disputaban la competición de plata de nuestro baloncesto, la 1ºB, una liga con mucho atractivo y enorme competitividad. Allá por 1986 recuerdo acudir al Gasca con mi hermano mayor para ver a un Askatuak con el nigeriano Yommy Sangodeyi (amigo de Akeem Olajuwon y principe tribal en su Nigeria natal, aunque me da la impresión que a las biografías de jugadores llegados desde el continente africano en aquellos tiempos siempre se les añadía una referencia a su relación con la nobleza de sus respectivos países o grupos tribales) y el languido y lechoso Greg Grant como extranjeros salvando los muebles a última hora gracias a una enorme actuación del príncipe africano (29 puntos y 14 rebotes) ante el Andorra pocas horas después de conocer la muerte de su padre. Aquel era un equipo con muchos jugadores de la casa (o al menos vascos), con los recordados Kepa Segurola, Estanis Ubarrechena y Txusko Oroquieta al frente.

Una vez al año, en Donostia teníamos una cita con el mejor basket. Se celebraba el "Memorial Josean Gasca" en el que Askatuak se enfrentaba con un equipo de primera línea que suponía todo un acontecimiento deportivo de primer nivel en la ciudad. Pudimos ver pasar por el Gasca e incluso por el enorme Velodromo de Anoeta al Real Madrid de los Fernando Martín y compañía, la Cibona de Drazen PEtrovic, el Zalgiris de Sabonis… la creme de la creme de los añorados 80. Pero la atención no solamente se centraba en ver en acción al conjunto invitado. Para esa tan esperado evento anual, Askatuak solía contar con refuerzos para ofrecer un nivel de mayor competitividad. No faltaron a la cita en más de una ocasión dos de los mejores jugadores que han pasado por el basket español en general y por Askatuak en particular. Hablamos de Essie Hollis y Nate Davis, dos enormes aciertos del ojo clínico de Josean Gasca que llegaron a Donostia a finales de los 70. Dos auténticas leyendas de nuestro basket que eran pura poesía. Sus acciones en 1×1, sus tiros imposibles, sus vuelos por encima del aro… algo difícil de olvidar. Dos dioses de ébano que parecían auténticos extraterrestres y capaces de hacer magia en la pista.

Essie Hollis en Baskonia:

Completamente enamorado de este juego, yo y unos cuantos compañeros de clase comenzaríamos a acudir a los encuentros de Askatuak en la campaña 1987-88 (creo recordar que la entrada costaba 100 pesetas de la época), año en el que viviriamos una temporada mágica. A pesar de su eterna modestia económica, el club dirigido por Iñaki Almandoz y entrenado por "Bolitxe" Domínguez completaría una plantilla que ofrecería un excepcional rendimiento.

En la dirección los siempre cumplidores Josean Betolaza y Julen González, en las alas el veterano Kepa Segurola, el tirador Gontzo González, el atlético Iñaki Rodríguez, el potente Koldo Mauraza (jugador que llegaría a jugar en los 3 eprincipales equipos vascos del momento: Askatuak, Baskonia y Caja Bilbao) y el tirador Joseba del Carmen. En la zona, Edu Santos acompañando a las dos figuras del equipo, una pareja norteamericana complementaria e inolvidable: el poderoso Lance Berwald, que posteriormente tendría una longeva carrera en ACB y el superclase Abdul-Jeelani, un ya veterano jugador de 33 años que venía del Caja de Alava y que era autor de la primera canasta en la historia de los Dallas Mavericks en NBA. Berwald aportaba rebote, defensa, garra y un tiro infalible desde 4-5 metros. Jeelani, elegante dentro y fuera de las canchas (había que verlo llegar al pabellón impecablemente vestido de Armani y otras firmas italianas) ponía su talento al servicio de un equipo que se movía al son que él marcaba.

Con estos cimientos, Askatuak completaría una campaña de ensueño en una competición dura y llena de extranjeros de primer nivel, como Terry White (Caja San Fernando), Mike Schultz (Obradoiro), Mike Schlegel y Anicet Lavodrama (OAR Ferrol), Mike y Ray Smith (Mayoral) o Derrick Gervin, hermano menor del mítico Ice Man, que en el Cajasur de Córdoba llegó a promediar nada menos que ¡48.5 puntos! por encuentro. Infinidad de nombres de clubes que me retrotraen a aquella lejana época y que, por desgracia, se perdieron en el tiempo como lágrimas en la lluvia (cita de la mítica Blade Runner): Lagisa Gijón, Tradehi Oviedo, APD Mataró, Lliria, CajaMadrid (el equipo maldito que ese a tener un equipazo, con Toñin Llorente y Nino Morales al frente, siempre se quedaba a un paso del ascenso)….

Muchos momentos para el recuerdo en aquella temporada 1987-88, pero sobre todo aquel encuentro jugado en un Gasca en el que no cabía un alfiler ante el Mayoral Maristas de Nacho Rodríguez y los ya mencionados Smith's que supuso el ascenso a la ACB. Sí, el equipo donostiarra regresaba a la elite del basket español casi una década después, y yo era testigo de primera mano.

El Askatuak de Berwald y Jeelani ante Guadalajara en el Gasca:

Con el patrocinio de la Caja de Guipuzcoa, Askatuak se presentaría en sociedad sin su pareja Berwald-Jeelani y con tan solo la adición del ala-pívot navarro Juanjo Urdiain. Lance firmaría un buen contrato con el BBVA Villalba, mientras que la continuidad de Jeelani sería desechada y el elegante jugador acabaría en el Caja San Fernando sevillano, equipo al que también ascendería a ACB. En su sustitución, llegaba un atlético Kirk Richards que procedía de la liga belga y un jugador con etiqueta NBA, el bigotudo Pete Verhoeven. Este ala-pívot de 2.06 de estatura contaba con nada menos que 6 campañas en la mejor liga del mundo, lo que le suponía una calidad fuera de toda duda y se le exigiría puntos, rebotes y liderazgo. Pero su perfil de jugador poco o nada tenía que ver con lo que se pretendía de él: en la NBA era un consumado especialista defensivo y una pieza valorada por hacer el trabajo sucio… lo suyo no era lo de anotar.

La apuesta fue un rotundo fracaso. Por aquel entonces, a un norteamericano de referencia se le exigía un 20+10 y Verhoeven no era el hombre idóneo para firmarlos. Además, durante la campaña sufriría problemas físicos y durante un tiempo sería sustituido por Jay Bilas, actual analista de ESPN, y que en San Sebastián demostró ser un auténtico suma estadísticas, incapaz de aportar al equipo. Un tipo con talento ofensivo, pero egoista como he visto pocos en una cancha de basket. Era lamentable verlo en media cancha caminando, mientras sus contrincantes se lanzaban sobre su aro al contraataque.

La única temporada que pude disfrutar de la elite del basket español en San Sebastián me dejó un sabor muy agridulce. En una competición ampliada a 24 equipos, no pudimos ver en San Sebastián a los grandes de la liga como el Madrid o el Barcelona, pero si otras atracciones como los vuelos de un joven Ricky Winslow que sustituía a David Rusell en Estudiantes, las bombas de tres puntos del yugoslavo del Puleva Granada Goran Grbovic, los mates de espalda de Claude Riley… pero los resultados no acompañaron al Askatuak, que descendió de categoría tras dar muy pocas alegrías a la afición local. A bote pronto recuerdo victorias contra el Breogán de Manel Sánchez, el Tenerife de Gomelski y Lemone Lampley, el IFA Español de un joven Ferrán Martínez… y poco más.

El descenso fue un duro golpe. Pero mi fidelidad al Askatuak se mantuvo a prueba de bombas. Durante otro lustro, hasta la lenta decadencia del club, seguí acudiendo al Gasca para ver en la cancha a tantos nombres que recuerdo con cariño, como los de Mikel Cuadra, Nacho Herreras, Quini García, Edu Polo, Quino Salvo, Alberto Alocén, Igor Ormazabal, un norteamericano pata negra y superclase como el veterano Charles Pittman, el venezolano Gabriel Estaba, el "loco" Terry White… y un largo etcétera que ocupan un lugar de excepción en mis memorias baloncestísticas.

Sirva este "Historias del abuelo cebolleta" como homenaje para un club legendario, que me permitió disfrutar en vivo de un deporte maravilloso como es el basket. Podía haber hablado de mis primeros contactos con la NBA, de la revistas Gigantes, Superbasket, Nuevo Basket etcétera, de "Cerca de las Estrellas", de mi idolatrado Tom Chambers, de la magia del Larry Spriggs del Real Madrid, del Torneo de Navidad de los blancos, de los increibles concursos de mates que realizabamos mis amigos y yo en canastas de Mini-Basket emulando a los Jordan, Wilkins, Webb, Kersey, Stansbury etcétera, de las decenas de mini canastas-NBA que se colgaban de la pared que destrocé en mi habitación, pero consideraba oportuno ofrecer este espacio a un club pionero, que mereció una mucha mejor suerte. Un homenaje al malogrado Gasca, al luchador Almandoz, a "Bolitxe" Dominguez, a Josean Aldalur, tantos y tantos nombres que hicieron posible situar en el mapa baloncestístico a una pequeña ciudad como Donostia. Un club que a día de hoy sigue luchando contra viento y marea ante las dificultades. Con su equipo senior en Adecco Plata con una plantilla de jugadores de cantera, con equipos formativos en todas las categorías sin apenas ayudas públicas. Una lucha de titanes por la supervivencia, la eterna batalla por la supervivencia. Todo por el basket.

El mate de mi vida (Tom Chambers over Mark Jackson):