El milagro madrileño del Canarias no lo parecía tanto en los primeros minutos: orden, seguridad, confianza y eficacia. Con el orden que da la seguridad de confiar en la eficacia de lo que haces, así empezó el equipo de Alejandro Martínez: sin titubeos. Los tinerfeños prolongaban su estado de gracia en los primeros minutos del choque ante un Joventut atónito. Parcial esperanzador, parcial de Rost: 14-4.
La estela canarista se diluyó entre la locura de un partido de errores no buscados y consecutivos. Allí, en el desenfreno, en lo convulso de un encuentro sin acierto, reina el menos cuerdo, el más atrevido. Ese tren lo conduce con maestría Corey Fisher, que desde el banquillo salió, jugó, anotó y legisló. Su ley no era otra que un parcial de 1-12 que aplicó casi sin oposición, sin la protesta de un cuadro canario que pataleaba en vez de nadar (15-16).
Como nadie en la pista quería la tranquilidad de sus entrenadores, Martínez llamó a Uriz. El navarró salió y trajo consigo aquel Canarias de la sobriedad y el acierto. Su impacto fue inmediato: el Canarias dominó el marcador, Sekulic comenzaba a anotar y los de Badalona no se encontraban en defensa, ni la defesa a ellos (25-18).
La distancia se mantuvo (29-22) hasta que Oliver y Quezada fueron los dioses del tiempo, de los segundos. Tiempo de lujuria, segundos de no parar. Desacierto, desacierto y desacierto. En ese estado de descomposición baloncestística, el Canarias cayó, el Joventut se levantó y se fue al descanso como un cazador que respira en el cuello del cazado (31-30).
Los locales sabían la fórmula y la compraron tras el descanso: defensa y Uriz al mando. En ese panorama, ni Corey, ni Albert, ni Manny; tampoco Fisher, Oliver ni Quezada. Esa ausencia fue una suerte de presencia para los canaristas, que transformaron con encanto un 36-33 en un 48-36. Salva Maldonado pidió el tiempo muerto con celeridad.
Uriz tuvo su descanso y Fisher vio su oportunidad para resurgir. Con más talento que casta y con más individuo que equipo, el neoyorquino encontró acierto en las mallas del aro rival. Sin embargo, Sekulic respondió a su revolución pulverizando a los interiores catalanes. Nadie paraba a Fisher como nadie paraba a Sekulic. Polos positivos se anulan y ventajas se mantienen ante el último cuarto (55-44).
A su superioridad manifiesta, el Canarias sumó su acierto exterior. Heras con un triple era el ejemplo que finiquitaba y casi enterraba al Joventut (68-54).
Allí llegó el miedo, el temor, o como Corey Fisher puede ganar él solo un partido. El exterior visitante tomo la batuta y creó un parcial de 0-11. Aquello fue tan brutal, que la remontada parecía posible. Nadie podía con Fisher y nadie del Canarias podía levantar la cabeza para anotar. Blanco clavó un triple sobre la bocina, pero Fisher estaba ensimismado en su hazaña y materializó un dos más uno (71-68).
Posesión del Canarias, posesión perdida, tiro fallado. Turno para el Joventut con casi tres segundos por jugar y tres puntos para empatar. El tiro último de Oliver tocó y no entró. El Canarias respiró, Fisher se quedó en un casi héroe y el electrónico no cambió: 71-68, victoria local.