Allá donde no lleguen las piernas, que llegue el corazón o la cabeza…o lo que se pueda, ya sea físico. Ya sea espiritual. Esta no es cita de este escribidor, sino del entrenador que ha traído al Real Madrid a la excelencia. A la cuasi perfección como norma. Un axioma para afrontar el último escollo, ahora que se encienden, también para las grandes plantillas, las luces de la reserva física. 

Tres cuartos de lo mismo de lo que busca el dueño del banquillo contrario. Aquel que bajara de las montañas para arreglar el desaguisado del Palau y dejara los esquís para reconducir, esta vez sí, la travesía desértica de los del blau i grana.

Una batalla de lo físico para nivelar o empezar a desequilibrar finales, después de seis partidos disputados, mucho en lo táctico mirado y todo en lo técnico jugado. Con todo aquello más que masticado, se encomendaban Pesic a lo físico. Laso, casi que a lo espiritual o a lo que hiciera falta.

Aunque para poco de lo subjetivo estaba este Barça Lassa, desarbolado en el primer partido de estas series finales en un partido impropio, dado como se venía el equipo catalán en los últimos tiempos. De entrada, dos tazas de defensa blanca; un tapón de Tavares sobre la bocina y violación de 24 segundos para subir, con las piernas frescas, el listón de lo físico. Pero este Barça era distinto desde la primera jugada, mucho más vertical e incisivo que el sábado. Ribas ponía el 4-9 a la vez que se llevaba un golpe en las mazmorras de los bloqueos indirectos. No cabía espacio hoy para lo espiritual….Heurtel ponía otra estaca a la contra para que Laso ya todo lo tuviera que parar, sin poder esperar al tiempo de TV: 7-13 min. 7. Tras su rifi rafe con Rudy, ponía Pesic a nuevos actores en la cancha para seguir estirando su ventaja. Smits, uno de los nuevos, instalaba máxima de dobles dígitos y lo peor para los locales, dejaba al Madrid en unos pírricos once puntos en el primer cuarto (11-17). Pura cuestión de piernas para empezar a dominar la jugada.

Hanga, uno que va sobrado de zancas, le ponía un soberano gorro a Taylor para seguir marcando el camino, mientras que aparecían, por fin, gotas de talento.

Como las que se le caen a Heurtel de las manos o las que salen de la tripita incipiente de Thompkins. Con todo ello, seguía mandando el Barça, ahora que el anotador en la mesa tenía más trabajo. Ayón, otro que en los últimos tiempos ha cambiado su espiritualidad, hacía un 2+1 con antideportiva para acercar algo a los suyos. Se repetían cánticos de febrero en las gradas, mientras Heurtel se paseaba por la defensa blanca para irse ya a los diez puntos. Sudándolo absolutamente todo y con Laso leyendo la partida que se le proponía, Carroll dinamitaba el Wizink con dos triples que le daban a todo la vuelta (29-27 min. 18). 10-0 de parcial para darle cabeza a esto. Pero aquella disposición de jugadores tenía que penarle al equipo de casa y por fin, en el tercer ataque, aprovechaba Claver su superioridad sobre Carroll para, con cinco puntos seguidos, seguir manteniendo la ventaja al descanso del color del azul y del grana (29-34). Pocos puntos y mucho barro. Nunca le ha gustado bajar a las trincheras a este Real Madrid. Es de todos conocido y de los aficionados blancos padecido que cuando la cosa se baja al barro, dejan de aparecer los farolitos blancos. Y ahí es donde Pesic más hurgaba. 

Seguía la cosa exactamente igual después de las cabinas y la primera canasta la hacía Tavares dos minutos y cinco faltas personales después. Todo eran ya piques, pitos y mucho, mucho físico. Un triple de Instant Reply de Oriola y otro de Heurtel ponían la máxima visitante con los dos equipos ya en bonus (33-44 min. 24) Se avecinaba medianoche en el Wizink. No para Heurtel. Un festival de talento para marcarse ya veinte puntos y callar todas las bocas, empezando por las que tiene en casa.

Entraba en barrena el Madrid, demasiado excitado por los de naranja, demasiado extasiado por la magia de Heurtel y enormemente exigido por el músculo azulgrana. Lo intentaban rescatar los blancos desde el tiro exterior, desaparecido ese recurso en la primera parte, para que se vinieran tres triples seguidos que dejaban la cosa, de repente, en 50-55. El ímpetu en el rebote que no negocia Pesic le daba apenas bonus al Madrid para seguir sobreviviendo, a la espera de los diez últimos minutos (53-59). No lo terminaban de rematar los visitantes. Cuánto lo penarían después. !Ay, las cosas de la cabeza!

Sacaba Llull la moto para que entre él y el sobresaliente y mágico partido de Carroll (siempre Carroll) dejaran todo en partido de una canasta (59-61). El escolta de Wyoming ya estaba desatado y todo lo empataba con su cuarto triple. Pero estaba claro que este Barça no era el mismo del sábado. Ahora que Pesic había conseguido no hacer factor a Tavares, siete puntos seguidos sacados desde los fosos de la defensa le daban mucho aire: 62-69 min. 34. Y de repente, salía el de Cabo Verde para hacer pareja con Felipe Reyes en el juego interior, ahora que todo lo cambiaba en defensa el Barça. Cinco puntos de pura clase de Pangos ponían medio empate en la eliminatoria (65-74 min. 37). Por suerte, no todo es físico en esto.

Lo intentaba Llull con sus mandarinas, pero ya el Barça lo había todo trabajado para igualar la eliminatoria. O casi. Más aún cuando las repeticiones, otra vez las dichosas repeticiones, le daban una bola definitiva al equipo catalán y una excusa perfecta a la grada para gritar. Y cuando estaba todo perdido, cuando no quedaban ya piernas, aparecía lo que en la previa pedía Laso, la corazonada. Y de eso, este Madrid anda sobrado. Con el Barça jugando a no perder, aparecían los triples imposibles, las pérdidas blaugranas y se hacía cada vez más grande el corazón blanco…

He aquí la secuencia: Tavares hacía un tiro libre para dejarlo en 69-76 y desfile de público circulando por los pasillos del Wizink directos a casa. Randolph, ya en el último minuto hacía su primer triple en siete intentos y lo acercaba todo a dos posesiones (72-76). Claver sentía toda la presión que ha vivido durante su carrera para dejarse un tiro libre en la siguiente posesión y el canguelo se hacía aún mayor cuando no conseguían ni poner el balón en juego desde la banda. Llull, el símbolo del corazón, no perdonaba desde el tiro libre, lo mismo que Heurtel, para continuar en 74-79 a falta de 21 segundos. Randolph, ahora ya con el viento a favor y el reloj en contra, hacía otro triple y Claver volvía a ver la vida pasar antes de repetir error desde el 4,60. De repente se veía a un triple el corazón madridista. Otra vez, el 23 blanco metía el primer tiro libre de la falta de Hanga de medio campo. Nunca sabremos si el segundo lo lanzó a fallar, pero el más listo de casi todas las clases, Rudy Fernández, aprovechando los resquicios del reglamento y lo afilado de las repeticiones, se hacía con el rebote que ni Singleton ni Smits consiguieron atrapar, para que Llull le regalara una de sus mandarnias a Carroll, quien con dos segundos para el final y todo el tiempo del mundo para tirar, clavara el triple de la remontada y seguramente de la final. Se extasiaba el Wizink con sus héroes, en la segunda ventaja madridista de todo el partido. Y es que allí donde no llegan las piernas, sólo queda el corazón. Y la mala cabeza, claro.