Los clásicos no hay que jugarlos, hay que ganarlos. Esta frase, célebre en tierras argentinas, podría describir perfectamente muchos clásicos en la historia del deporte. Partidos trabados, rústicos, con dosis extra de motivación pero también de nerviosismo. Son muchísimos los factores que alimentan esta frase, aunque no siempre deba ser así.

 

El Barça decidió romper con ese mito, con esa frase que tan poco gusta a  los amantes del buen básquet y dio un clínic. Por el qué, pero sobre todo por el cómo. Por más buena que pueda ser la planificación de un partido, lo realmente importante es cómo se ejecute. y por eso hoy los de Pesic se pueden ir a casa más que satisfechos (13-5 min. 7).

 

Muchos actores y muchos papeles que cubrir, aunque todos con el guión bien trabajado desde casa. Hanga, ese casi base que tapa huecos, hoy mereció que le digan base con todas las letras. Pulió casi a la perfección sus carencias en la ofensiva y fue una máquina de tortura para un Campazzo enloquecido. El argentino se vio sobrepasado por la excelente defensa del húngaro y demostró síntomas de resaca de la jornada europea de la semana.

 

 

La defensa, ese bendito fetiche de Pesic, hoy le dio la razón. Por más acierto ofensivo que haya demostrado hoy el conjunto culé, la base estuvo atrás. Bajar el culo, eso que tanto piden los entrenadores de formativas, debe haber sido la frase que más escucharon los jugadores durante la semana. A base físico e inteligencia, se encargaron de hacer caer al Madrid en la telaraña defensiva que había montada en el Palau liderada por el trió Higgins-Claver-Hanga (45-36 min.23)

 

Deck, una de las grandes sorpresas del madrid este año, sufrió al igual que ‘El Facu’ una defensa excelsa del recuperado Víctor Claver. Omnipresencia como descripción general, templanza como adjetivo específico. Esto desprende el ‘30’ culé cada vez que abre sus brazos. Uno puntea un triple, el otro corta líneas de paso como el cuchillo de un carnicero. Paradójicamente, dos jugadores de luz y sombra como Thompkins y Randolph fueron de lo más regular del Madrid, maquillando los problemas que tuvo el conjunto de Laso para encontrar tiros cómodos (69-55 min.34).

 

El talante bajo y la mirada fría son los mejores acompañantes para el instinto asesino que demostró Mirotic hoy. Con la mente hipermotivada y el corazón latiendo al mismo ritmo que lo hizo el Palau durante todo el encuentro, el montenegrino dejó claro que vino al Barça para esto, para ser el eje fundamental de un equipo aspirante a todo. Tuvo la calma que le faltó en otros encuentro y apareció cuando más lo necesitaban.

 

 

Los dos revulsivos de lujo, una vez más, respondieron al nombre de Malcolm Delaney y Kyle Kuric. El primero, complicado por faltas durante la primera parte, tuvo un momento explosivo con ocho puntos casi seguidos. Kuric vio sus mejores minutos en el segundo período, tomándole prestado el cartel de shooter a Jaycee Carroll (83-63 min.40).

El Barça, más que nunca, salió a jugar el partido con la convicción del trabajo previo y del hambre de victoria. Dejó atrás lo sucedido en anteriores partidos y tuvo siempre la victoria como objetivo primordial. El conjunto culé derrumbó ese mito de que los clásicos no hay que jugarlos, sino ganarlos, demostrando que se pueden hacer ambas cosas para el delirio de su gente.