Adiós a Anthony Mason, un jugador hecho a si mismo
- igorm
Malos tiempos para los nostálgicos de la NBA. Si hace breves fechas era Jerome Kersey el que nos dejaba de forma prematura, ahora volvemos a teñir esta página de luto en memoria de Anthony Mason, que tras luchar por su vida durante dos semanas después de sufrir un ataque al corazón ha fallecido a los 48 años de edad.
Mason es un claro ejemplo de jugador que tuvo que recorrer su propia travesía por el desierto hasta lograr tocar el cielo en su carrera profesional. Formado en la Tennessee State University, en la que promedió unos espectaculares 28 puntos, 10.4 rebotes y 3 asistencias por partido en su año senior, fue elegido en la 3ª ronda del draft de 1988 por los Blazers (elección 53). No logró una plaza en el roster de los de Oregón y empezó un peregrinaje por Turquía (Efes Pilsen), Venezuela (Marinos de Oriente) y las ligas de desarrollo norteamericanas como la CBA (Tulsa Fast Breakers) o la USBL (Long Island Surf). Incluso estuvo en un tris de disputar la ACB con la camiseta del extinto CajaBilbao. En ese tiempo lograría un par de contratos temporales con los Nets (21 partidos) y Nuggets (3 partidos), pero su participación en el juego sería muy marginal.
La oportunidad de su vida llegaría en el verano de 1991, cuando se ganó con el sudor de su frente un contrato con los New York Knicks. Este desconocido ala-pívot de corta estatura (2.01), físico poco estilizado y de juego heterodoxo y poco estético sorprendió a toda la liga aquella temporada. Mason había entrado duro en verano llegando a ganar 20 centímetros de salto vertical. Pat Riley le dio la responsabilidad de ser el hombre de refresco de uno de los jugadores más duros de la Liga, Charles Oakley. Y Mason respondió al reto. Con 7 puntos y 7 rebotes de media ofreció intensidad defensiva y trabajo, mucho trabajo, en aquellos Knicks del Ugly Ball. Durante las siguiente temporadas Anthony Mason siguió cumpliendo con el rol de 6º hombre de la plantilla, ganando temporada tras temporada peso en el equipo. Además de su característica lucha e intensidad, su juego iba ganando en aspectos como el pase y el tiro de media distancia. Disputaría con los Knicks las finales de 1994 y en 1995 sería galardonado con el premio al mejor 6º hombre de la Liga, merced a sus 9.9 puntos, 8.4 rebotes y 3.1 asistencias por encuentro en la temporada 1994-95. A partir de esa campaña, dejaría el banquillo para ser titular habitual.
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En 1996, los Knicks lo traspasarían a los Hornets, junto con Brad Lohaus, a cambio de Larry Johnson. Con los Hornets completaría 3 grandes campañas. Especialmente brillante sería la temporada 1996-97, en la que promediaría 16.2 puntos, 11.4 rebotes y 5.7 asistencias, números que le valdrían ser incluído en el 3º Quinteto Ideal de la Temporada, además de estar presente en el 2º Quinteto Defensivo de aquella campaña. Era ya un estrella de la liga; alejado de la espectacularidad de otros grandes nombres de la NBA, era un jugador consistente, tremendamente versátil y muy productivo. Una estrella distinta, heterogenea y pintoresca. Poco estético, poco atlético, pero con una garra y una fortaleza a prueba de bomba.
Más tarde llegaría Miami (franquicia con la que llegó a disputar en All-Star de 2001) y los Bucks, donde acabaría su carrera en 2003, con 36 años, ya fuera de forma y con sobrepeso evidente. Sus genes son llevados en la sangre por sus dos hijos, Anthony Jr (2.01/27 años, actualmente jugando en el Apollon chipriota) y Antoine (1.85/22 años) jugador de la Universidad de Auburn).