Campeones Inesperados (I)

Washington Bullets, 1978

Los Washington Bullets habían sido una potencia de la NBA durante toda la última década. Desde la llegada del orondo Wes Unseld a la franquicia, entonces en Baltimore, 10 años atrás, los Bullets siempre habían contado entre los aspirantes al título, pero nunca lo habían logrado. En dos ocasiones se habían plantado en la final, frente a Milwaukee en 1971 y frente a Golden State, ya como Washington Bullets, en 1975. En ambas fueron derrotados por el mismo resultado: 4-0.

Lo peor de todo es que parecía que el arroz ya se les había pasado. A comienzos de la temporada 77/78 aún contaban con su estelar, pero ya muy veterana, pareja interior: Wes Unseld y Elvin Hayes. Unseld y Hayes eran dos tipos totalmente antagónicos, a la par que complementarios, tanto en su forma de ser como en su forma de jugar a baloncesto. Unseld era un center bajo y muy fuerte, gran reboteador, defensor y jugador de equipo. Hayes, por su parte era un extraordinario anotador, a menudo acusado de individualista. En sus mejores temporadas no habían sido capaces de liderar a los capitalinos al triunfo; ahora, con ambos muy por encima de la treintena, enfundarse el tan preciado anillo parecía casi una quimera.

Otros hombres importantes del equipo eran el versátil y también muy veterano alero Bob Dandridge, el también alero Mitch Kupchack y los bases Kevin Grevey, Phil Chenier y Larry “Libélula” Wright. El entrenador era el siempre extravagante Dick Motta. Pese a que no se esperaba un récord espectacular, la temporada regular fue muy mediocre consiguiendo únicamente 44 victorias, muy por debajo de los registros de los últimos años, lo cual no hacía sino confirmar la aparente caducidad del proyecto. Por supuesto, no estaban incluidos en ninguna quiniela para ganar la liga.

La historia en play-offs fue totalmente distinta. Tras derrotar a Atlanta en primera ronda, se impusieron contra todo pronóstico a San Antonio y Philadelphia por sendos 4-2 y se plantaron, ante la sorpresa de todos, en la final, donde su rival iba a ser Seattle. Al igual que los Bullets, los Sonics habían llegado a la final sin que nadie se lo esperara, si bien la lesión de Bill Walton había allanado el camino en el oeste, toda vez que sin su gran estrella, Portland dejaba de ser el gran favorito en aquella conferencia. En cualquier caso, los Sonics apenas habían conseguido 47 victorias en temporada regular; no es de extrañar que las malas lenguas bautizaran este enfrentamiento como “la final de los mediocres”.

Lo cierto es que, mediocres o no, Sonics y Bullets ofrecieron una emocionante e igualadísima final que acabó decantándose del lado capitalino en el séptimo y definitivo encuentro.

Unseld, por fin, tenía su título coronado con el MVP de las finales. Motta, por su parte, dejaría una gran frase para la posteridad: “La ópera no termina hasta que canta la gorda”.

Houston Rockets, 1995

Habían ganado el título el año anterior, pero el comienzo de la campaña 94/95 no podía ser peor para los pupilos de Rudy Tomjanovich: más derrotas de las esperadas y muchos problemas físicos de jugadores importantes de la plantilla que habían obligado a la franquicia a echar mano de jugadores de la CBA. En un intento de dar la vuelta a la situación, traspasan a su segundo mejor jugador, el ala-pívot Otis Thorpe, a Portland a cambio de Clyde Drexler. Este traspaso generó un montón de críticas, pues descompensaba enomermente la plantilla. Sin poner en duda la inmensa calidad de Drexler, perdían al escudero de Hakeem Olajuwon, quedándose el juego interior muy debilitado. Aparte de que la llegada de Drexler, supuso la suplencia y los problemas del controvertido escolta Vernon Maxwell, que acabó siendo apartado del equipo.

Ni siquiera la gran temporada de Olajuwon pudo cambiar, por el momento, la tendencia a la baja del equipo. Finalmente, lograron 47 victorias en temporada regular, muy lejos de las 62 de San Antonio, las 60 de Utah, las 59 de Phoenix o las 57 de Orlando, que eran los grandes favoritos para suceder a los Rockets como campeones, junto a Chicago, fruto de la vuelta en marzo de Michael Jordan. Houston, quedaba pues en segundo plano.

El primer rival en play-offs era Utah. Los Jazz eran favoritos, pero pronto se vio que Houston era un equipo muy distinto del visto en temporada regular. Un gran partido de Drexler en el quinto y definitivo supuso la primera de las sorpresas que Houston iba a dar a lo largo de la post-temporada. Después vino Phoenix. Los Suns de Barkley parecían vengarse de la derrota sufrida el año anterior, poniendo el 3-1 en la eliminatoria, pero Houston empató la serie y acabó decidiéndola, gracias a un triple de Mario Elie, en el séptimo partido disputado en Arizona. En la final de conferencia el rival iba a ser San Antonio. Se esperaba ver un gran duelo entre los dos mejores pívots del momento, pero finalmente no lo hubo. Olajuwon simplemente destrozó a David Robinson, guiando a su equipo a ganar la serie y poniendo en evidencia a los que habían votado al Almirante como MVP de la temporada.

En las finales esperaban los jovencísimos Magic de Shaquille O´Neal y Penny Hardaway. Visto lo visto en el oeste, ya no cabía hablar de favoritos. El primer partido disputado en Orlando iba a resultar clave. Los Magic llegaron a ganar de más de veinte puntos, pero Houston remontó e igualó el partido. Con tres arriba para Orlando y pocos segundos para el final, Nick Anderson dispuso de hasta cuatro tiros libres para sentenciar el partido, pero no anotó ninguno y un triple de Kenny Smith mandó el partido a la prórroga donde los Rockets se alzaron con el triunfo.

No tuvo más historia la final. Orlando no se recuperó del golpe sufrido en el primer partido y nada pudo hacer ante los Olajuwon, Drexler, Horry, Cassell y compañía que ganaron con comodidad los tres siguientes partidos certificando el re-peat. Tras verse tantes veces contra las cuerdas y acabar finalmente con el anillo en su mano, Tomjanovich sentenció: “Nunca subestimes el corazón de un campeón”.

Detroit Pistons, 2004

Detroit era un equipo en claro crecimiento a comienzos de la temporada 2003/2004. Habían ganado los dos últimos años el título de división logrando 50 victorias y tenían un buen bloque donde destacaban los anotadores exteriores Chauncey Billups y Rip Hamilton, y el pívot Ben Wallace, una maquina reboteadora y defensiva. Por otro lado, esa campaña se hacía con las riendas del banquillo el entrenador Larry Brown. No obstante, pese a la buena pinta del equipo, nada hacía pensar en ellos como aspirantes al título. Ni siquiera cuando mediada la temporada adquirieron al jugador que iba a dar el espaldarazo definitivo al equipo: Rasheed Wallace.

Los Pistons, a pesar de ver como el título de la división central volaba a Indiana, mejoraron su registro en temporada regular y se fueron a 54 victorias. Podía ser una buena oportunidad para mejorar también su actuación en play-offs e incluso plantarse en la final. ¿Ganar el anillo? Ni soñarlo. El campeón estaba claro que iba a salir del oeste. Los grandes favoritos, pese a no demostrarlo en temporada regular, eran los Lakers, que a su pareja Kobe-Shaq habían añadido a dos veteranos de lujo como Karl Malone y Gary Payton. En segundo plano estaban los actuales campeones, San Antonio, y Minnesotta. Como mucho se pensaba en los sorprendentes Indiana Pacers, mejor récord en temporada regular, pero incluso un triunfo de éstos se hubiera catalogado como una gran sorpresa.

Detroit se plantó sin mayores problemas en la final de conferencia donde se enfrentaron a los Pacers. En una eliminatoria ultradefensiva, con marcadores bajísimos, los de Michigan se hicieron con el triunfo por 4-2, colándose en la final de la NBA donde esperaban los todopoderosos Lakers de los cuatro magníficos.

Se esperaba que los californianos acabaran con la final por la vía rápida, pero nada más lejos de la realidad. Detroit se impuso en el primer partido disputado en Los Angeles y no colocó el 0-2 por culpa de un milagro de Kobe Bryant en forma de 3+1. En los 3 partidos de Detroit, la superioridad de los Pistons fue incontestable ante la mirada atónita de todo el mundo. Con Malone lesionado, Payton desconocido, Bryant minimizado por la defensa de Tayshaun Prince y O´Neal por la de los Wallace, los Lakers fueron un juguete en manos de Detroit que tuvieron a Chauncy Billups, MVP de las finales, como su mejor jugador en ataque. Pero ante todo, fue un triunfo del bloque, del juego en equipo. Los Bad Boys habían vuelto.