6517_1.jpg_sSeguro que ya conocen aquella cita que promulgaba que los ataques ganan partidos y las defensas campeonatos. Que se lo digan a los Spurs y a los Pistons por un lado; o a los Kings y a los Suns por otro. Pues bien, Doc Rivers parece haber tomado buena cuenta de ella, y sus pupilos dan la sensación de haber asimilado muy rápido el concepto clave para lograr el ansiado anillo: la victoria final parte del éxito en tu propia zona.

Tras ese magistral balance de 20-2 que ostentan los Celtics, hay una clara lectura en este inicio de curso. Un factor muy importante que viendo a los ‘verdes’ resulta tan evidente como inesperado a principios de curso. Los de Boston están pasando por encima de sus rivales gracias a sus continuas exhibiciones defensivas, en lo que supone un magnífico ejemplo de inteligencia en la lectura defensiva, sacrificio colectivo y máxima concentración para evitar la canasta del rival.

Resulta extraño que un equipo que el año pasado sólo consiguió 24 victorias esté ya en disposición, a estas alturas de competición –no llevamos ni dos meses-, de rebasar esa marca. Sin embargo, más extraño aún parece que un equipo con tal cantidad de hombres nuevos -de los ocho hombres más usados por Rivers, cuatro no jugaban en los Celtics la temporada pasada- muestre ese brutal nivel de ajuste defensivo, propio de los mismísimos Pistons del anillo, o de un equipo con un grado de cohesión temporal mucho mayor. Solemos asociar las grandes defensas con sistemas aprehendidos y mecanizados con el paso de los años, por eso llama tanto la atención que en menos de dos meses los Boston Celtics puedan presumir de tan espectacular estructura defensiva.

Lo cierto es que estos Celtics, que han protagonizado el mejor arranque de temporada de la historia de la franquicia y uno de los mejores de la historia de la competición, son a día de hoy el más brillante e impactante entramado defensivo de la NBA, incluso por encima del nivel de la dinastía tejana. Reciben menos de 87 puntos por partido –cinco menos que los Pistons y siete menos que los Spurs-. Pero no es el único dato que asusta a sus rivales, pues un ritmo de juego lento podría propiciar que el citado no fuese un dato lo suficientemente revelador.

Para despejarnos las posibles dudas, el equipo de Rivers deja a sus rivales en unos porcentajes de tiro patéticos. 41% en tiros de campo y 30% en triples. El atasco que produce la ‘telaraña’ de los Celtics sobre los ataques rivales es tal que da la sensación de que éstos siempre toman la decisión equivocada o efectúan un mal lanzamiento. Analizándolo desde otra perspectiva, esa mala opción es la única de la que disponen durante sus 24 segundos de posesión.

El rebote es otro de los aspectos que engrandece el poderío defensivo de la franquicia de Massachusetts, y es que los Celtics son el equipo con mejor balance entre los rebotes capturados y los permitidos de toda la NBA. Este hecho no se debe a que dispongan de dos monstruos del rebote en la pintura, de hecho sólo Kevin Garnett supera ligeramente la barrera de los diez rechaces por encuentro, y ningún jugador más de la plantilla coge más de cinco por partido, sino fundamentalmente a un gran nivel colectivo de atención y colocación a la hora de cerrar el rebote defensivo.

[[{“type”:”media”,”view_mode”:”media_large”,”fid”:”38082″,”attributes”:{“alt”:””,”title”:””,”class”:”media-image”,”typeof”:”foaf:Image”,”wysiwyg”:1}}]]Otro de los aspectos a reseñar en el impacto en su zona de los de Boston es su defensa de las líneas de pase. El buen posicionamiento, la anticipación y agresividad de sus jugadores posibilitan que los Celtics sean el tercer equipo que más balones recupera de toda la NBA. Cinco de sus hombres están por encima de un robo, destacando por encima de todos ellos la inagotable labor de desgaste de Rajon Rondo, una de las claves del éxito defensivo de los de Rivers, y que realiza un constante y eficiente trabajo sobre los directores de juego rivales.

Y es precisamente ése uno de los conceptos fundamentales del éxito de Boston: el desgaste. Podríamos decir con tranquilidad que los cinco miembros del quinteto titular de los Celtics ofrecen una buena seguridad defensiva. ¿Qué consecuencias supone esto? Principalmente, la enorme dificultad de los ataques para debilitar parcialmente el sistema defensivo y obtener una buena situación de tiro, ante la imposibilidad de encontrar un punto débil en el entramado.

Además, la lectura de la defensa de ayudas es soberbia, y los posibles desajustes existentes se suplen con el despliegue físico de todos sus hombres, que llevan a cabo un gran balance defensivo que reduce drásticamente las opciones de ejecutar con efectividad un juego de transición por parte de los rivales. Ante los Celtics, las canastas fáciles se ven reducidas hasta la mínima expresión.

Y sí, dije bien cuando me refería a todos sus hombres. Y es que Kevin Garnett, Paul Pierce y Ray Allen son los primeros en mostrar su compromiso con la causa defensiva, y están demostrando un magnífico grado de adaptación al sistema, para beneficio de jugadores, cuerpo técnico, aficionados… y resultados.

Garnett, Pierce y Allen, pilares fundamentales de las posibilidades de anillo de los Celtics, han visto como sus números individuales se han limitado. Sin embargo, los tres están entendiendo y aplicando su rol a la perfección, y sólo usan sus destellos, sus puntos máximos de nivel, en ocasiones puntuales que desequilibran la balanza.

También cabe reseñar que los Celtics están mostrando una suficiencia muy significativa para controlar los partidos desde su propia exigencia defensiva. Común es en el equipo de Rivers que, ante tesituras igualadas, suban un grado más su nivel de intensidad en su zona y anulen al rival, provocando rotundos parciales que ayudan a romper los encuentros. A pesar incluso de la sensible baja de Ray Allen en los últimos encuentros, el nivel no ha descendido, y es que la clave de la victoria sigue siendo la misma: el poder defensivo del bloque. Estos Celtics están ganando los partidos cómo y cuando quieren.

El papel de los secundarios en este éxito es, como se presuponía a principios de temporada, muy importante. Desde la progresión de los jóvenes Rajon Rondo y Kendrick Perkins, hasta la solvencia que muestran desde el banquillo hombres como Eddie House, James Posey o Tony Allen; pasando por la grata sorpresa que ha supuesto el rendimiento del pívot novato procedente de Louisiana State Glen Davis, quien está aprovechando los minutos de los que dispone y va mostrando buenas maneras bajo los aros. El gran rendimiento de todos ellos supone un magnífico complemento a la sólida base que forma el ‘Big Three’, y de ese nexo nace, inevitablemente, el secreto de rendimiento de la franquicia de Boston.

Los Celtics, a todo esto, van en progresión de un registro espeluznante, y los aficionados del TD Banknorth Garden han podido presenciar ya el mismo número de victorias que en todo el curso pasado: doce. De hecho, el conjunto dirigido por Doc Rivers es el único que aún no conoce la derrota en su cancha. Es el primer paso para que los rivales sientan, en un futuro no muy lejano, esa presión añadida que suponía visitar el Garden para medirse a los Celtics de Bird, el último gran equipo que pudieron disfrutar por Massachusetts.

En sus comparecencias ante los medios, Doc Rivers resta importancia al balance de los suyos, y se dedica a valorar positivamente la mejoría diaria en la cohesión de su bloque. “El récord está muy bien, es muy positivo y todo eso, pero realmente no es nuestro objetivo”, reseñó el técnico de los Celtics hace unos días en el “Chicago Sun Times”. Quiera reconocerlo o no, el Entrenador Jefe de Boston camina con paso firme hacia la segunda distinción como Entrenador del Año de su carrera; y su equipo hacia algo muy serio.

Puede parecer pronto pero, por si acaso, no olviden la cita mencionada al principio.