En la parte final de la temporada, son habituales los comentarios sobre si tal o cuál franquicia está haciendo tanking.
Se denomina así al interés en sumar un mayor número de derrotas, perdiendo posiciones en la clasificación y consiguiendo mayores opciones de obtener una mejor posición en el draft.
¿Es algo que suceda de forma habitual? ¿Es justificable? Nuestros colaboradores opinan sobre el tanking y repasan algunos de los casos más conocidos en la NBA
Gonzalo Vázquez
Salvo la Serbia posterior a 2003 nunca he reconocido estar ante un partido en el que sus integrantes dejan de competir. Nunca. Y se me agolpan los recuerdos como pruebas. Sin ir más lejos el Oklahoma-S.A. de anoche o el Atlanta-Minnesota del año pasado, un ejemplo perfecto de cómo un equipo completamente hundido se dejó el alma por ganar su tercer partido del año sin éxito. Los Heat del último tercio del curso pasado fueron acusados de todo. Y sin embargo eran perfectamente visibles los sacrificios en pista de los Quinn, Barron, Johnson, Ahearn o Lasme, jugadores con el único objetivo a cada segundo de ganarse un hueco en esa liga.
Otra cosa bien distinta es que desde arriba se decida apartar a la estrella o disponer descansos (Clippers ‘06) o rotaciones de circunstancias para no forzar un máximo porque se estime innecesario. Pero yo no formo parte de ningún despacho ni me interesa más que lo que veo en la pista, básicamente jugadores. Jugadores que no lanzan a fallar ni dejan pasar a su par con una palmadita en la espalda. Jugadores que no ceden el rebote ni se alegran por una falta señalada. Más grave me pareció siempre forzar una autocanasta para perder un partido y que esa decisión sea aplaudida por generaciones como genial y legendaria. Eso es perder objetivamente un partido. Y no delirios a caballo entre la prensa y los despachos para optar a una lotería que, a fin de cuentas, permite al peor equipo de la NBA contar con el 75 por ciento de probabilidades de perder al mejor jugador del draft. Todo eso sin contar las encarnizadas batallas por optar a la última plaza de postemporada, para entrar como octavo y esperar al mejor equipo de Conferencia, con el que aguarda una derrota segura. En suma, no creo en la derrota a voluntad
Meej
Me encanta el olor del tanqueo por la mañana. “Tanking”, la práctica de perder partidos deliberadamente (o, al menos, sin esforzarse demasiado no vayamos a ganar y la liemos) es tan antigua como los juegos de azar. De hecho, la NBA introdujo el “cara o cruz” para que los dos peores equipos se jugaran el nº 1 para evitarlo, con efectos hilarantes. En 1983 los Houston Rockets estuvieron a un tris de conseguir las elecciones correspondientes a los dos peores equipos (la suya propia y la de los Cavs), y a pesar de conseguir los números 1 y 3 en 1984 volvieron a tanquear con tanto ímpetu que repitieron número 1. Fue entonces cuando al comisionado se le hinchó la vena de la frente y se introdujo la lotería que tras muchas modificaciones es la base del sistema actual. Además del reclamo del draft, que ha producido tanqueos generalizados en los años en los que se presentaban estrellas como Olajuwon, Ewing, Duncan o James, hoy día otro factor que influye es la reglamentación salarial. Hace difícil cambiar la estructura básica de un equipo sin aplicar una bola de demolición, y muchos de los equipos que han probado un camino menos drástico se han terminado quedando en tierra de nadie. ¿Qué nos deparará el futuro? No lo sé, pero veo improbable (casi imposible en tiempos de crisis) que la NBA prescinda de los topes salariales que tan buen resultado han dado, y tampoco cabe esperar que los aficionados dejen de perder interés por clubes que no prometan aspirar a la victoria futura. Por antiestético que resulte, no veo manera de deshacernos de esta tanqueta feúcha
Juan Carlos Serrano
Bien que se lamentan de lo del 97 porque era ideal. Un tipo tan académico como Duncan hubiera resultado perfecto en Boston. Pero lo cierto es que no estaba tan claro el perfil legendario que luego ha trazado. Apuestas infalibles casi sólo salen una por década, tipo Shaq o James. Por ellos sí que merece la pena todo. El problema es que surgen las tentaciones cada año por desequilibrios como el del próximo Draft, con un abismo entre Griffin ¿o Rubio (esperemos que se marche para estar al nivel que le corresponde)? y el resto. Cuesta no sucumbir a la tentación, que no todos los equipos tienen un Pat Williams para representarles en el sorteo sin las lógicas suspicacias. Pero como demuestra el primer ejemplo, más que perder conviene esperar acontecimientos moviéndose en el escenario que te corresponda: protegiendo la salud de los veteranos (véase el dramático ejemplo de Garnett en Minnesota) y/o siguiendo adelante en función del mayor o menor ímpetu de tus jóvenes (Oklahoma anoche). Y poner a los GM a pensar todos los casos posibles, soñando con marcarse un Pritchard esa noche. Por ejemplo, con ese Tyreke Evans tan LeBroniano que podría venir muy bien.
J.R.Sanchís
Tengo amigos futboleros que no entienden la necesidad de una liga regular en el baloncesto cuando todo se decide en los playoffs. Uno intenta seducirles con que en la liga regular los equipos luchan, unos, por estar entre los ocho mejores y otros por evitar el descenso. Entre los agraciados con el premio de la segunda fase existe una lucha añadida por conseguir una posición elevada en la tabla que les garantice unos cruces asequibles. Al final, además, está el premio de las competiciones internacionales.
En la NBA se me hace más complicado venderles el producto. No existe Euroleague, en vez de Copa hay anillo, nadie baja a no ser que desaparezca –o se traspase- por cuestiones económicas y, lo más fuerte, muchos luchan por no pasar a la siguiente ronda. Intento explicarles que no es por ahorrarse dinero en los desplazamientos. Después de una cuarentena de desplazamientos no va de unos cuantos más…Intento convencerles de que muchos equipos buscan quedar lo más atrás posible para hacerse con los servicios de los mejores jugadores universitarios que participarán en un sorteo llamado draft. No entienden que alguien se deje perder para fichar a alguien que no siempre les va a salvar en la próxima temporada.
Yo tampoco entiendo que en un deporte de competición se compita para quedar el último. Del mismo modo que algunos equipos se desprendan de buenos jugadores para algún día fichar a un posible agente libre que posiblemente elija jugar en ese equipo por una desorbitada cantidad que pueda obligar al conjunto en cuestión a volver a vender jugadores.
Xesús Serrano
Pocas veces me ha gustado tanto el sorteo de la lotería como en el 2007. La lesión de Pau dejaba a los Grizzlies sin recursos para la lucha por el playoff y las cosas empezaban a torcerse, mientras Fratello volvía a la televisión y el equipo encadenaba derrotas sin parar. Algo parecido sucedía en los Celtics, e incluso algún jugador de la plantilla comentaba que habían sucedido “cosas extrañas”. Y todo para ver cómo ambos se quedaban sin la posibilidad de escoger a Oden, Durant o Horford. Quizás desde que en el 93 los Magic del novato Shaq realizaban una gran temporada y se quedaban sin los playoff tras tener que acudir los diferentes criterios del desempate con los Pacers, consiguiendo el premio del número 1 -con el que podrían elegir a todo un Chris Webber- ante la desesperación del resto de la liga no me divertía tanto.
Es habitual -no tanto como se vende en ocasiones, eso sí- ver en algunos equipos cómo se alargan las ausencias en las lesiones, cómo se exageran las rotaciones durante los partidos sin excesivo interés o cómo se piensa desde la afición en posicionarse para la lotería, y pocos errores más grandes creo ver en una franquicia. Porque las derrotas no son la mejor forma de llegar al éxito, más cuando hay que afrontar un sorteo y un mayor número de partidos perdidos sólo tienen como significado unas mínimas variaciones en los porcentajes para posicionarse en la lotería.
Y porque la mejor forma de que los jóvenes progresen es competir al máximo. Siempre.