El límite salarial que rige la NBA provoca, entre otras cosas, que el valor de un jugador sea en realidad una compleja mezcla entre su valor "real" como jugador y su tipo de contrato. Esta circunstancia es secundaria en muchos casos, pero a veces genera situaciones extremas hasta el punto de que un jugador puede acabar siendo más valioso si está sobrepagado que si no.
Pero empecemos por el principio.
El de la foto de abajo es Keith Bogans, un jugador de baloncesto que lleva 11 años como jornalero por la NBA.

Bogans ha pasado por 8 equipos, y nunca ha durado 3 temporadas seguidas en el mismo. Siendo escolta, nunca ha sido capaz de promediar en una temporada 10 puntos, ni 2 asistencias, ni siquiera de pasar del 41% en tiros de campo. Desde 2008-09, Bogans no es capaz de llegar a los 5 puntos de media por partido.
En resumen, Bogans es desde cualquier perspectiva estadística un jugador del montón, pero sin embargo ha seguido teniendo trabajo en la NBA debido a su valor como especialista defensivo, y su relativa efectividad en el lanzamiento de tres puntos. Básicamente, Bogans se dedica a realizar el trabajo sucio en defensa, y a esconderse en una esquina en ataque con la doble finalidad de abrir el campo a sus compañeros y evitar estorbarles. Quizás la estadística más sorprendente de su carrera es que, pese a todas sus limitaciones ofensivas, Bogans ha sido titular en casi la mitad de los partidos que ha jugado en la NBA.
Retrocedamos por un momento al verano de 2013. Bogans acaba de terminar su contrato con los Brooklyn Nets, y el futuro está negrísimo. Sus 33 años marcan la cuesta abajo de sus habilidades, y su valoración estadística es la peor de su carrera (su Player Efficiency Rating es un pírrico 6.7, siendo 15 la media NBA). Llegados a este punto Bogans sólo puede soñar con que algún equipo NBA que valore su experiencia y profesionalidad le ofrezca un contrato mínimo en vez de dárselo a un joven con mejores capacidades físicas y técnicas.
Pero mientras Bogans espera ofertas, su equipo anda en otro negocio. Mikhail Prokhorov, el propietario ruso de los Brooklyn Nets, quiere convertir a su franquicia en aspirante instantáneo al anillo y decide marcarse un particular All-in: intentar obtener de los Celtics a los veteranos Paul Pierce y Kevin Garnett. Esto es, a los dos mejores jugadores Celtics de la época post Larry Bird. Los Celtics ponen un precio altísimo a la salida de Pierce y Garnett en lo que se refiere a rondas futuras de draft a recibir, pero los Nets aceptan. Sólo queda un pequeño detalle: Boston quiere deshacerse del contrato de Jason Terry, pero a los Nets les faltan herramientas para hacer esto posible.
Es necesario entender aquí un aspecto concreto del complicadísimo sistema salarial que rige la NBA. Cuando dos equipos acuerdan un traspaso por encima del tope salarial, el sueldo total de los jugadores involucrados tiene que ser más o menos igual en ambas direcciones. Así, para que los Celtics puedan deshacerse de Terry, los Nets tienen que enviar hacia Boston algún jugador (o jugadores) que vayan a cobrar alrededor de 5 millones en la temporada 2013-14. ¿El problema? No hay ningún jugador de Brooklyn bajo contrato que cumpla esas características.
Ahora bien, hay un agujero por el que escurrirse. Y es que cuando un jugador NBA termina contrato, y en el caso de que lleve al menos 2 temporadas seguidas con el mismo equipo, la franquicia puede ofrecerle una renovación medianamente sustanciosa aunque el equipo esté por encima del límite salarial (es lo que se suele llamar early-Bird rights).
Por este resquicio Nets y Celtics ven el cielo abierto, pues Keith Bogans está justamente en esta situación. Así, todo el mega-traspaso de Pierce y Garnett a Brooklyn acaba colando a nivel salarial del siguiente modo: los Nets dan a Bogans un contrato de casi 16 millones por 3 años, e inmediatamente mandan dicho contrato a Boston. La suma es disparatada. Bogans había cobrado 850.000 dólares en 2012-13, andaba buscando un contrato mínimo para 2013-14 y nunca había llegado a ganar 3 millones de dólares en una temporada en toda su carrera.

Pero el affair Bogans no acaba ahí.
Dos días más tarde, el 27 de septiembre, los Cavs mandaban a Bogans junto con una elección de segunda ronda a Philadelphia. Esta operación era posible porque los Sixers están muy por debajo del tope salarial, y así la regla general de mandar salarios equivalentes en dirección a Cleveland no se aplica en este caso. Además, los Cavs conseguían una excepción de traspaso de 5,3 kilos. Esto es, tendrán durante un año a otro No-Bogans fantasma cobrando 5,3 millones de dólares fantasmas, y que llegado el momento (¿febrero?) podrán traspasar a cambio de un jugador real que les pueda ayudar a dar un salto de calidad.
La operación era un chollo para Cleveland, pero también para los Sixers.
Pero por encima de todo, para quien la operación podría realmente resultar un chollo es para el propio Keith Bogans. Cuando firmó su contrato, su esperanza de cobrar el segundo año era mínima. Cobrar el tercero, directamente ciencia ficción. No obstante, la situación tan estrambótica de los actuales Sixers hace que no solo sea probable que acabe por cobrar este segundo año entero, sino quizás incluso parte del tercero (sobre el papel, Philadelphia tiene motivos estratégicos para retrasar su traspaso). Más aún, a lo mejor hasta se le pueda ver sobre la pista. Los Sixers son un equipo tan rematadamente joven que una presencia como la de Bogans tanto en el vestuario como sobre la pista les puede dar un contrapunto de estabilidad que ayude a crecer a sus jugadores.
En resumen. El día que Bogans accedió a irse a los Celtics cobrando cerca de 16 millones en 3 años fue el día en que "Keith Bogans, jugador" se convirtió en "Keith Bogans, 11 millones no garantizados entre 2014-15 y 2015-16". Un ejemplo más de la crudeza del mercado NBA, aunque en este caso Bogans pueda secarse las lágrimas con billetes de cien dólares. A fin de cuentas, él sabía perfectamente qué estaba firmando allá por el verano de 2013.