El rey ya tiene dos coronas. Los Miami Heat se erigieron anoche campeones de la NBA por segundo año consecutivo gracias a LeBron James. “The King” demostró una vez más que su talento y su hambre no tienen límite. Los 37 puntos, 12 rebotes y 4 asistencias muestran gráficamente lo que en pista fue un dominio de la situación digno de los más grandes. Leyó la defensa de los Spurs a la perfección, aprovechando que le cerraban el camino al aro para anotar desde la larga distancia, pasando cuando debía y liderando la defensa de los suyos para repetir título y empezar lo que puede convertirse en una dinastía.

A ambos equipos les temblaba la muñeca al inicio del partido. Las defensas estaban bien aposentadas y los nervios ante el séptimo y decisivo encuentro provocó un primer cuarto con muchos errores en ataque y una baja anotación. Tras unos minutos de tanteo, los Spurs tomaron la iniciativa y se adelantaron en el marcador gracias a la insistencia de Kawhi Leonard y el buen hacer de Tim Duncan. Sin embargo, la diferencia era insignificante y al final del cuarto la segunda unidad de los Heat dio el aire fresco que necesitaba su equipo para remontar y ponerse 18-16 por delante gracias a dos triples de Shane Battier y a la energía de Andersen en el rebote ofensivo.

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Dio indicios Miami de despertar al final del primer periodo y así lo reafirmó en el segundo. La maquinaria de los locales empezó a rodar y las transiciones y los ataques se volvieron más rápidos y más eficaces. Sumado a una excelente defensa que ahogaba a los Spurs y a un Dwayne Wade que recordaba al del 2005, los Heat podrían haber aprovechado el cuarto para escaparse en el marcador. Pero más sabe el diablo por viejo que por diablo, y los hombres de Popovich no le perdieron la cara al partido en ningún momento, manteniéndose como mucho a seis puntos de los de Florida y apretando los últimos minutos para llegar al descanso con 46 a 44 en contra y una eternidad por jugarse.

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Después de dos cuartos de fogueo, ambos equipos salieron de los vestuarios con las pilas cargadas. Intercambio de golpes en ambas canastas con LeBron James como protagonista para los Heat. La defensa de San Antonio le flotaba y “The King” se lo hizo pagar: tres triples en el cuarto. Puntos contestados en el otro aro por Kawhi Leonard, que se doctoró con una actuación excelente en el American Airlines Arena, y por Manu Ginobili, que se rehacía del desastroso sexto encuentro dirigiendo al equipo en los momentos más complicados y tomando responsabilidades en anotación cuando era necesario. El tercer periodo acabó con un triple sobre la bocina de Chalmers  que ponía el 72 a 71 en el marcador. Era tan solo el aperitivo de lo que deparaban los últimos 12 minutos de la temporada.

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Épica es la palabra para describir lo que se vivió en el último cuarto del partido. Dos equipos midiéndose de igual a igual con el anillo de la NBA en juego. Los Heat empezaron más enchufados que sus rivales y mantuvieron la ventaja gracias a una defensa agresiva que no dejaba hacer casi nada a los Spurs. Parecía que no habría final apretado, pero la dupla Ginobili-Leonard seguía dándole vida a los tejanos hasta el punto que Tim Duncan tuvo en sus manos el empate a 90 a falta de 40 segundos por jugarse. En el poste bajo y contra Battier, “The Big Fundamental” falló una canasta que mete 9 de cada 10 veces. Así es el deporte. Así es el baloncesto. Para rematarlo, en la siguiente posesión LeBron James anotó desde seis metros para matar el partido y ponerle el broche a una noche descomunal para el MVP de la NBA y de las Finales.

El título se quedaba en Florida, pero los jugadores de los Heat mostraron el respeto merecido hacia los Spurs, un equipo que luchó hasta el último suspiro y que bien pudo haber ganado el anillo en el sexto partido. Los jugadores de San Antonio se marchaban destrozados al vestuario, pero para la historia quedará una de las mejores series que se recuerdan en los últimos años.