Mi equipo de la NBA favorito siempre ha sido Los Angeles Lakers. Crecí viendo repartir asistencias a Magic Johnson, encestar ganchos kilométricos a Kareem, finalizar contraataques de vértigo a James Worthy y aplaudir desde el banquillo a Kurt Rambis (inolvidable con sus gafas negras).
Ese equipo dio nombre al “showtime”. Representaba, en contraposición a su gran rival, los Celtics de Boston, el espectáculo puro, mientras al otro bando habia un conjunto mas austero, mas practico pero de la misma calidad con jugadores estratosféricos como Bird, Parish, McHale, Ainge y Johnson (la historia no le hará la suficiente justicia a este ultimo). Eran dos maneras de entender el baloncesto y yo, como muchos otros, tome partido por el equipo dorado, deslumbrado por su manera alegre de jugar.
Pero ahora, mi corazón esta tomando una tonalidad verdosa. La presencia en la final de esta temporada ha hecho zozobrar mis convicciones y estoy a punto de rendirme por el baloncesto puro que emana de Boston. La ciudad del estado de Massachussets esta completamente volcada con su equipo y eso se nota en el ambiente dentro y fuera del pabellón. Los Celtics han sabido mantener el aura de equipo mítico a pesar de los profundos cambios en la plantilla y la travesía por el desierto huérfano de títulos de las ultimas dos décadas.
Boston es la franquicia con mas anillos (16) y eso le permite jugar con un valor añadido. Para mantener viva la llama del orgullo verde, los Celtics construyeron el nuevo Garden (ahora Northbank Garden) en el mismo sitio del antiguo, justo encima de la estación de ferrocarril de North Station (que permite ir en poco más de tres horas a Nueva York). El color de la tapicería de las butacas es el mismo que el de entonces (color crema) y, lo mas importante, el parquet es el mismo, conservado para permanecer por los siglos de los siglos. Todo esto provoca, en Boston, un sentimiento muy profundo en la afición.
En una ciudad en que se puede ir andando por todo el centro y acceder a pie al Garden, que esta a sólo diez minutos andando del barrio donde vive el excandidato a la Casa Blanca John Kerry (Beacon Hill), todo el mundo es de los Celtics. La afición llena el recinto y empuja a su equipo mas allá de sus posibilidades. Los gritos de “Beat L.A.” (ganad a Los Lakers) retumban con fuerza, mientras los encargados del videomarcador hacen una demostración de como arengar al publico. Un par de ejemplos: fragmentos de la película “Algunos hombres buenos” en que Jack Nicholson hace el papel de malo. El actor es el centro de las iras de la afición que lleva, en muchos casos, camisetas con su rostro y con lemas contra Los Lakers: “L.A. can’t handle the truth” (Los Angeles no puede manipular la verdad). Otro ejemplo: cuando Pierce se retiro lesionado en el primer partido, se monto un vídeo con la música de Rocky en el que se veía a Pierce recuperándose y volviendo a la pista, triunfando.
En Los Angeles todo es diferente. El Staples, a pesar de estar en el downtown de la ciudad, también se llena, pero el publico es mucho mas frío. Allí el principal atractivo son los actores y cantantes, las “celebrities” mientras que el baloncesto parece estar en segundo termino. El concepto es de espectaculo, no de competición como en Boston, en el que este duelo se ha convertido en una obsesión y en algo personal. “Los Celtics han ganado 16 campeonatos, pero el ultimo fue hace mucho. Ahora necesitamos este anillo” me decía convencido un taxista.
Según revelaba Los Angeles Times hace tres días, la mitad de los asistentes al Staples en esta final no eran abonados asiduos, es decir, los socios habían alquilado su asiento para las finales para hacer negocio y poder pagarse el abono para toda la temporada siguiente. Curioso que en el momento que su equipo mas lo necesita la afición prefiere verlo por televisión en lugar de animar. La presencia de aficionados noveles se dejo sentir como nunca en el cuarto partido, en que los Lakers desaprovecho una gran ventaja y cuando tuvo que hacer frente a la remontada de los Celtics no encontró el apoyo necesario de su afición. Una situación que se contradice con lo que me aseguro Kareem: “Nuestro publico siempre aprieta mucho y eso hace que nos ayude a ganar”. Una frase políticamente correcta. El Staples es un recinto modélico, pero no tiene la historia ni el aura del Garden. De hecho, el periodista con mas galones en la NBA procedente de la península en estas finales me aseguro: “En ningún otro pabellón de la liga se me pone la piel de gallina como en el Garden, es único”. A mi la piel se me queda igual, pero admito que tiene algo diferente y mágico.
El entorno, el ambiente, las instalaciones, todo, son un reflejo de como juegan los dos equipos y de como están entrenados. Los Lakers, creyéndose superiores, están contra las cuerdas, y parece que no tienen energía para reaccionar. Los Celtics son intensidad, genio, un punto de marrullería y ganas de ganar, tal como desprende su técnico Doc Rivers des de la banda.
Pero eso, sera motivo de un análisis posterior y en profundidad.