“Así no puedo seguir. Me puedo ir a otro sitio y me puede ir mejor o peor pero quiero tener otra visión, otras ganas y otro espíritu. Quiero ir a entrenar y saber que si lo hago bien puedo seguir jugando y seguir progresando…” Son declaraciones de Sergio Rodríguez nada más terminar su tercera temporada en la NBA y regresar a España, cuando todavía no sabía que sería traspasado a los Kings. Días después, la noche del Draft, cuando supo que Sacramento sería su nuevo destino NBA, se mostraba eufórico porque le gustaba “el equipo, la ciudad y, sobre todo, el entrenador. A Paul Westphal le gusta atacar y correr, va con mi estilo…”. Medio mes después del inicio de su cuarta oportunidad en la liga americana, nada parece haber cambiado de los tiempos de Portland. ¿Por qué? ¿Es culpa del entrenador? ¿No es Sergio un jugador para la NBA? ¿Le falta calidad? ¿Actitud? ¿Ha sido todo cuestión de falta de suerte? ¿Tiene que ver con el puesto de base? Se acaban los argumentos para justificar el renovado retraso del lanzamiento de esta promesa de estrella.
Si hace poco más de tres años alguien dijera que Sergio Rodríguez se conformaba con ser el suplente del equipo en el que jugara (así lo hizo el pasado mes de mayo) nadie se lo creería. Tras sus decisivas actuaciones en el Mundial de Japón y su comienzo de carrera ilusionante en el Estudiantes el canario era un jugador que tenía ‘algo’, ese ‘algo’ que le permitiría hacer cosas grandes en este deporte. Hoy, después de jugar poco y brillar casi nada en la NBA los últimos tres años, de quedar fuera de los Juegos Olímpicos y el Europeo y de fracasar en el inicio de su nueva etapa en Sacramento, aspira a que Paul Westphal le dé la oportunidad, otra más, para demostrar que su elección con el puesto 27 del Draft de 2006 por los Suns no fue un gran error. ¿O es tarde?
Sergio debutó en el Estudiantes en la temporada 03-04. En tres años en el conjunto madrileño jugó 80 partidos, promedió 9 puntos, 4 asistencias, 2 rebotes y 1 robo en 22 minutos de juego. Tenía 19 años cuando decidió cruzar el charco. A los 23, acumula una larga carrera en la NBA, aunque no brillante: en el momento de escribir este artículo sumaba 224 partidos, con 3.5 puntos por noche, 2.8 asistencias y 12.3 minutos de juego. Los números de este año, aunque la liga acaba de empezar, no hacen sino bajarle la media: 1.8 puntos, 1 asistencia, 0.8 capturas, 7.2 minutos y 5 encuentros . Por decisión técnica se ha perdido cuatro partidos, y rememorando los peores tiempos en los Blazers, en el segundo duelo de la Liga 09-10 dispuso de 14 segundos ante los Hornets.
El base español en la NBA
Tres bases españoles en la NBA, tres historias. El primero fue Raúl López, que no tuvo tantas oportunidades como el canario para brillar. Entre fractura y fractura de rodilla le dio tiempo a disfrutar de 113 partidos en el baloncesto americano. La tónica fue la suplencia en los Jazz, pero lo hizo bien, y aunque los números no indiquen nada, ahí quedan para el recuerdo que promedió casi 4 asistencias, 6.5 puntos, 1.7 rebotes, 26 duelos de titular en casi 20 minutos de juego. Jerry Sloan declaró cuando dejó la NBA por lesión que era un gran jugador y que lamentaba mucho su marcha. Hace poco volvía a recordarle bien durante una visita a Madrid con los Jazz. Y el veterano jefe de Utah no es de los que regalan los oídos.
El siguiente en marcharse fue Calderón. Sobradamente preparado y confirmado como uno de los mejores bases de la ACB y del basket europeo, el extremeño sabía muy bien lo que hacía cuando fichó por los Raptors. Había estudiado inglés, se sentía maduro como jugador y le avalaba, además, la confianza de saber que se tiene el talento para triunfar en cualquier sitio: tras 300 partidos justos en la NBA suma 13 puntos, 2.3 rebotes y 6.7 asistencias. En su quinta temporada puede decir, desde hace tiempo, que es uno de los mejores creadores de juego de la NBA.
Y luego está el Expediente X, el caso de Sergio. ¿Se fue demasiado pronto? Muchos expertos apoyan esta teoría, son los que confían en que el base tendría que haberse formado en la ACB como hizo Calderón antes de aspiraciones tan altas. La barrera idiomática, la falta de fundamentos y la grandísima competencia, una factura que ha pagado con creces en estos años. ¿Se ha cargado su carrera como jugador? Sus 23 años desdicen esta opinión, sus más de 300 partidos como profesional de un equipo de baloncesto, refuerzan la negación de esta idea, su comunión con los fans (en Sacramento también lo ha conseguido, como ya le sucediera en Portland), juegue en el equipo que juegue, la desautorizan. ¿Debería volverse? “Aunque quisiera, esa decisión no depende de mí”, declaraba en mayo de este año. Entonces, ¿sólo le queda luchar por ser suplente? ¿o por ser el suplente del suplente? Sin dramatizar en exceso, que quedan 70 partidos para convencer a Paul Westphal de que puede confiar en él como lo hace en Tyreke Evans y Beno Udrih, con los que se ha asegurado cinco triunfos y cuatro partidos perdidos.
En lo que sí coincide la mayoría es en que cuatro oportunidades en la NBA son muchas y que una vuelta a tiempo al basket europeo podría ser, en sus circunstancias, una victoria. ¿O no?