Detroit Pistons 88 – 68 Los Ángeles Lakers

Richard Hamilton anotó más puntos (31) que Kobe Bryant y Shaquille O’Neal juntos (11 y 14, respectivamente). (Poca broma con Hamilton: ya dije de él que es la verdadera estrella de estos Pistons, y ahora mismo creo que el candidato más firme a MVP). No creo que haya mejor resumen. Tras el agónico segundo partido, los Lakers se durmieron en los laureles (frase española que viene al caso) y los Pistons sintieron una afrenta. Como dijo Rasheed Wallace (ayer, 3pt) tras el primer encuentro, no fue un "Ooooooh, estamos en la final": al contrario, en el segundo partido, la flecha de Robin Kobe Hood cortó la soga… y rompió el avispero que había detrás.

Se cobraron venganza de forma rápida y limpia: al primer cuarto ya dominaban por 8 puntos a unos Lakers que nunca estuvieron por delante. Los californianos remontaron hasta 5 puntos de desventaja en su primera posesión del segundo tiempo, pero Chauncey Billups anotó de forma consecutiva 9 de sus 19 puntos en un parcial de 18-6. Desde ahí, Lakers ya no pudo acercarse y lo que es peor, nunca dieron la sensación de que pudieran contener el vendaval. Y no podemos hablar de un partido puntual, habrá que cambiar el discurso. ¿Un ejemplo de la superioridad de Detroit? Fácil: jugó Darko Milicic. Exactamente 108 segundos: un tiro fallado, un rebote. Fue número dos del draft de este curso, superando el tercer puesto de 2001 de un tal Pau Gasol, pero Milicic ha jugado 34 de los 82 partidos de liga regular, ninguno en el quinteto inicial, a una media de 4 (cuatro) minutos por encuentro. Minutos de la basura, los llaman allí; Milicic es el undécimo jugador en la rotación, a veces el duodécimo.

La defensa, clave otra vez

Los Pistons volvieron a lo que saben y suelen: a provocar un atasco en el ataque contrario. Por segunda vez en la serie, consiguieron forzar un récord negativo para los angelinos: los 68 puntos suponen la primera vez, en 560 partidos de playoff, en que los Lakers quedan por debajo de 70 puntos. Además, forzaron 16 pérdidas, ganaron en rebotes 51-39, mantuvieron a Kobe en números muy inferiores a los que suele (4/13 tiros), y también al resto de su equipo: 36%.

Los Lakers, estrella a estrella

Shaquille O’Neal, que nunca antes había anotado menos de 25 puntos en 21 partidos de final NBA en su vida, tuvo problemas de faltas, hizo 7/14 para los mencionados 14 puntos, y falló sus únicos dos libres. Ben Wallace (7pt, 11rb) le defendió sin necesidad de mucha ayuda externa; le bastó con la presión colectiva del 5 de Detroit para contenerle. Por su parte, Kobe falló sus primeros cinco tiros, y no anotó más que desde la bombilla hasta mediado el tercer cuarto. Karl Malone intentó jugar aun con su rodilla derecha lesionada, pero su rendimiento no fue el esperado (5pt, 4rb en 18′). Y finalmente, Gary Payton (6pt en 2/7, 7as, 35′) sigue teniendo pesadillas con Billups, no tanto por la anotación como por lo que aporta cada uno a su equipo. Varios Lakers se han quejado de la actitud de Payton, cuyo juego este año parece basarse exclusivamente en su habilidad con el insulto y ese arte que pocos dominan en la liga, el de hablar sin parar en pista para desestabilizar o poner nervioso al contrario. Con Billups no sólo no funciona, sino que Payton está con la cabeza en otro lugar.

El próximo partido, el domingo en Detroit

Es cierto que probablemente Indiana Pacers habrían dado la misma guerra a los angelinos que estos Pistons. También, que con un 1-2 en contra lo tienen difícil para reconquistar el anillo. Pero mucho ojo a estos Lakers, a los que basta una victoria en uno de los dos próximos partidos para llevar la final de vuelta a Los Ángeles. No olvidemos que Detroit ha sido superior en los tres partidos, pero los Lakers están vivos… y sólo les hizo falta una canasta para ello. El genio y el showtime pueden despertar en cualquier momento.