Vaya por delante que Greg Oden ha sido rookie esta temporada y lo ha hecho bajo las órdenes de Nate McMillan, un técnico muy disciplinado pero de categoría ABC. Inflexible ante su chuleta, orden del día y pizarra.
No obstante, las dudas en torno a su gigante figura (nº1 del haberse perdido la pasada temporada se cree que en la presente nunca ha podido estar del todo al 100%. Las cuentas delatan que Oden se ha perdido 103 partidos en sus dos únicos cursos como profesional.
Tras Lebron James, fue el jugador que más expectativas generó en el entorno de la sociedad de la canasta. En el 2007 se le concedería ser el nº1 del Draft por la ‘gracia’ de los Portland Trail Blazers. Todo el mundo le señalaba con el dedo como el nuevo pívot del futuro.
Cada vez que coge el balón en la pintura todo el mundo le grita que postee y se juegue unos contra uno, pero el chico no tiene confianza, ni tampoco grandes recursos. Dicen que Oden, tras su salida de la universidad, se muestra muy reservado y se pasea con semblante triste. Que las sonrisas hay que arrancárselas. En el college, el pívot no era el rey de la fiesta pero no se le recuerda, ni de lejos, con esa actitud ¿Hasta qué punto tienen la culpa de esta circunstancia su primer año como rookie, una frágil personalidad o McMillan?
La temporada regular ha transcurrido con unos números muy discretos en el concurso del chico de Búfalo, ciudad a estudiar, tal vez, para entender algunas cosas: 8.9 puntos, 7 rebotes, 0.5 asistencias y 1.1 tapón en 21.5 minutos de juego.
En los playoffs el coach McMillan se ha mostrado más conservador y ha reducido los minutos de Oden a 16 y su aportación ha bajado aún más. El tiempo dirá si estamos ante un nuevo caso como el del frágil Kwame Brown.
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