Hayward, el sueño de un niño
- Conquistó Brownsburg, hizo soñar a Butler, enamoró a Utah y ahora Boston le espera
Gordon Hayward (23 de marzo, 1990, Indianápolis) no va a dejar que una lesión le diga que no puede hacer algo. No lo hizo romperse la muñeca el año que debía empezar el recruit universitario. No lo hizo medir 15 centímetros menos de lo que los médicos le prometieron. No lo hizo fallar el tiro para ganar la NCAA en 2010, en la que habría sido la mayor victoria de la historia del deporte universitario. Al contrario, cada golpe le hace más fuerte, más duro, mejor jugador de baloncesto. Y su tobillo izquierdo, destrozado en su debut con los Celtics, es la última prueba.
Creció en Brownsburg, a las afueras de Indiana, una de las ciudades que más ama el deporte: baloncesto, fútbol americano, automovilismo… y Gordon eligió el tenis. O bueno, fue el tenis quien le eligió a él. Hayward ya tenía preferencia por el baloncesto, pero por entonces, no daba la talla. Con 5 años, Gordon sentó a su padre en el sofá de su hogar y le explicó su único sueño: “Quiero jugar en la NBA”. Quince años antes de ser elegido por los Jazz en el draft de 2010 y doce antes de elegir jugar en Butler.
PROBLEMAS DE ALTURA
Empezó en la high-school local, la Brownsburg HS. Hasta entonces, su padre era su único entrenador. “Nos levantábamos antes de ir a clase para entrenar. Teníamos una rutina de tiro llamada ‘Steve Alford’ que realizábamos cada mañana en el patio de casa”, explicaba Hayward. Alford, actual entrenador de UCLA, fue uno de los mejores jugadores del estado: 4 años jugando para los Hoosiers, campeón nacional en 1987, segundo máximo anotador histórico de la universidad de Indiana, Mr. Basketball en 1983 y dos veces All-American. Una leyenda.
Llegó a high-school midiendo solo 5'11'' [1.80 metros]. De hecho, estuvo muy cerca de dejar el baloncesto por el tenis, y solo la insistencia de su madre le convenció de seguir dividiendo su tiempo entre ambos deportes. Para su segundo año, Hayward creció 13 centímetros, y se situó muy por encima de la altura de sus padres: “Fue definitivamente un regalo de Dios”, aseguró su padre. Crecer físicamente le permitió crecer su baloncesto. Su primer mate en partido llegó antes de empezar su tercer curso: nunca antes nadie le había visto hacerlo, ni en entrenamiento, ni en partido. “El banquillo se volvió loco” recuerda Gordon. Pero por aquel entonces, Hayward seguía atrayendo poca atención. Poca, por no decir nada.
Todavía medía 6’6'' [1.97 metros] antes de empezar su año junior en Brownsburg, un curso que además empezó lesionado de la muñeca. Pero consiguió colarse en un evento con los 100 prospects del estado, en el que fue su primer gran escaparate. Y ahí surgió el amor a primera vista. Brad Stevens le descubrió y quedó impregnado: “Me quedé impresionado” dijo el actual entrenador de los Celtics. Hayward podía haber seguido el camino de Alford con los Hoosiers. O podía haber optado por la opción más leal: sus padres eran ambos ex estudiantes de Purdue, y los Boilmakers le ofrecieron una beca completa.
Pero Butler se adelantó. Cuando Stevens, en su segunda campaña como head-coach de los Bulldogs, fue a visitarle, dejó claras sus intenciones: “Sentimos que es un buen jugador de baloncesto, y que lo sabe. Pero no tiene idea de cuan bueno es”. Hayward solo escuchaba halagos, pero hubo una idea de Stevens que marcó su decisión y a la vez su futuro en el baloncesto: “Siempre tuve el sueño de jugar en la NBA, pero Brad fue el primero que me hizo pensar de verdad que podría llegar algún día”, aseguró Hawyard en su presentación con los Celtics.
Era el verano de 2007. Y tras aceptar la oferta de Butler, y con todavía un año de high-school por cursar, Hayward decidió lanzar una última apuesta por el tenis: entrenó durante meses para intentar ganar el torneo estatal en su último año pre-universitario. Hasta la fecha presentaba un récord con solo 4 derrotas y varias universidades preguntaron por él, pero no conisiguió el título. No pudo, o no al menos en tenis. Sí que lo consiguió con el equipo de baloncesto, anotando además el buzzer-beater para dar el título estatal a Brownsburg. Líder, referente, alma y a la postre, héroe de la localidad. Un final de Disney antes de dar el paso al college:
HÉROE EN INDIANA
Llegó a una Butler huérfana de sus tres mejores hombres el curso pasado: Mike Green, A.J. Graves y Pete Campbell. Entre los tres seniors sumaban 40 puntos de los 68.8 que anotaba el equipo de Stevens. Un balance de 30-4 y la derrota en segunda ronda del Madness ante Tennessee tras ganar el título de conferencia, una temporada histórica. Con Hayward como freshman, Butler sumó 26-6 perdiendo la final de conferencia y en primera ronda del Madness. Un buen año, no extraordinario. Pero ese mismo año, el verano de 2009, marcó la carrera de Gordon Hayward para bien.
Tras ser nombrado All-Horizon y Novato del año en la conferencia, la selección de los Estados Unidos llamó a Hayward para el Mundial U-19 de Nueva Zelanda. Un equipo en el que estaba su compañero Shelvin Mack además de otros futuros NBA como Klay Thompson o Seth Curry. Un equipo que Hayward líderó de principio hasta la final, pese a no anotar ante Grecia. De vuelta a Butler, Hayward trajo el oro, formar parte del quinteto ideal y la atención de toda la prensa nacional. De golpe, los focos estaban puestos en los Bulldogs. ¿Serían capaces los pupilos de Stevens de saber llevar la presión?
La temporada 2010 de Butler es una de las páginas más bonitas del deporte universitario reciente. El 22 de diciembre, los Bulldogs perdían ante Alabama-Birmingham y se ponían 8-4. Tras esa noche, enlazaron 25 victorias consecutivas: VEINTICINCO. Dieciocho de conferencia, para acabar invictos, dos más en el torneo de conferencia sumando el título y las cinco últimas en Madness: Texas-El Paso por 18, Murray State por 2, Syracuse por 4, Kansas State por 7 y Michigan State en las semifinales nacionales por 2.
Así era el método Butler. “Hemos estado hablando todo el año del siguiente partido, solo del siguiente partido. Ahora podemos decir que el siguiente partido es la final de la NCAA”, decía el propio Hayward tras la semifinal. Defensa, juego en equipo y buscar el desequilibrio del rival en el orden propio. No eran el mejor ataque, pero si se convirtieron en la mejor defensa. Durante el torneo de marzo, Butler dejó en menos de 60 puntos a sus rivales en todos los partidos. En todos, menos en uno.
El destino quiso que en 2010 la final-four fuera en Indianápolis, hogar de Hayward y de Stevens. Eran locales ante la Duke de Coach K, eran la Cenincienta, eran el cuento de hadas, el sueño de un estado, casi de un país. Era David contra Goliat. Al descanso, Duke lideraba 33-32. A falta de 3:16, los Blue Devils conseguían la máxima: 60-55. A 0:03 segundos, Duke tenía a Zoubek en la línea de libres con solo un punto de ventaja. Metía el primero…
Duke era la reina del baile. Fallar ese tiro fue clave en la carrera de Hayward. De haber ganado, Gordon habría sido el héroe nacional más grande de la década, portada en todas la revistas de baloncesto y muy probablemente, se habría disparado al top-3 del draft. Fallar le dio algo que solo una persona que conoce el sabor de la derrota tiene: hambre. Un mes y dos días después del tiro errado, Hayward anunciaba oficialmente que no volvería a Butler, que entraría en aquel draft de 2010. No fue su decisión. O lo fue, pero no la tomó solo.
El primero en apoyar cualquier resolución fueron Brad y el resto de compañeros en Butler. Pero había un problema: Hayward no tenía agente; tras su Mundial U-19 recibió muchas ofertas, pero la familia no aceptó ningún trato. Fue Gordon Hayward Sr. quien se estudió el funcionamiento del draft y su madre “puso la decisión en manos de Dios”. De hecho, al salir del pabellón tras la final, su madre aseguró que “si Dios hubiera querido que jugara en la NBA, [Dios] habría metido el tiro”, a lo que su padre respondió: “¿Qué más puede hacer? ¿Volver a llevar a Butler a la final y meter el tiro?”. Curiosamente, Butler volvió a llegar a la final, esta vez sin Hayward. También perdieron.
Todos los mocks ponían a Hayward top-20, muy probablemente lotería del draft… John Wall salía elegido en el #1. DeMarcus Cousins en el #5. Y Hayward era elegido en el #9 por los Utah Jazz, un lugar por delante de Paul George, a quien el destino le ha unido en la desgracia de una lesión. Podría haber jugado en Indiana, podría haber seguido su carrera en casa, pero el equipo de Sloan apostó por él. “Fue un sueño la idea de jugar para los Pacers, pero el mismo sueño que cualquier niño de Indiana. Crecí viendo a Reggie Miller… pero también es un sueño jugar en la NBA”.
Palabra de Hayward, un niño que cumplió su sueño. El de jugar en la NBA.
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Comentarios
tronker ha respondido el
Boston tendrá que fichar algun talento ofensivo sin contrato. Dunleavy, Gerald Green, Monta Ellis?
alejandroggo ha respondido el