LeBron James ha dejado boquiabierto al mundo del baloncesto con su exhibición en Boston, que ha permitido a los suyos salir vivos del matchball del sexto partido de la Final de la Conferencia Este. 45 puntos y 15 rebotes han sido los números del MVP de la temporada en este choque, alcanzando nada menos que la cifra de 30 puntos sumados solo en la primera mitad. Los amantes de los números han echado mano inmediatamente de sus bases de datos para subrayar que el récord de puntos anotados en una mitad de partido la ostenta Eric Sleepy Floyd, que fue capaz de anotar, defendiendo la camiseta de los Golden State Warrios, nada menos que 39 puntos a los Lakers el 10 de mayo de 1987, en un partido correspondiente a las Semifinales de la Conferencia Oeste de la campaña 1986-87. Un dato que rescata del olvido al nombre de uno de esos jugadores que quedó a mitad de camino entre ser un buen jugador y acceder al estrellato de la NBA, al olimpo de los dioses de la canasta. Un base con buen manejo de balón, gran primer paso y peligrosísimo en transición con una buena carrera en la liga que tocaría el cielo deportivo en una noche para el recuerdo.
Eric Sleepy Floyd (6-III-1960) llegó a la NBA en 1982 tras cuatro buenos años en la Universidad de Georgetown, donde compartiría vestuario con Pat Ewing. Con los Hoyas llegaría a la final de la NCAA de 1982, donde caerían ante la North Carolina de James Worthy, Sam Perkins y un jovencito Michael Jordan. Ese mismo año sería elegido en el puesto Nº13 del Draft por New Jersey Nets (aunque a mitad de la campaña 1982-83 sería enviado a los Golden State Warriors). Tras un primer año en la liga discreto, este espigado base de 1.91 de estatura empezaría a despuntar con los Warriors en la campaña 1983-84, en la que promediaría 16.8 puntos, 3.5 rebotes y 3.5 asistencias. Sus números irían creciendo, convirtiéndose pronto en una de las principales referencias de unos Warriors al alza que iban acumulando talento joven en su plantilla como la de Joe Barry Carroll o Chris Mullin, además de contar con la experiencia de Purvis Short y Larry Smith. El cenit de este proyecto de los Warriors, que contaban con un joven George Karl en los banquillos, llegó en la campaña 1986-87, en la que los de Oakland alcanzarían los playoffs gracias a las 42 victorias sumadas en la regular season. Floyd se había erigido en el lider en pista del equipo merced a sus 18.8 puntos y 10.3 asistencias por encuentro, que le hicieron ser merecedor de jugar el All Star Game de 1987 (su única participación)
En la primera ronda de los playoffs de 1987, los Warriors se verían las caras con los siempre duros Utah Jazz de unos jóvenes Stockton & Malone, que se hicieron fuertes en su cancha y se pusieron por delante 2-0 en la eliminatoria. Los de Oakland hicieron lo propio, empatando las series con dos victorias en su cancha. En el quinto y definitivo encuentro (entonces la primera ronda se jugaba al mejor de 5 encuentros), los Warrior dieron la sorpresa, venciendo a los Jazz a domicilio por 113-118, con una gran actuación de Sleepy (21 puntos y 14 asistencias) y de Carroll (24 puntos y 8 rebotes). La enorme hazaña lograda por los Warriors les permitía pasar de ronda y enfrentarse en las Semifinales de Conferencia con los Lakers del Showtime.
Los Lakers eran claros favoritos. Y los de Pat Riley harían buenos los pronósticos, venciendo en el Forum de LA por 125-116 y 116-101 a los Warrios y también en el primero de los encuentros disputados en el Oakland Coliseum (108-133). Los de George Karl no querían decir adiós a los playoffs sin ofrecer a sus fans una victoria de prestigio ante uno de los mejores equipos de toda la historia del basket. Pero los Lakers parecían no querer dar opción alguna. Al final del tercer periodo el marcador era de 88-102 y todo apuntaba a que los californianos acabarían barriendo a sus rivales. El mejor de los Warriors estaba siendo nuestro protagonista, que ya sumaba 22 puntos en ese momento (10 de ellos en el tercer periodo). Fue en los últimos doce minutos del choque cuando Sleepy Floyd entró en una especie de catarsis. Un periodo en el que mostraría el mejor basket de toda su carrera y ofrecería una de las mayores exhibiciones individuales de la historia de los playoffs de la NBA. Comandaría a los suyos a una remontada épica. 41-19 de parcial le endosarían los de Oakland a los Lakers para acabar venciendo por 129-121 liderados por un jugador tocado por los dioses en esos mágicos minutos. Nada menos que 29 puntos anotaría en ese tiempo Sleepy Floyd, récord de tantos sumados en un solo cuarto en la post-temporada, lo que hacía un total de 39 en la segunda mitad del choque (34 de ellos en 11 minutos de juego en pista, en los que anotaría 13/14 en tiros de campo y 8/8 en tiros libres), también plusmarca en playoffs de anotación en una sola mitad. En total, firmaría aquella noche 51 puntos, 3 rebotes, 10 asistencias y 4 robos, teniendo delante al mejor base de todos los tiempos, Magic Johnson, y a un jugador defensivo legendario como Michael Cooper, que nada pudo hacer para parar la sangría de la que era víctima su equipo. Una actuación legendaria aunque escondida en la memoria colectiva por tener un protagonista alejado del glamour de la Edad de Oro de la NBA.
Ya en el cuarto encuentro los Lakers no perdonaría y acabaría finiquitando las series (4-1) venciendo en el Forum a sus escurridizos rivales por 118-106. En la campaña siguiente, la 1987-88, Sleepy fue traspasado, junto con el pívot Joe Barry Carroll, a los Rockets por el gigante Ralph Sampson, en una apuesta fallida de los Warriors. Sampson y sus rodillas de cristal poco soportarían más en la liga. Tanto Floyd como Carroll eran los máximos puntales de los Warriors, pero eran objeto de crítica por su indolencia en la pista, sobre todo en defensa (Don Chaney, entrenador de Floyd en los Rockets, llegaría a decir en cierta ocasión: "Mi abuela defiende mejor que Sleepy"). De ahí que ambos jugadores viviesen mucho tiempo en el ojo del huracán para salir finalmente del equipo. Floyd ofrecería un buen rendimiento en los Rockets (1987-1993) y posteriormente en los Spurs (1993-95), pero jamás volvería a tener un momento de lucidez, de brillantez, como la vivida en aquella mágica noche del 10 de mayo de 1987.
Así fue la exhibición de Sleepy Floyd: