Situado entre la 53 y la octava avenida, el Madison Square Garden luce con orgullo el emblema de ser El más famoso pabellón del mundo. Quizás lo sea. Su historia, ubicación y toda la magia que lo envuelve, lo convierte en un templo del baloncesto que todo apasionado a este juego debe visitar al menos una vez en la vida.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce en el Madison y toda esta mística que lo rodea desaparece cuando hablamos de visitar a los New York Knicks o trabajar en el pabellón.
Knicks, un equipo sin alma ni corazón
Nunca un pabellón con tanta historia había acogido a un equipo con tan poco presente y futuro. Hoy por hoy, lo peor de ver un partido en el Madison Square Garden es ver a los New York Knicks. Con una plantilla de lujo (es el segundo equipo que más dinero gasta en la NBA con 88 millones de dólares) y una afición entregada, es incomprensible ver como deambula por la liga siendo el segundo peor equipo en una conferencia Este que dista mucho de ser competitiva.
Con sólo 18 triunfos, estos Knicks no tienen alma, pero tampoco corazón porque con tan sólo unas pocas horas en la ciudad un periodista se da cuenta de la gravedad del asunto. Para empezar nadie habla antes de los partidos. Da igual que el equipo venga de un triunfo o una derrota, los jugadores se encierran en la sala de recuperación y te remiten al término del partido si quieres entrevistarle.
Con suerte, tipos como Nate Robinson, Jamal Crawford, Quentin Richardson o David Lee salen y te permiten hacerles una preguntas para poder tantear el ambiente del vestuario y poder realizar tu trabajo, pero claro ¿Dónde están los Stephon Marbury, Zach Randolph o Eddie Curry?
Si uno tiene suerte y el equipo local vence esa noche podrá entrevistar al jugador deseado, pero si pierden los Knicks un periodista se puede despedir de lograr declaraciones, todos se refugiarán en las manos del masajista y saldrán por la rampa de acceso a sus enormes vehículos sin hacer declaraciones.
Con semejante panorama se entienden las críticas de la prensa local hacia el equipo. Nadie se explica el desastre de temporada y no tienen claro si el problema es el técnico o son los jugadores. Donde todo el mundo coincide es en la falta de espíritu y entrega del equipo dos elementos cada vez más importante en el baloncesto moderno. Mientras tanto, la afición vive desencantada una temporada más y no es extraño que días como la vista de los Raptors de Calderón, se oigan más aplausos hacia el base español que hacia cualquier jugador local.
NBA, where work doesnt happen
Si trabajar con estos Knicks es complicado, más lo es cuando la NBA pone trabas a tú trabajo. Múltiples obstáculos y un trato nada equitativo hacen que a un periodista internacional se le puedan ir las ganas de trabajar en New York.
El primer problema es conseguir una acreditación. Las peticiones tras un All Star se multiplican con la única razón de ver partidos en New York mientras disfrutas de días de descanso en la ciudad. Claro está, entre tanto periodista infiltrado, la NBA no puede distinguir y sin ningún baremo explicable envía al séptimo piso a un periodista que va a trabajar, justo al lado de periodistas que comen y beben y de los aficionados de las últimas filas del pabellón. Mientras periodistas que no han hecho ningún mérito disfruta del espectáculo casi a pie de pista a ti te toca el consuelo de vivir un partido junto a aficionados españoles
Ver un partido a vista de pájaro puede tener sus ventajas, pero desde luego que no es el mejor lugar para trabajar porque tienes que bajar dos pisos para encontrar los vestuarios o, simplemente, ir a la sala de periodistas para tomar una copa.
Con todo, la NBA aún puede poner más trabas e impedir grabar una entrevista con el beneplácito de todas las partes. Ese problema tuvo este periodista cuando intentó grabar a José Manuel Calderón. Tras ser negada la posibilidad de acreditar a un cámara para grabar la entrevista, intentamos acordar la entrevista fuera del pabellón. Debido a las dificultades de horarios, acordamos con el jugador y el propio jefe de prensa de Toronto realizar la entrevista en vestuarios antes del encuentro.
Es la ventaja de abrir un vestuario una hora y media antes del encuentro, hay tiempo para todo incluso para grabar una larga entrevista. Con el visto bueno de Toronto Raptors y el jugador (increíble la amabilidad en el trato de José Calderón) nos disponíamos a grabar cuando surge la NBA y nos niega esta posibilidad. Resultaba surrealista ver como el jugador y periodista explicamos la situación y la NBA se cerraba en redondo a permitir emitir ni tan siquiera la imagen del rostro del jugador contestando a las preguntas.
Nos hubiera gustado ofrecer este testimonio audiovisual, pero la NBA es soberana y ella sabrá que es lo mejor para su producto, pero desde luego que si no cuidan a quienes tratamos su producto, mejor será que no esperen que cuidemos su producto.
Por suerte, los Knicks y la NBA cambiarán, vendrán mejores tiempos y ahí estará el Madison Square Garden para lucir con orgullo que, de verdad, es el más famoso pabellón del mundo.