Hace escasos días, un enfrentamiento rutinario entre los Cleveland Cavaliers y los Detroit Pistons, de esos que contribuyen a engordar la extensa maratón de liga regular, citaba a los presentes con la historia. Y es que en dicho partido Lebron James superaba a Scottie Pippen como el alero con más asistencias repartidas a lo largo de la historia NBA. La cifra, más allá de ser anecdótica, se materializaba en 6142 pases de canasta, la expresión última de generosidad. Constituye el dominio total de un manido recurso técnico, crucial en los deportes colectivos, que ha motivado eslóganes como el famoso "una canasta/gol hace feliz a uno, mientras que un pase hace feliz a dos". Frase de origen todavía incierto y que ha sido atribuída a distintas figuras, entre ellas Diego Armando Maradona o Magic Johnson.
Pero el caso de Lebron es aún más especial, al considerar que su teórica posición en cancha (por altura y físico) no se corresponde con la de un base titular, que en primera instancia sería el encargado de dirigir y distribuir la pelota entre sus compañeros. El genio de Akron representa, por lo tanto, el salto evolutivo definitivo de ese precioso recurso táctico iniciado ya hace decenas, y que cada día se muestra más interiorizado a nivel formativo: el alero creador o "point-forward", en su acepción americana.
Sirva pues este record como excusa para bucear por la historia del point-forward: cuando y porqué surgió, quién lo inventó, y sobre todo, qué jugadores han sido sus abanderados principales, en un crisol de variantes que responden a cualidades técnicas y morfológicas dispares. No ha habido un solo tipo de point-forward como tampoco su uso ha sido el mismo por parte de los distintos equipos. Más bien al contrario, la demografía al respecto es, como dije anteriormente, diversa y muy rica.
Lo primero que habría que hacer antes de pasar a mayores es aclarar que se entiende por "point-forward", en aras de comprender con mayor exactitud las explicaciones que vendrán después. La enciclopedia virtual wikipedia lo define de la siguiente manera:
"Un point-forward es un alero encargado de ser el facilitador principal en ataque. Este jugador normalmente sube la pelota a cancha contraria. En algunos casos, el point-forward dirige el ataque despues de que el base sea el que suba el balón. Así pues, el point-forward mezcla características de un base y de un alero".
Por lo tanto, este tipo de jugador es el encargado real de hacer jugar a su equipo, aunque posicionalmente no se coloque como "armador" principal. Esta diatriba se asimila mejor si atendemos a los emparejamientos defensivos. Un alero creador normalmente no defenderá al base contrario, al ser un jugador (en la mayor parte de ocasiones) más bajo y por lo tanto más rápido que él. Sin embargo, en ataque si ejercerá un consumo alto de balón que le permita asistir y dibujar jugadas para los demás, como lo haría un base clásico. Lebron James y John Stockton son dos jugadores diametralmente opuestos en su construccion física y en su repertorio técnico, no obstante, ambos han ejercido la labor de creador principal durante toda su carrera. Uno lo ha hecho como teórico alero, y otro lo hizo como teórico base.
Desde un punto de vista semántico, el término point-forward sería la fusión de "point-guard" (base) y "forward" (alero).
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¿Fácil de entender, verdad?
Prácticamente desde siempre han existido point-forwards. Durante la década de los sesenta y setenta, jugadores como John Havlicek o Rick Barry tuvieron la misión de encontrar a sus compañeros en la posición más cómoda para anotar. El primero lo hizo de forma ocasional, acentuando dicha labor en la segunda mitad de su carrera, al no contar los Celtics con grandes playmakers más allá de JoJo White y de él mismo. El segundo si ejerció la labor de una manera mucho más acusada y continuada. Los Warriors campeones de 1975 dependían excesivamente de lo que pudiera proponer Barry, tanto en el aspecto anotador como en el pasador. Aunaba, en una misma figura, la condición de ejecutor y creador. Para algunos, incluído Del Harris, la figura de Rick Barry vendría a representar el point-forward original. El primer eslabón del que emanaría una línea genética continuista. Su talento sirvió tanto a Golden State como a Houston.
"Rick fue uno de los grandes aleros pasadores de la historia. Muchas de las jugadas que hacíamos consistían en que los bases subieran la bola hasta la mitad de cancha, y a partir de ahí Rick se colocaba en el medio, por encima del círculo central, donde recibía la bola y empezaba todo el movimiento ofensivo del equipo. Siempre se las arreglaba para descifrar a la defensa contraria. Realmente fue el primer alero en ser utilizado de esa forma, aunque no se diga mucho", declararía en alguna ocasión el propio Del Harris.
Años después, ya entrada la década de los ochenta, Harris buscaría repetir el experimento utilizando a Robert Reid, un alero de 2.03 metros, como creador alterno de cara a multiplicar las posibilidades ofensivas en cancha. Tanto es así, que los ochenta serían los verdaderos culpables de sentar las piedras definitivas para que este "rara avis" se desarrollara en plenitud.
Siguiendo las enseñanzas de Harris, sería otro genial revolucionario de los banquillos el que le otorgaría al "point-forward" un papel aún más preponderante y diferencial: Don Nelson. Sus innovaciones tácticas surgieron como consecuencia de la necesidad y la experimentación consciente, a partes iguales. Nelson quiso arriesgarse y emprender el camino hasta su incierto final, pero también se vio obligado a hacerlo por la propia idiosincrasia del contexto. Su centro de operaciones sería la franquicia de los Milwaukee Bucks, a la que llegó en la temporada 1976-1977, y sus cobayas fueron Marques Johnson y Paul Pressey, indistintamente.
A principios de los ochenta, Milwaukee quería reverdecer viejos laureles de éxito apostando por un estilo fresco, dinámico y vivo. Aquellos Bucks buscaban los ritmos de juego alto, y se aplicaban con mucha disciplina atrás. Su filosofía se resumía en: defender bien, provocar robos de balón, y salir rápido al contraataque. Y no les fue nada mal, por cierto. El problema estribaba en que el equipo de la ciudad cervecera por antonomasia carecía de una rotación rica en bases, ya fuera por lesiones o por decisiones del staff técnico. Ante tal dilema no quedaba otra cosa que improvisar.
Primero fue Marques Johnson, que hizo de alero creador de manera muy ocasional e irregular, más como recurso puntual para sorprender y descolocar al rival. Su tamaño y versatilidad le permitía intercambiarse indistintamente entre dos-tres posiciones. Dicho proceso lo explicaría bien el jugador algunos años después:
"Eran principios de los ochenta y todos nuestros bases estaban lesionados. Entonces a Nellie se le ocurrió la idea de utilizarme a mí como inductor del ataque. Mi respuesta fue 'así que en vez de ser el point-guard seré el point-forward'. Al propio Nellie le gustó el término y lo ha seguido utilizando desde entonces".
Poco tiempo después, y esta vez proyectado como recurso sistemático y prolongado, Don Nelson acudiría a otro de sus talentosos aleros para resolverle la papeleta de organizador en cancha: Paul Pressey. El jugador, natural de Virginia, medía 1.96 metros y por lo tanto era más pequeño que Marques Johnson. Su menor estatura repercutía en una mayor agilidad y coordinación de movimientos, ideal para ejercer de point-forward a tiempo completo. Del Harris afirma que Nelson dio con el "eureka" durante una reunión en un club de campo, entusiasmado con las posibilidades que le podía ofrecer Pressey. La acuñación del término se oficializaría en 1984, por medio del Milwaukee Journal, un prestigioso periódico local que recogió las declaraciones de Don Nelson al respecto del tema.
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Realmente, en este punto de la historia, conviene aclarar que el origen de la palabra y de la utilización del point-forward como recurso táctico varía según quién cuente la historia. Marques Johnson afirma una cosa, mientras que Don Nelson dice otra distinta, y hasta el propio Del Harris constata la contraria. Este último, sin ir más lejos, reclama el orgullo de su invención (junto a Tom Nissalke) para los Houston Rockets de la década anterior, que como ya vimos anteriormente, contaron con las aportaciones de Robert Reid y Rick Barry.
En cualquier caso, parece claro que fueron los Milwaukee Bucks de 1982-1990 los que elevaron esta figura "aposicional" a cotas completamente distintas. Realmente, en aquellos equipos el teórico base titular jugaba fuera del balon, ejerciendo una labor de tirador o de simple apoyo (Dunleavy, Hodges), mientras que la creación se repartía democraticamente entre Marques Johnson, Sidney Moncrief, y sobre todo, Paul Pressey.
Pero paralelo a este proceso, y causante directo de él, entraron en escena dos de los mejores jugadores que jamás ha dado este deporte: Larry Bird y Magic Johnson. La rivalidad más sonada en la historia de la NBA, y dos totems andantes que combinaron a la perfección visiones antagónicas del juego: entretenimiento y pragmatismo. Ganaron mucho y al mismo tiempo lo hicieron bonito. ¿Qué más se puede pedir?
Son dos casos que, precisamente por su excepcionalidad, se mueven en esa línea táctica difusa que permite definir con claridad que es un point-forward. Los dos contaban con una visión de juego excepcional, de otro mundo, y al mismo tiempo superaban con holgura los 2 metros de estatura. Magic Johnson comenzó su carrera en Los Ángeles como point-forward al uso, compartiendo las dotes creadoras con el base titular, Norm Nixon. Solo el paso del tiempo permitió que el cuerpo técnico constatara que el juego se oxigenaba más cuanto más tiempo pasara Magic con el balón en las manos. Así pues, de alguna forma se puede afirmar que fue un point-forward naturalizado como base "de facto". A partir de 1982, el genio de la sonrisa eterna era el que subía el balón en todas las posesiones y sobre el que giraba la poderosa maquinaria Laker.
El caso de Bird es distinto. Nunca atrajo un consumo tan elevado de balón, ni iniciaba los ataques en bote (labor reservada a Dennis Johnson y Danny Ainge), sino que su visión se desarrollaba al calor del estático, en secuencias quietas. Solía recibir la bola en una posición lateral y de espaldas al defensor, y sin hacer uso del bote, encontraba al compañero gracias a un sexto sentido inigualable. Su talento para pasar era sencillamente brutal. Para que el lector entienda mejor lo que quiero decir, la forma de crear de Bird se asemeja mucho a la de Boris Diaw. No son tipos que se eleven en el "drive & kick". Lo suyo era la economización de movimientos, el aspecto artesanal. Bird era, en muchos sentidos, el Zidane del baloncesto.
"No importa quien anote los puntos, lo que importa es quien le haga llegar el balón al anotador. Yo no era alguien especialmente rápido, ni fuerte. Algunos tipos se elevaban casi sin esfuerzo, pero yo no era así. Yo les vencía usando mi mente y mis fundamentos".
La frase, como no podía ser de otra manera, corresponde al propio Bird.
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En cualquier caso, queda claro que los mágicos años ochenta sirvieron de hervidero para que se desarrollaran este tipo de jugadores. Una época que alentaba y cultivaba el gusto por el juego esteticista, donde se veneraba el pase como la expresión artística definitiva. Este fenómeno inspiró a nuevas y sucesivas generaciones, que elevarían el sentido del point-forward a un plano todavía superior.
Las dos siguientes décadas (90 y 00) serían testigo de un nuevo y radical alumbramiento: el de aleros que fusionaban talento creador con exhuberancia atlética. Tipos que corrían y saltaban como nunca antes se había visto, pero que al mismo tiempo contaban con un gusto natural por el pase. Hablo de los Grant Hill, Tracy Mcgrady, Lamar Odom, y sobre todo, Scottie Pippen.
El caso de Pippen es paradigmático para explicar la evolución del proceso. Su formación técnica fue ochentera, pero sus características físicas se inscriben en la lógica de los noventa. Era un jugador entre dos mundos. En aquellos gloriosos Chicago Bulls que se alzaron con 6 campeonatos (1991-1993 y 1996-1998) su importancia fue absolutamente capital. Una versatilidad intrínseca elevada a la máxima categoría que le permitía aportar en todas las facetas del juego: anotación, defensa, rebote, liderazgo y creación de juego. Aquellos Bulls se elevaron a los altares gracias a un complicado y casi místico sistema de ataque denominado el "triángulo ofensivo", ideado por Tex Winter y perfeccionado por Phil Jackson.
Esta filosofía anhelaba el reparto igualitario de oportunidades en ataque, como en una sinfonía musical perfectamente interpretada por todos los jugadores. Aprenderlo era difícil pero mucho más era ponerlo en práctica. Para facilitar tan magna tarea se hacia necesario un director de orquesta que supiera colocar a sus compañeros y hacerles llegar el balón en el momento y sitio oportuno. Ese jugador fue Pippen. El espigado alero no se prodigaba tanto en pases fantasiosos, como si hacían Bird y Magic, lo suyo constituía una visión mucho más pragmática y utilitaria. Realizar el pase correcto, nada más (y a pesar de todo, de vez en cuando nos regalaba verdaderas maravillas de contemplar por la retina). Subía el balón, ejecutaba en la lógica del triángulo ofensivo, realizaba el "drive & kick"...no había nada que se le escapara a Scottie Pippen. De ahí que, hasta hace pocos días, fuera el alero con más asistencias en la historia de la NBA. Supuso un referente crucial en el correcto funcionamiento de los dinásticos Bulls. Tanto es así, que ha sido elogiado en numerosas ocasiones por el arquitecto de todo aquello, Phil Jackson:
"Scottie era el verdadero líder del equipo. Era el tipo que dirigía nuestro ataque y además se encargaba de asumir los mayores retos en defensa...el año que se retiró Michael (1993-1994), pienso que Pippen fue el jugador más valioso de la liga".
Los que vinieron después (Hill, Mcgrady, Lebron) beben directamente de las enseñanzas aportadas por el astro de Arkansas. Dicho nivel de excelencia ha ocasionado que Pippen sea catalogado como el modelo ideal para un determinado tipo de jugador, al igual que Jordan ha servido como modelo de otro. Siempre que aterrizan aleros talentosos y versátiles a la liga, se les compara con Scottie, y sino que se lo digan a Mcgrady, Iguodala, Kawhi Leonard y otros tantos. Todos han pasado por ese filtro comparativo en algún momento de sus carreras, algunos cosechando más éxito, y otros menos.
En última instancia, el actual Lebron James vendría a representar el prototipo perfecto de point-forward. A su extraordinaria habilidad para dirigir el ataque se le une un físico extraterrestre, tal vez el más extraordinario que se haya visto jamás en una cancha de baloncesto. Lebron crea y ejecuta, distribuye en aceleración y en estático, sube la bola o la recibe a mitad de cancha, etc. Concentra en su ser todas las virtudes de los nombres anteriormente mencionados. Como se suele decir en el lenguaje coloquial: "Lebron James is like Pippen on steroids". Varios proyectos titánicos se han construido en torno a la lógica que guía el juego de Lebron, la lógica de un point-forward puro. Sus palabras dictan sentencia:
"Honestamente, incluso aunque diga que no quiero jugar así, lo cierto es que juego así. Juego en esta posición todas las noches, me refiero a lo de ser point-forward. Subo mucho el balón para este equipo. Inicio la mayoría de jugadas de ataque. Pero al mismo tiempo, también puedo crear para mí mismo. Igual que hizo Pippen. La gente también se fija mucho en Grant Hill cuando gozaba de sus mejores años, y así es como lo hago yo".
Pero lo más interesante de todo es comprobar como dicho fenómeno se ha trasladado a jugadores que, en principio, no estaban destinados a enarbolar este estilo. Sin ir más lejos, a Kevin Durant, un jugador de natural instinto ejecutor, se le venía exigiendo que además de anotar también creara para sus compañeros. Que lebronizara su juego, al fin y al cabo. Y lo cierto es que lo consiguió, sobre todo a partir de la temporada 2012-2013, donde incrementó notablemente las veces que manejaba la bola y, como resultado, aumentaron sus promedios en asistencias. Hoy en día, a Durant se le considera un jugador capaz de hacer de todo y todo bien. El MVP logrado la pasada temporada da fe de ello.
¿Y qué pasa con Europa?
Si piensan que el surgimiento de point-forwards es un fenómeno que se circunscribe exclusivamente al jugador americano, se equivocan.
Europa ha cultivado un gusto especial por este tipo de jugadores, sobre todo a partir de los noventa, cuando la completa modernización del baloncesto alcanzó este lado del Atlantico. El jugador europeo, además, hace aún más hincapie en el trabajo de los fundamentos y en el pase como dogma de fe. Inscrito, eso si, en una concepción táctica más colectiva, que difiere en cierto sentido con el prisma que gobierna en la NBA (un tópico que se diluye en los últimos tiempos gracias a equipos como los Spurs de la pasada temporada o los actuales Atlanta Hawks).
Así pues, dos point-forwards europeos arquetípicos serían Dejan Bodiroga y Toni Kukoc. Productos balcánicos ambos. El primero se desempeñó como base, escolta o alero de forma alterna y dependiendo del contexto en el que se encontrara inmerso. Lo que queda claro es que su magnífica visión de juego le acompañó durante toda su carrera. Bodiroga componía a una velocidad distinta, más pausada y zidanesca, en un estilo que recordaba, salvando las distancias, al de Larry Bird. Por su parte, Kukoc fue un milagro baloncestístico que ocurre una sola vez en la vida. Desde su atalaya de 2.07 metros poseía la coordinación de un base, y en cierto modo, actuaba como tal. Sus dinámicos inicios en la Jugoplastika vieron a un jugador capaz de realizar coast-to-coast, el pick n roll, el penetrar y sacar la bola, y tantas formas diversas de ejecutar jugadas de ataque. Conforme fue ganando músculo, sobre todo en su aventura americana, su aproximación como point-forward se realizó en el plano estático, en secuencias de menos bote.
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Más adelante en el tiempo encontramos a tipos como Boris Diaw (nombrado anteriormente), Andrei Kirilenko y Hedo Turkoglu. Tres modelos distintos, pero fascinantes de analizar y diseccionar.
Diaw, como ya sabemos, bebe de la escuela Bird: recibir de espaldas y en una posición lateral, y pasar haciendo uso de poco bote. No es un jugador que encare al contrario a la hora de proponer, o al menos no es lo más habitual. Hay que recalcar que Diaw fue drafteado como base por Atlanta, pero el paso de los años y ese incremento notable de peso le ha reconvertido como jugador. Ha seguido el proceso inverso a Magic Johnson: de base a point-forward.
Por su parte, Kirilenko siempre ha hecho gala de un estilo puramente pragmático y altamente efectivo. Escuela soviética. Su filosofía es la de aprovechar al máximo los pocos toques de los que dispone. Es el jugador perfecto para hacer que discurra el movimiento de balón y no se estanque en ninguna posición. El alero ruso brilla cuando ejerce de motor, tanto ofensivo como defensivo.
Por último, Hedo Turkoglu, en su apogeo de rendimiento, ha sido un jugador que hacía gala de un consumo de bola considerable. Tanto en Turquía, como en sus mejores años en los Orlando Magic, gustaba de subir la pelota y crear tras bote. Encarar a la defensa y desde ahí valorar la mejor opción posible. Su estilo se acerca más al del point-forward tradicional.
En resumidas cuentas, vemos que Europa también ha contribuído, en cierta manera, a desarrollar y engordar de jugadores una posición que no está claramente definida en los manuales clásicos de baloncesto, pero que desde hace mucho tiempo forma parte de cualquier imaginario táctico.
El point-forward es el envoltorio perfecto para el sujeto versatil, porque le permite maximizar todas las diversas cualidades que le convierten en un arma imposible de descifrar. Son tantos y tan variados, que seguro que en este análisis me dejo algunos nombres que encajarían a la perfeccion con la definición.
El futuro del baloncesto moderno tiende hacia la lógica aposicional. Las posiciones tradicionales cada vez cobran menos sentido, y es importante que todos los jugadores en cancha sean capaces de crear para ellos y para los demás. Algunas proyecciones extremadamente atrevidas vaticinan que el devenir espera alineaciones con cinco "Lebrones" en cancha, el culmen máximo de la versatilidad tanto defensiva como ofensiva.
Sea como sea, lo cierto es que la riqueza actual del juego no se puede entender sin estudiar este virtuoso recurso táctico, que se inició en los sesenta y que vive su apogeo en tiempos actuales.
El point-forward seguirá dando guerra, por muchos años que pasen. Y será un placer verlo.
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