MEMPHIS GRIZZLIES – SAN ANTONIO SPURS 86-93 (0-4)

La última vez que los Spurs habían pisado una final de la NBA fue en 2007. Desde entonces arrastraba la etiqueta de viejos. Anoche, esos 'viejos' finiquitaron la final de conferencia con una solidez impertérrita (86-93) y ya olfatean su quinto anillo. Popovich y Duncan ganaron su partido de playoffs número 129. Ningún binomio entrenador-jugador cuenta con un expediente tan pomposo. La estepa anotadora de San Antonio apenas se extendió durante dos minutos. Tiago Splitter (9 puntos y 4 tapones) se encargó de enmudecer al FedEx Forum con un gancho con la izquierda. Aquella acción fue la advertencia de que la puesta en escena de los Spurs no sería tan cándida como la de hace un par de noches. El altruismo defensivo de los Spurs cortocircuitó a unos Grizzlies incapaces de solventar las zanjas que se iba encontrando por el camino. Cada canasta de Memphis suponía un ejercicio físico y mental extraordinario. Ni Randolph (13 puntos y 8 rebotes) ni Gasol (14 puntos, 5 rebotes y 5 asistencias) podían anidar cerca de su recinto natural y la presión recaía en Tayshaun Prince, un tipo aseado que no está habituado a lanzar siete veces a canasta en ocho minutos. Tony Parker (37 puntos y 6 asistencias) jugaba al corro de la patata con la soltura de quien se divierte contra los alumnos de cursos inferiores en el patio del colegio. Y Ginobili (6 puntos, 6 rebotes y 6 asistencias) culminaba el periodo de recreo con un caño fabuloso que asistía a Corey Joseph. Ajeno a la rumorología que situaba a Splitter en el punto de mira del Real Madrid, el brasileño echó el cerrojo a la zona y fumigó cualquier intento de canasta de Gasol

Los Spurs abrieron el manual del buen baloncesto para exasperar a un rival que se fustigaba con cada canasta de San Antonio y sufría más que en un domingo sin dinero para anotar. Los sudores fríos de Randolph con la defensa de San Antonio se agudizaron anoche. Los primeros puntos del ala-pivot tardaron 18 minutos en llegar, y fueron desde la personal. El equipo de Popovich se las ingeniaba elevar el desánimo de jugadores y afición locales en cada acción. La brecha nunca superó los 11 puntos en el segundo periodo, pero la diferencia de endorfinas que irradiaban unos y otros resultaba abismal. Boris Diaw recordó a aquel maravilloso violinista de Phoenix con unos minutos primorosos en el segundo cuarto. Y a todo esto, Bayless era el primer y único protagonista capaz de ver aro desde la línea de 3 antes del descanso. Fue precisamente el escolta de Memphis quien ondeó la bandera de la esperanza con su segundo triple (38-44).

Tony Allen, acreditado maestro en cuestiones subterráneas, era incapaz de torpedear la partitura de su tocayo Parker, que sumaba 20 puntos en 28 minutos. Un robo al que siguió un contraataque culminado por Bayless fue la primera mueca de disfrute para los Grizzlies. Popovich paró ese conato feromónico del bando local y sus discípulos salieron del tiempo muerto con un 0-5 que devolvía los 11 puntos de renta. El recital de Parker era más oh la lá que nunca mostrando un repertorio de recursos a la antigua: puertas atrás y lectura del pick&roll. El base francés, cuyo rictus permanece siempre invariable, perforó el aro de Memphis con 14 puntos en el tercer cuarto. El banquillo local no acertaba a zancadillear su movimiento preferido: tiro en suspensión tras bote con la mano izquierda. Los Grizzlies necesitaban un héroe. Cuando el FedEx esperaba la eclosión de Marc, Randolph o del desaparecido Conley, emergió Quincy Pondexter (22 puntos) para firmar sus minutos más gloriosos en la NBA con 12 puntos y tres triples en menos de seis minutos (66-69).

La ilusión se volvía a dibujar en la grada, pero San Antonio negocia estos momentos de zozobra con la finura y tranquilidad de un funambulista. Randolph decidió replantearse su dimisión y empezó a sumar con su soltura habitual. Su duelo con Splitter fue voltaico. En el baloncesto existe una ley no escrita que dice que se puede fallar en ataque pero no puede falta coraje en defensa. Memphis la puso en práctica en el último acto para volver a soplar en la nuca de San Antonio (73-76). Los Grizzlies nunca tuvieron opción de empatar el choque porque Popovich no dudaba en apretar el gatillo para frenar el partido. La influencia de sus tiempos muertos era palpable. Tim Duncan (15 puntos, 8 rebotes y 4 tapones) estabilizaba a su equipo sin hacer ruido mientras Memphis se encomendaba a una inspiración individual que nunca se presentó. Un semigancho de Gasol alteraba el biortimo de la grada (86-89), aunque Parker volcó una dosis industrial de hielo desde la línea de personal.