De vez en cuando, el mundo del deporte vive un momento cumbre, un instante esencial, un cruce de caminos que determinará su futuro durante varias décadas. Ese momento crucial, tiene algo de místico, pues las más de las veces, cuando se analiza en el tiempo, resulta que fue decidido por cuestiones estrictamente aleatorias, ajenas a toda razón.
Algo así vino a ocurrir en el verano de 1969 en la NBA, a la sazón en medio de una guerra de estrellas con su gamberra vecina, la ABA, una competición gloriosamente caótica que nació con ínfulas de competencia subversiva y acabó en meros anhelos de fusión, todo en medio de un derribo por ruina inminente, apenas mal disimulada.
La apasionante historia que vamos a narrar, es una de las muchas que aparecen recogidas en LOOSE BALLS , el mejor libro de baloncesto que jamás se haya escrito, un repaso, a base de testimonios cruzados de sus protagonistas, de la tan efímera como abracadabrante existencia de aquella liga profesional alternativa.
Es de estas páginas, y a través de ellas, de las voces de sus actores, que tuvimos ciencia de este impactante acontecer .
Corría el verano de 1969, cuando LEW ALCINDOR, un joven introvertido, nacido en un barrio humilde de Gotham, hijo único de un sencillo hogar con un padre silencioso y una madre ultraprotectora, dominador de la escena baloncestística en High School y College, aquí con la invencible UCLA guiada por THE WIZARD OF WESTWOOD, frecuentador de garitos de jazz y admirador de SONNY ROLLINS, se aprestaba a dar el salto a los pros, una vez cumplido el ciclo universitario, que saldó con una sola derrota y tres títulos ( no jugó su año freshman por las reglas de la época).
La ABA, en su estrategia de atraer a las nuevas estrellas hacia su particular agujero negro, decidió emprender un proyecto aparentemente imposible: hacerse con los servicios de la nueva gran promesa y ubicarlo en una gran ciudad.
Para ello, DICK TINHAM y MIKE STOREN, dos de los cerebros de la competición, se decidieron a planificar la operación, contratando, como primera medida, a un equipo de psicólogos industriales, psiquiatras, y hasta a un detective, a fin de que elaboraran un informe sobre el perfil psicológico del hombre a quien había que engatusar, llegándose a una doble conclusión: el jugador decidiría por sí mismo, no permitiría que otro tomase su decisión, y no aceptaría entrar en un regateo, esto es, habría que hacerse desde el principio la mejor oferta posible, pues una vez que se decidiera, se mantendría firme.
Para financiar el proyecto, bautizado como OPERACIÓN KINGFISH, era preciso encontrar a alguien con el suficiente dinero y la perturbación bastante como para jugarse 1.000.000 $, pues esa era la oferta que se le iba a hacer al astro de UCLA.
Y es aquí donde entra HOWARD HUGUES, insigne millonario, productor cinematográfico, extraordinario aviador e impenitente fornicador de Stars y Starlettes, una de las personalidades más mercuriales y narcisistas de la historia moderna, de quien esperamos biopic a cargo de Marty Scorsese, que, como habrá adivinado el lector, era ese alocado y caprichoso inversor necesario para poner en marcha el asunto, obteniendo a cambio los derechos televisivos del equipo de Los Angeles donde recalará el gigante neoyorkino.
Tras varios contactos, en el fastuoso Desert Inn de Las Vegas, el magnate no acaba de decidirse y la operación se descarta.
Finalmente, se decide que La Gran Manzana es el lugar ideal, en una reintree que revitalizara la alicaída franquicia de los NETS y golpeara en pleno corazón a la liga rival, la todopoderosa NBA.
El propietario de los NETS, ARTHUR BROWN, empresario transportista, se muestra sensible a la idea, y todo comienza a tomar cuerpo, al punto que sea el mismo Comisionado, el gigante GEORGE MIKAN, el que personalmente se implique, configurándose una dupla no demasiado brillante, propietario y comisionado, para que hablen con el nuevo mesías del Basket. Tinkham y Storen permanecerán en la sombra, a la espera de noticias.
ALCINDOR señala en que fecha estará en NY, y fija las condiciones: habrán de hacerle una sola oferta, su mejor oferta, después hablará con los BUCKS (que habían obtenido el nº 1 del draft en un sorteo con los SUNS) y comunicará su decisión, todo en el hall de un hotel de New York. Nada sorprende a los chicos de la ABA, todo responde al patrón diseñado.
El cheque de 1 Millón $ está preparado, como bonus por fichar, más un abrigo de pieles para la mamá, más salario a negociar, todos saben que los BUCKS no podrán igualar la oferta, el futuro KAREEM está a un solo paso de la ABA, y con ello, esta liga de balones tricolores, canchas vacías y personajes de sainete, está mas cerca que nunca de la senda que conduce al paraíso.
Pero al final, como no podría ser de otro modo en la tradición perdedora de la liga, la cosa se frustra. Mikan y Brown deciden hacerse los listos, algo a lo que no estaban acostumbrados, y modifican a la baja la oferta, el millón será el salario por cuatro años, tiempo habrá para subirla si el chico recibe algo mejor de los BUCKS.
ALCINDOR, fiel a su previamente pergeñado perfil, habla con MILWAUKEE, que supera la oferta de NETS (1.4 millones $ por cuatro años), y decide fichar por los de Wisconsin, sin vuelta atrás. Los penosos intentos de los mandamases de la ABA por subsanar el error cicatero de su comisionado, corriendo por el Aeropuerto ondeando el cheque, resultarán estériles.
ALCINDOR, decidió por sí mismo y no jugó al regateo, tal como rezaba su croquis caracteriológico; MIKAN acabó sus días como Comisionado en medio de la infamia; la ABA se trasladó de Minneapolis a New York y sobrevivió unos cuantos años, para acabar desapareciendo; y KAREEM ABDUL-JABBAR se convirtió en el jugador más decisivo de la historia del baloncesto, extendiendo su dominio a la NBA, donde ganó el anillo con MILWAUKEE, un equipo con solo tres años de existencia, en su segundo año, y fichó por los LAKERS, con los que se hizo con otros cinco, para acabar retirándose a los 42 años con una inabarcable lista de records.
Y la historia del baloncesto profesional americano, quedó definida en aquel mismo instante: una liga, la NBA, se confirmó y aún hoy perdura su indiscutida primacía; la otra, la ABA, feneció, y es actualmente un mero recuerdo, material de memorabilia y merchandising, parnaso nostálgico de elefantes moribundos.
¡Todo pudo ser tan distinto!
Dicen que la realidad, a veces, supera a la ficción, y en este caso nadie podría sustentar lo contrario.
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NCAA 80-81: Un Hoosier en la corte de los Reyes (capítulo I)