Es una lata. Ver a los Bulls este año se ha convertido en un martirio para cualquiera y, en concreto, para un servidor que mira sus partidos con deseo de fan fervoroso desde que Jordan metió aquella canasta imposible en la Final del 91 contra los Lakers –tenía yo entonces 9 añitos- se está convirtiendo en una tortura insufrible. Voy a cometer el pecado de creerme el Marahá de Kapurtala y entonar de forma un tanto presuntuosa; pido perdón; los pecados, valga la redundancia, que están cometiendo mis adorados Bulls. A partir de ahora usaré la primera persona del plural, por lo que también perdón a los ofendidos.

El primer y principal es querer a toda costa un traspaso. ¿A santo de qué? Si el año pasado con los mismos hombres menos Noah (por cierto, si alguien sabe dónde está su parte de jugador de baloncesto que la lleve al United, nos vendrá muy bien) estuvimos a punto de hacer algo grande, por qué este año no íbamos a ser capaces, al menos de repetir. Kobe, ahora Gasol del que más adelante hablaré, quizá mañana nos coloquen a Arenas o al mismísimo Sergio Rodríguez en busca de la solución. Y ahí va el primer capirotazo, o garguilot, que es así como se dice por mi tierra. Señor Paxson, con todo lo que usted ha sido, ¿qué hace? ¿Por qué mandar a Lamarcus Aldridge a Portland cambio de Thomas? ¿Por qué le hace una oferta de renovación a Gordon? ¿Por qué no le paga los millones que le tiene que pagar a Ben Wallace para que se vaya a su casa? Y sobre todo, ¿por qué le ofreció el contratazo de sus sueños a un mediocre como Scott Skiles?

No hay respuestas para todo, yo lo sé. Últimamente he venido hablando mucho con un periodista americano que cubre la información de los Bulls y del que tengo el honor de considerarme amigo, y me ha comentado que el problema que tienen los Toros ahora mismo es que la plantilla no acepta las marciales (y marcianas) normas del entrenador, y que se lo quieren cargar, aunque apunta cínico en nuestra última conversación que “eso no es un problema…aún”.

A fuera de la costumbre, Sam ha aprendido a amar a los Chicago Bulls como si fueran su familia, y si él es capaz de reconocer el problema… ¿Por qué desde dentro no lo son? Es una pregunta que lanzo, y con ella el segundo garguilot, si se pretendía renovar a Deng y a Gordon, ¿por qué no se les renovó? Entiendo que al 7 te cueste, está ya aburrido de jugar a esto siendo tan joven y es un lastre que recuerda al peor Sprewell, pero con Deng no hay duda posible. ¿Qué hace el señor Reinsdorf, antaño ‘metomentodo’ mayor del reino, permitiendo que hagan y deshagan con sus amados Bulls? ¿Qué ha cambiado en los despachos del United para que ahora a Nocioni –jamás dudaré de su valía- se le pague bien al tiempo que, literalmente, se permiten pasar de Luol Deng? Y, sobre todo, ¿por qué esas no renovaciones han traído la desgracia a Chicago?

Porque los jugadores quieren cargarse al bueno de Scott. Y ahora, sin querer alargar más mi queja, pregunto y pido respuestas a quien quiera darlas: Si nosotros desde aquí vemos cuál es el problema… ¿por qué desde allí no? ¿Será que el problema es otro? ¿O será que aquellos valientes para negarle a Kukoc y Rodman una renovación a favor de MJ y Pippen han cambiado a aquellos benditos protegidos por el pavoroso y mediocre Skiles?

Sea cual sea la respuesta sólo hace pensar en un año de transición más para un equipo que lo tenía todo para hacer grandes cosas este año. Jamás pensé que diría esto, pero si la cosa sigue así, me voy a Boston. No a cambiarme de chaqueta, eso jamás, sino a ver baloncesto. Porque de lo bien que se hicieron las cosas el año pasado, a orillas del lago Michigan sólo quedarán cadáveres. Al tiempo si no me creen.