Serendipia: Dícese de un hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual.
Es común en muchos de nosotros experimentar o descubrir una serendipia, además es relativamente fácil conservar esos momentos en nuestras memorias. Sin duda, uno de estos momentos fue cuando una tarde de 1985 el pequeño Gheorghe Muresan, que forma parte de nuestro serial de “Qué fue de aquellos jugadores NBA”, acudía al dentista de su pequeño pueblo situado en una mínima región de Transilvania, Rumanía por un simple dolor de muelas. El dentista, también árbitro de baloncesto, impactado por el tamaño de ese niño de 14 años –ya medía 2,07 metros– empezó a hacer llamadas a varios equipos de la región hablándoles del joven Muresan y su indudable altura para al menos probar en el deporte de la pelota naranja.
Tan solo un año después, dejaría su hogar para irse a vivir y crecer como jugador en el equipo de la Universidad de Cluj, la ciudad más importante y cercana a su casa. Los comienzos eran los esperados para un espigado y descoordinado adolescente de 15 años jugando por primera vez. Él mismo decía “en mi primer año era el peor jugador del equipo pero sabía que para jugar a esto no podía ser el último en salir desde el banquillo”. Sesiones interminables en el gimnasio y en la cancha para perfilar y empezar a descubrir su potencial era su única meta con el fin último de no avergonzar a su familia y a sí mismo. En estos años se descubriría, aunque no fue una sorpresa, que sufría un trastorno en la glándula pituitaria que le produjo ese gigantismo pero por aquella época la región de Transilvania carecía de un especialista para ese tipo de operaciones.
Los años siguientes continuó puliendo su juego y con diecisiete años empezó a destacar en la débil primera división rumana anotando 30 puntos en su debut. La propia federación del país empezó a tomarle en serio. Viajaría con el combinado junior hasta Edmonton para jugar el prestigioso Mundial Junior de 1991. Ghita, el pequeño Gheorghe, dejaría de ser un desconocido para el baloncesto europeo cuando aupó a su país hasta el 5º puesto del torneo con unos números estratosféricos -23,4 puntos y 11,4 rebotes por partido-. Es digno de recordar que 6 años atrás estaba en esa consulta del dentista.

Su despegue definitivo en Europa sucedería en octubre de ese año en la segunda ronda de la Recopa de Europa. Su equipo, el Cluj-Napoca, no parecía rival para el mítico Pau-Orthez francés, un clásico de la época en Francia y en el Viejo Continente. En la ida, jugando como local, el conjunto rumano caería por 107-101 dejando abierta la eliminatoria para la vuelta en tierras francesas.
Pero el titular era otro, un gigante rumano de veinte años endosaba 39 puntos al equipo francés, 22 al descanso, además de una exhibición defensiva portentosa.
Volverían a perder, esta vez 100-89, en el encuentro de vuelta en Pau pero ningún miembro de la expedición francesa se olvidaría ya del nombre de Gheorghe Muresan.
Su paso por Pau-Orthez fue muy fructífero precisamente por eso, por el mero hecho de ser una etapa transitoria para lograr un puesto en la NBA. Fue allí, en la ciudad pirenaica dónde el gigantón rumano creció exponencialmente a nivel personal y a nivel físico dónde le “echaban a los leones” en cada sesión de gimnasio para que se exprimiera al máximo. También fue de gran ayuda para su mejoría táctica y psicomotriz, esto último elevadamente complicado por sus ya 2,31 metros de altura. El resultado fueron las esporádicas apariciones de ojeadores NBA en los partidos en territorio galo observando al pívot rumano en la temporada 1992/93.
Es curioso que en el año 1993 estuvo a punto de recalar en nuestra liga española, concretamente en la Ciudad Condal de la mano del Barcelona que llegó a ofrecer un sueldo de estrella a Muresan. Le veían como el único jugador disponible en Europa para parar a Arvydas Sabonis. Finalmente, desecharon la idea de su fichaje tras un informe médico que no recomendaba su fichaje.El verano de 1992, al final de aquella temporada, el propio conjunto galo compraría su pase a su primer club. Muresan veía ante sí un mundo nuevo con nuevas posibilidades tanto como para jugar a un nivel superior como para resolver su disfunción de la glándula pituitaria –extirparon un tumor benigno en 1993 que de no ser así le habría dado un esperanza de vida de 45 años-. Procediendo de una familia humilde invirtió su primer sueldo en una casa para sus padres con agua corriente y electricidad. Él mismo describió su contexto familiar como “underprivileged” por las condiciones en las que pasó su infancia, era habitual en el bloque socialista el racionamiento de los productos básicos y de alimentación aún en sus últimos años.
Sin nunca quitar el ojo a la liga al otro lado del charco, ni él ni su agente, se encontraba a final de temporada jugando en Hungría un partido con su selección nacional. Después del partido recibió una llamada de su agente en la que le decía que tenía que coger un avión en Bucarest para ir a hacer varios workouts para franquicias NBA de cara al Draft de 1993.
El viaje fue fatigoso, largo, enrevesado y tortuoso. Empezó con un trayecto en bus de 17 horas desde un pequeño pueblo de Hungría hasta Bucarest. Desde allí, Portland Trail Blazers alquiló un jet privado que le llevaría directamente a la ciudad del estado de Oregon previo paso por Islandia y Minneapolis. Seguidamente, hizo el entrenamiento con los Trail Blazers para el día siguiente volar hasta Detroit para hacer lo mismo con los Milwaukee Bucks además de pasar una exhaustiva revisión médica con Atlanta Hawks. Era el día previo al Draft en el que era favorito Chris Webber. En el mismo día realizó su último entrenamiento con los Chicago Bulls.
Contra todo pronóstico esa noche de miércoles le seleccionaban los Bullets de Washington con el pick nº30 sin haber tenido ningún contacto previo con la franquicia capitalina. No importaba el destino sino el hecho de llegar a un lugar al que nunca había pensado. De hecho, ya había superado sus expectativas.
Abandonó su país ya como una estrella, no era para menos si eres la primera persona de tu país en jugar en la NBA. Su llegada coincide con el techo más alto desde donde se ha contemplado la mejor liga del mundo, 2,31 metros superando por milímetros a Manute Bol.
Curiosamente fue este el motivo de su dorsal 77 con el que jugó su corta estancia en la NBA, 7’7’’ es la medida equivalente a sus 231 centímetros en el sistema americano, de pies y pulgadas.

Propio de los años 90, empezaban a aparecer más europeos entre las franquicias americanas que gozaban de pocos minutos en sus primeras temporadas. Para Ghita no sería diferente tanto a nivel baloncestístico como a nivel social. Fascinado por la ciudad de Washington visitó la Casa Blanca, el Capitolio y hasta el zoo nacional. Fue aquí dónde salió a relucir su principal característica dentro de la cancha, la intimidación. Cuenta el propio Muresan un extraño suceso con un oso panda del zoo capitalino en el que se asustó de ver a aquel rookie de Washington Bullets aparecer al otro lado del cristal y, aterrado, regresó a esconderse de nuevo hasta su cueva. Pensando que era una coincidencia, volvió más tarde y el resultado fue el mismo. “Tú estás acostumbrado a trabajar cada día, yo estoy acostumbrado a ser tan alto” decía el ingenuo Gheorghe sobre la reacción de los fans al verle.
En aquella 93/94 terminaría con unos discretos 5,6 puntos y 3,6 rebotes en tan solo 12 minutos de juego. La 94/95 gozaría de muchos más minutos que aclaran lo que sus estadísticas por 36 minutos nos dicen. Una máquina de producir puntos y rebotes con mucha facilidad se iría a los 10 puntos y 6,7 rebotes en 23 minutos por noche. Acumularía 58 titularidades ese año y una adaptación total en la plantilla, en la ciudad y en la cancha. Se ganó rápidamente el respeto y la admiración de unos novatos Chris Webber, Juwan Howard y Rasheed Wallace.
Con 24 años y su capacidad de trabajo intacta llegaba a la temporada 95/96, la del primer lockout de la historia de la liga aunque sin llegar a perderse ningún partido. Muresan alcanzaría su pico de carrera tras pasar el verano en Pau ayudando al equipo que le ayudó a dar un paso más en su crecimiento. Contribuyó a la clasificación para la fase final de la Copa de Europa de los franceses antes de volver a Washington. Su importancia en la franquicia sería notoria, alcanzaría picos de carrera en puntos, rebotes y tapones con 14,5; 9.6 y 2,3 respectivamente añadiendo también el cariño de toda la grada de los Bullets consolidándose como uno de sus jugadores más queridos. La liga le galardonaría con el premio al jugador más mejorado, el primer extranjero en recibirlo. Estaba en su cima particular, una situación perfecta en todos los aspectos de su vida diez años después de esa visita al dentista.
Desgraciadamente la siguiente temporada que comenzaba a finales de 1996 sería el principio de su declive en la cancha. Volvería a registros parecidos a los de dos años atrás, 10,6 puntos y 6,6 rebotes en 25 minutos por partido eran reflejo de sus problemas físicos unidos a la marcha de Jim Lynam, su entrenador y partícipe en el desarrollo de Muresan en la NBA. Con 26 años se perdía la temporada 97/98 por completo debido a una lesión en el tendón del tobillo derecho. Firmaría con los New Jersey Nets una temporada después. Con ellos jugaría 31 partidos y un total de 268 minutos en dos temporadas para abandonar la liga tras acrecentarse sus problemas físicos.
Lejos de ser una sorpresa, durante estos tres años serían continuas sus apariciones en anuncios de televisión. Estamos hablando de un personaje que desde su llegada a la liga se había caracterizado no solo por su altura sino también por su carisma. Por si fuera poco, en 1998 se estrenaría en cines la película “My Giant” la cual protagonizaba Muresan con Billy Cristal. En 1999 aparecería en el vídeoclip de la canción “My name is” de Eminem.
Su vuelta a Europa supondría el fin de su carrera en 2001, con tan solo 29 años, jugando con el equipo que siempre confío en él, Pau-Orthez. Una figura lastrada por las lesiones dejaría aún 11 puntos por partido en su último año en el baloncesto profesional compartiendo equipo con un prometedor Boris Diaw.
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¿DÓNDE ESTÁ? ¿QUÉ HACE AHORA?
Nada más finalizar su trayectoria, Gheorghe Muresan decidió asentar su familia en New Jersey además de comenzar a trabajar como embajador de los Washington Wizards en labores de marketing y relaciones públicas. Como el subdirector de comunicación del equipo, Matt Williams, reconocía en esos años “Es el ídolo de los aficionados, la gente reconoce lo bueno que es y el gran trabajo que hace. Él no es egoísta, habla con todo el mundo, bromea constantemente y es un enamorado de la vida”. Fue temporalmente entrenador del combinado nacional de su país en esos primeros años de retiro. Desde ahí se encarga de organizar torneos, campus y clinics en Virginia y Rumanía.

En el año 2007 jugó un partido con los Maryland Nighthawks formando parte del quinteto titular más alto de la historia en el que no era el jugador más alto -le superó el chino Sun Mingming-.
También fue incluido en la lista de cien rumanos más influyentes de la historia.
En los últimos años se sabe que ha trasladado su vida a Washington donde continúa como embajador de los Wizards. Cargo que compagina con el de vicepresidente de la Federación rumana de baloncesto.
Después de todo quizás sea Ghita el único que pueda decir algo así como, ¡bendito dolor de muelas!