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Manute Bol siempre luchando para que no haya lucha (Foto: bradydillsworth.com)

¿Qué fue últimamente de Manute Bol?

  • Aunque su vida no corre peligro sus 2.31 de altura padecen fuertes dolores por artritis y tiene problemas para andar. Está afincado en Sudán donde propaga el lema: “La clave para conseguir la paz es la educación”. Vive de sus 48.000 dólares que la NBA le concede como pensionista. Es asesor en una especie de ONG llamada SUDAN SUNRISE

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Manute Bol siempre luchando para que no haya lucha (Foto: bradydillsworth.com)
La primera ocasión que intentó un mate se partió la mitad de sus dientes. Ya contaba con dieciocho años, pero sus conocimientos sobre baloncesto distaban hasta de lo más elemental. Sin embargo se encontraba en EEUU con una beca para comenzar su andadura baloncestística en la universidad. Con su altura: 2’31 metros, casi suponía una obligación dedicarse al mundo de la canasta, aunque Manute Bol no reparó en ello hasta que un cazatalentos norteamericano llegó hasta una aldea perdida en Sudán, llamada Turalie, para convencer al gigante africano de que llegaría a ser jugador profesional. Por aquel entonces, Manute era miembro destacado de una tribu llamada los Dinka, los cuales eran conocidos por dos razones. Primero, porque esa tribu formaba parte activa de la guerrilla que durante muchos años luchó contra el ejército opresor sudanés, que causó miles de muertos en aquel país, y segundo, porque todos sus miembros destacaban por una altura media fuera de la común. Sin ir más lejos, su madre y su hermana medían 2’10, mientras que su bisabuelo llegó a los 2’39. Su historia sirvió de inspiración para la película The Air Up There ( Una tribu en la cancha), en la que Kevin Bacon encarna el papel del astuto ojeador.


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Manute Bol exhibiendo su envergadura
En cuánto aterrizó en el país de las oportunidades, Bol fue instruido duramente en fundamentos para convertirse, sino en una figura, en un jugador aprovechable. Tras un año en la Universidad de Connectitut, en la que promedió más de siete tapones por partido, le llegó el esperado turno de la NBA. Fue seleccionado en el puesto 31 por los Washington Bullets donde coincidió casualmente con el jugador más bajo de la historia, Tyrone Bogues, con tan sólo 1’59. Bol era el jugador más alto jamás visto en una cancha, luego llegaría el rumano Gheorge Muresan, que le superaba en aproximadamente un centímetro, y todas las miradas se centraron en él, causando un gran impacto allí donde fuera. Su llegada supuso ese toque exótico que expandiera el mercado de la NBA, lo que la liga anhelaba por aquella época, en la que se tanteaba el mercado africano, al igual que ocurre ahora con el asiático. A la gente le llamaba la atención ver a aquel gigante de tan sólo 85 kilos, un peso extremadamente ligero para alguien de su talla, y cuyos delgados brazos no distaban prácticamente en anchura de los de un niño. Además, su simpatía y su bondad calaron hondo entre los aficionados al baloncesto, convirtiéndose en un icono popular y mediático, lo que provocó que grandes multinacionales como Nike, Kodak o Toyota le firmaran contratos publicitarios millonarios.


En lo deportivo, su rol se centraba en el apartado defensivo. Su envergadura, unido a un aceptable salto para alguien tan grande, hizo que se convirtiera en un excelso taponador, promediando más de tres bloqueos por encuentro, y en un decente reboteador, aunque su insuficiente peso era un gran hándicap en su contra. Durante toda su carrera se intentó que adquiriera kilos a base de dietas basadas en grasas, pero sólo se consiguió que llegara a los 91 kilos, ya que su organismo le impedía engordar. En ataque nunca fue un jugador importante. Su poco conocimiento del juego debido a su inexperiencia, provocó que en muchas ocasiones no se contara con él para los sistemas de ataque, quedándose aislado de las jugadas en la línea de tres. Por ello, cuando llegó a Golden State Warriors, comenzó a atreverse a lanzar más allá de los 6,75, llegando a tirar más de un triple por partido y consiguiendo porcentajes decentes para un pívot.


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Manute Bol tratando de ponerle un tapón al mismísimo Michael Jordan (Foto: Miqui Forniés)
La vida le sonreía y él era feliz. Representaba mejor que nadie el sueño americano en el país de las oportunidades. Un hombre que había salido de una tribu perdida, en un recóndito pueblo del sur de África, y se había convertido en una persona rica y querida, y al contrario de lo que suele suceder, cuando estuvo en lo más alto, no dudó en acordarse de su gente, que seguían inmersos en una horrible guerra civil. Parte de su fortuna fue directamente a apoyar a los rebeldes sudaneses en su lucha contra el ejército opresor, mientras que la otra gran parte de su dinero la invirtió en diferentes negocios y en caprichos poco recomendables, como los coches de lujo y casas excesivamente costosas. Como en otras tantas ocasiones, cuando pasas de no tener nada a tenerlo todo existe el presente y Bol acabaría arrepintiéndose de su poca capacidad ahorrativa.
Cómo pudo cambiar su vida en aquella medida de repente es algo que seguro que aún se pregunta. Todo se torció y una nube negra se instaló en la apacible vida del interminable africano. Su altura comenzó a pasarle factura, en forma de artritis, lo que le generaba ocasionalmente fuertes dolores, debido a la práctica del deporte profesional. El calendario de la NBA era ya demasiado exigente para él, por lo que decidió acabar sus días deportivos en ligas menores como Uganda y Qatar. Económicamente, su falta de visión para los negocios (perdió muchísimo dinero entre una mala inversión en un club--restaurante en Washington DC), y ciertos engaños de personas que se aprovecharon de él, unido a sus constantes ayudas a su pueblo, provocaron que el querido Bol viera cómo su fortuna menguaba hasta el punto de tener que malvender sus casas de Egipto, Maryland y Sudán. Los dolores en sus articulaciones se acrecentaban con el paso del tiempo, pero ya no podía permitirse un tratamiento digno, lo que le llevó a apurar su fama mediática participando en la liga de hockey o en exhibiciones de boxeo, pero su economía seguía siendo un problema.


El drama de Manute, sin embargo, no había hecho más que comenzar. Su mujer se divorció de él, dejándole a cargo de sus cuatro hijos, a los que luchaba por mantener como podía, y con los que vivía en los suburbios de Sudán. Con ella protagonizó desagradables incidentes como en una ocasión en la que la policía tuvo que irrumpir en su casa ya que tras una pelea, los dos se agredieron mutuamente. Por si esto fuera poco, en 2004, sufre un grave accidente de coche en un taxi en el que el taxista muere, y en el que el africano se rompe el cuello, un brazo y una pierna, que se tradujo en utilizar un largo bastón de por vida debido a la cojera. Los cuidados que requería la rehabilitación eran demasiado costosos para él, por lo que Bol estaba cayendo en un pozo del que parecía que nunca conseguiría salir, pero en los peores momentos, excompañeros suyos como Tim Hardaway, Mitch Richmond y en especial su inseparable Chris Mullin, no dudaron en ayudar económicamente al que ellos consideraban como un gran amigo. Así consiguió salir adelante el honrado sudanés, aunque eso sí, con grandes dificultades.


Hoy en día, con 48 años, el Dinka vive en Sudán de la pensión que la NBA concede a todos los jugadores retirados que han militado por lo menos tres años en la liga. En su caso le corresponden 48.000 dólares tras ocho años prestando sus servicios. Eso es mucho dinero en su país, pero seguramente no hay muchos jugadores que necesiten tanto esa paga como él. Sin embargo, su artritis ha ido en aumento hasta el punto de tener grandes dificultades para convivir con sus sufridos dolores, especialmente en muñecas y rodillas. La vida de Manute no está en peligro pero sí tiene serios problemas para andar.
Aún así, no se ha olvidado de las dificultades de su pueblo evidenciando que su mejor partido no lo jugó en una cancha de baloncesto, y de una forma u otra, sigue luchando por su país. Allí aún sigue el conflicto y ha provocado que su tribu prácticamente se haya extinguido. Por ejemplo, en 2006 lideró una marcha pacífica que se inició en Nueva York para desembocar en Washington en protesta por los genocidios y la esclavitud actual que vive la población sudanesa, solicitando el apoyo del gobierno de los Estados Unidos. Actualmente trabaja en su país, Sudán, como asesor en una especie de ONG-Organización sin ánimo de lucro llamada SUDAN SUNRISE.

La vida le dio mucho, pero luego, injustamente, le ha quitado demasiado a alguien cuya calidad humana era superior que sus 231 centímetros, cuya simpatía dejó un legado de amigos en la cancha, y todo un ídolo para un país como Sudán, que sin duda estaba necesitado de héroes como él.

 

Colaboró Miguel Ángel Paniagua


 

Sobre el autor

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Comentarios

Muy buen articulo. Recuerdo que hace años coincidio en la cba en un partido contra darryl "gorila" dawkins (tambien "trueno de chocolate"), siendo los dos muy veteranos. Una vez, en uno de esos partidos, un arbitro le pito falta a manute, y este le espeto un: "perdone, no sabe usted quien soy yo?", llevandose la consiguiente tecnica jeje

Una pequeña puntualización. No estuvo en la Universidad de Connecticut (la de los Emeka Okafor, Richard Hamilton, Rudy Gay, Ben Gordon y compañía), sino en la de Bridgeport, cercana geográficamente (mismo estado) pero muchísimo menor en prestigio y en nivel deportivo (Division II).

Buen artículo pero otra puntualización: no creo que saliera de una tribu del Sur de África, ya que Sudán está en la mitad norte del continente negro...