No ha firmado contratos publicitarios multimillonarios, ni su nombre es conocido en las timbas de Las Vegas. Jay Leno no le ha invitado a su show, ni viste bisutería propia de un príncipe… aunque lo sea. Tayshaun Prince se ha convertido en pieza clave de los Detroit Pistons y pronto será su auténtico motor. En apenas dos años ha demostrado a sus numerosos críticos de antaño la importancia de los valores que le inculcaron en su maternal y cálido hogar en pleno ghetto de Los Angeles.

Afirmaron que era lento y torpe. Sugirieron que no se adaptaría al juego de la elite, que sucumbiría en el siguiente nivel. Le consideraron débil y enclenque, casi anémico… y Prince les ha convertido a todos en monárquicos. Quienes le conocen aseguran que su talento y constancia en la cancha sólo son equiparables a su humildad y bondad más allá de las cuatro estrechas franjas del parquet. La magia de Prince se ha acabado imponiendo sobre el músculo anabolizado, la fibra mesomórfica, la mera fuerza bruta animal. Es el príncipe del Palacio de Auburn Hills.

“Ganaré antes un campeonato que un trofeo de MVP”, aseguró ya hace tiempo Tayshaun, que creció mamando el altruismo del seno de su madre mientras vecinos suyos se ahogaban en el alcohol y la droga en la profunda L.A. Sin embargo, su modestia no evitó que destacara en Domínguez High School y que en la Universidad de Kentucky quedaran prendados de ese grácil joven que asombraba en las canchas y en las aulas. Olvidado en el draft por la mayor parte de las franquicias, ha tenido que luchar para relucir cual lingote del estado dorado, mientras muchos supuestos diamantes siguen siendo tan brutos como lo fueron aquellos directivos un junio de 2002.

Su momento de gloria: los Playoffs de 2003
Corría el último día del mes de abril de 2003 y los Detroit Pistons se encontraban a un paso de caer eliminados por los Orlando Magic. Tracy McGrady había liderado a los de Florida a un balance de 3-1 en el cruce y Detroit estaba al borde de un fracaso estrepitoso. 36’25 puntos, 5’75 rebotes y 4’5 asistencias de promedio firmaba T-Mac en cada una de las cuatro jornadas de eliminatoria y Tayshaun Prince observaba sumiso desde el banquillo al inspirado jovenzuelo de North Carolina. Sólo seis equipos habían sido capaces de remontar un adverso 3-1 en toda la historia de la liga y se presagiaba el ridículo de los campeones de la Central. Sin embargo, tras haber disputado 28 minutos totales en el curso de los play-off, a Tayshaun Prince, y en consecuencia a sus Pistons, el destino le iba a tender una larga alfombra roja a partir de aquel día.
Rick Carlisle, escaso de ideas y falto de recursos, desesperado, otorgó una oportunidad a esa sílfide californiana a quién había exiliado al ostracismo durante toda una larga temporada. Prince respondió, literalmente, resolviendo la eliminatoria.
”Probablemente McGrady sea ahora mismo el mejor jugador del planeta, pero Tayshaun ha marcado diferencias a nuestro favor. Será un factor decisivo en estas series”, aseguraba Carlisle, torpemente presagiando la importancia de Tay en su futuro esquema. Ese enfrentamiento supuso el descubrimiento de la confluencia de inteligencia, talento, envergadura y velocidad en el frágil cuerpo de aquel al que llamarían desde entonces The Prince of the Palace of Auburn Hills.

“Mucha gente me había comentado que los séptimos partidos eran como el torneo NCAA. O ganas o te vuelves a casa. Así me sentí”. Prince aún tenía deberes que hacer. Los Pistons vencieron tras siete intensos encuentros a los Magic y los Sixers ya se frotaban las manos al saber que se enfrentarían a un extasiado equipo liderado por un rookie enclenque. Sin embargo, Aaron Mckie seguramente aún encuentre en sus pesadillas a Tayshaun Prince humillando a los Sixers, y si Larry Brown ya no se despierta asustado por la noche, empapado en sudor, es porque Prince ocupa taquilla en el vestuario que él mismo dirige. En la eliminatoria ante Philadelphia, apenas unos días después, Tayshaun creció como jugador lo que muchos imberbes montados en el dólar anhelan y nunca lograrán.

Los americanos de hoopscorner.com lo plasmaron a la perfección:”Si nunca hubieras visto antes un partido de la NBA y tuvieras que extraer una conclusión de aquel encuentro, habrías afirmado que Prince era el MVP de la NBA y McKie el mejor defensor del lastimoso equipo rival”.

Subía el balón, driblaba y anotaba. Bajaba a defender, paraba a Iverson o al propio McKie y volvía a pedir el balón para afrontar una nueva exhibición ofensiva. Todo un repertorio de fundamentos a ambos lados del parquet cuando el balón más ardía. Los Pistons vencieron 4-2 en aquella eliminatoria, y aunque posteriormente caerían ante New Jersey, está grabado en piedra que un rookie ganó la partida a McGrady y a Iverson allá por mayo de 2003.

Directamente desde Compton
El barrio de Compton, en Los Angeles, uno de los más peligrosos, en el sur pobre y negro de la metrópolis californiana, sufre una lastimosa fama mundial debida a las violentísimas peleas de pandillas afroamericanas que sus calles a diario padecen. El conflicto de índole racial y de clase entre negros y latinos es constante. El grupo N.W.A, “Niggers With Attitude”, originario del barrio, y su disco “Straight outta Compton”(“Directamente desde Compton”) reflejan la realidad que ha convertido el distrito prácticamente en sinónimo de gangsta.

En este contexto, la población latina, en su mayoría inmigrantes recién llegados de México y Centroamérica, amenaza con desplazar a la comunidad negra.
Cuando empezaban a cultivarse las semillas de estos cambios sociales y demográficos, un 28 de febrero de 1980, Diane y Thomas Prince iniciaron la educación del pequeño Tayshaun, como la flor que crece entre las malas hierbas. De la escuela a la iglesia y al hogar maternal, donde sus hermanos Tommy, quien llegó a ser jugador profesional en el viejo continente, y Tisha, también lucharon para apartarle de las violentas calles de Compton. El baloncesto era la válvula de escape del actual Piston.

“Cuando alguien conoce a mi hijo, deseo que olvide lo buen jugador que es para percibir los buenos valores que concentra”. Amor de madre, dicen.
Trabajador, mentalmente centrado y equilibrado y rodeado siempre de la gente correcta.
“Contaba con seis o siete años y solía ir a ver a mis padres jugar al baloncesto. El Basket corría por mis venas y empecé a jugar. Cuando me di cuenta de que podía llegar a ser bueno en esto, me lo empecé a tomar en serio”, comenta Prince sobre sus inicios.
Por entonces, Magic Jonson lideraba aquella NBA del talento, y Tayshaun observaba desde el sofá la magia y la versatilidad que aplicaría a partir de entonces a su juego.

Domínguez High School esperaba con los brazos abiertos a Tayshaun, que contribuyó fundamentalmente a instaurar al instituto de Compton dentro de la elite baloncestística estadounidense a finales de los 90. Por la zona de San José, en el distrito angelino, aún recuerdan el récord de 96 victorias y 9 derrotas que conllevó la estancia de tres años de Prince para Domínguez H.S. Se alcanzaron dos títulos estatales y Prince les colocó al oeste del mapa. No en vano, Tayshaun fue premiado repetidas veces como héroe local y alcanzó la final del trofeo Naismith en 1998, su última campaña, a escala nacional. Además, fue el primer jugador en la historia de Domínguez en recibir la mención del McDonald’s All-American, compartiendo honor aquel marzo del 98 con Rashard Lewis, Corey Maggete, Quentin Richardson, Richard Jefferson, Al Harrington, Mike Miller o Stromile Swift, cuando brilló sobremanera un Ron Curry que ahora persigue óvalos curtidos como Quaterback de los Raiders.

Y entonces llegó Tubby
“Al llegar a la universidad, ya no se trataba de ser una estrella, sino de hacer mejores a cada uno de tus compañeros”. Palabra de Prince. Así fuera. Kentucky apostó fuerte por Tayshaun y no se arrepentiría. Cuatro años después, su facultad de Sociología contaba con un licenciado más que se graduaba entre memorables momentos e impresionantes récords bajo el apellido del príncipe. Tubby Smith tuvo el honor, recíproco, de contar con Tayshaun, de quien había quedado prendado vídeo mediante. “Ya desde el instituto, Tayshaun ha tenido esa habilidad para resolver los partidos. Lleva siendo un go-to guy mucho tiempo”, declararía Orlando “Tubby” Smith en marzo de 2001. En la primera ronda del torneo final aquel año, Prince anotó 12 de los últimos 14 puntos del equipo para acabar con Holy Cross(72-68). Grandes noches para los Wildcats de la mano izquierda de Tay, pero ninguna como la anterior del 8 de diciembre. ¿Cuántos puntos ordena la lógica que puede anotar un jugador en los primeros dos minutos de partido? Como si aún no hubiera finalizado la rueda de calentamiento, Prince encadenó una racha anotadora tremenda, inhumana, de cinco triples consecutivos sin fallo ante North Carolina, en una de las mayores exhibiciones jamás demostradas desde el perímetro. Tayshaun anotó así los primeros 15 puntos de Kentucky, en dos minutos para recordar. Un par de lanzamientos ordinarios para preceder un tercero sobresaliente, prácticamente a ciegas por la oposición de la mano de Jasón Capel sobre su rostro, y ante un Matt Doherty atónito desaflojándose la corbata en el banquillo de los Tar Heels.

Will Jonson tampoco pudo detener un cuarto triple que encendió a los más de 23.000 espectadores del Rupp Arena. Y el quinto se antojó apoteósico, desde más allá de ocho metros, sobre el extremo del logotipo de los Wildcats de mitad de campo. En pleno diciembre, el pabellón de UK se convirtió en una gigantesca olla a presión capaz de desprender un apabullante calor que acabó con los de Carolina.

En aquel su año junior, Tayshaun sería designado finalista del trofeo Wooden, All-American y MVP de la potente conferencia SEC, pero el príncipe prefirió desoír el dulce y melódico graznido de la NBA para terminar sus estudios. Impropio de los jóvenes estelares de la actualidad, más lógico en las escasas mentes maduras, paradoja, del ámbito universitario. Sin embargo, la fortuna dio la espalda a Prince y a sus Wildcats aquel último año. Lesiones, problemas de indisciplina y sangrantes brechas en la química interna de aquellos Wildcats provocaron el final prematuro de la carrera de Tayshaun tras caer en los Sweet Sixteen ante Maryland, a la postre campeones del torneo NCAA.

En segunda ronda, con 41 puntos ante Tulsa, alcanzó su máxima personal en una actuación clónica a la que demostraría en sus primeros playoff ante Philadelphia. Ya lo decía Tubby Smith, que siempre ha ocurrido la misma historia… Nuevamente mención All-American, alcanzando la séptima posición en la clasificación histórica de anotadores en Kentucky con 1775 puntos… y directo a los campus pre-draft.

Un diamante ya pulido
“Tu época universitaria es el momento más importante de tu vida. Gané madurez y pude experimentar muchas cosas. Los cuatro años que permanecí en Kentucky me ayudaron sobremanera. En todas y cada una de las temporadas fui capaz de progresar y mejorar”, asegura Prince. Mientras muchos jóvenes habían sido calcinados por el tentador fatuo fuego del dinero de la NBA, Tayshaun había esperado su momento, rodeándose de la gente correcta. Una de estas personas fue el agente deportivo Bill Duffy. Tay decidió firmar por Duffy, al que ya había conocido en Kentucky. Además, Thomas Prince, el mayor de los vástagos, sabía que debía ser Duffy quien dirigiera los negocios de la familia. “Representa a un montón de jugadores, pero te aseguro que a todos acude a ver”, aseguran. Dile con quién andas…

“Encuentras chavales con un gran talento que se ven en la portada de “Sports Center” y acaban en prisión por conducir borrachos y demás. Firman por 50 millones de dólares y empiezan a tener problemas con las drogas o dejan de tomarse su trabajo en serio. Por eso la NBA está cambiando”, dijo Prince. Y vaya si estaba cambiando. Si en el 2001, cuando Tayshaun retiró su nombre del draft, se había inflado el globo con figurines como Brown, Chandler (de Domínguez también), Curry, Diop o Ousmane Cisse, en 2002 se cifró en 47 la locura de early entries, jóvenes que decidieron presentarse al draft antes de contar con 22 años.

Se sucedió una auténtica masacre con tanto joven precipitado y nombres como DeAngelo Collins, Cordell Billups, Rashid Hardwick, Muhamed Lasege, Giedrius Rinkevicius, Melvin Steward… caerían para siempre en el olvido. Y entre los que fueron escogidos abundaron los Tskitishvili, Dajuan Wagner o Quintel Woods cuya preparación para este deporte no ha quedado aún demostrada tres años después.

Prince, un diamante ya pulido, llegaba con el talento como equipaje pero le pidieron el carnet. “22 años”, dijo. “Entonces espere su turno”, le respondieron. Había cuajado buenos campus pre-draft en Phoenix o Chicago, pero eso parecía no importar. “Con tanto underclassmen de high school y del extranjero, no se sabía qué podía ocurrir”, declaró Prince. La noche del 26 de junio de 2002 fue avanzando y David Stern no pronunciaba el nombre del príncipe. Con el número 23, los Detroit Pistons finalmente escogieron al de Kentucky y como le ocurrió a Tubby Smith, Joe Dumars no se arrepentiría.

El futuro es de Tayshaun
Tras el ostracismo, logró escalar el rookie wall, y con el minutero en mano, Tayshaun ha demostrado que ni se parecía a Jalen Rose ni a Donyell Marshall, que ni persigue la senda de Scottie Pippen y ni siquiera la de George Gervin. El príncipe sigue su propio camino, donde confluyen talento y esfuerzo y se divisa el All Star como primera parada. Tayshaun sigue centrado y la fama no ha variado su carácter. En el momento en el que el amarillismo le emparejó con la tenista Serena Williams, él respondió en la cancha con 19’6 puntos, 5’3 rebotes, 2’8 asistencias, un 56% en tiros de campo y un 46% en triples durante febrero. En la famosa tángana del Indiana-Detroit del 19 de noviembre, fue el único jugador de todo el encuentro que no abandonó el banquillo y, por tanto, el único que, con ley en mano, no habría merecido, al menos un partido de suspensión. Similar a aquel accidente del “Varsity Blues”en Kentucky, cuando Prince fue de los pocos Wildcats que no fue sancionado por el comité. Los tiempos han cambiado, Tayshaun no.

La comentada postemporada de su año novato, el increíble tapón a Reggie Miller en el segundo partido de esas series de 2004 y su rendimiento estelar para acabar alcanzando el anillo ante Lakers, su tremenda progresión en esta campaña…Imparable para los Pistons. Tayshaun cada vez con más minutos y confianza, mayor responsabilidad, confirmando que es la razón por la que Darko, y no Carmelo, forma en Detroit. La confianza conjunta de Dumars y Brown en Prince se ha visto reforzada por imágenes, pero también por mil palabras:
“Sabe cómo jugar. Es lo que se aprende cuando permaneces cuatro años en una buena universidad con un gran entrenador y un gran programa de baloncesto, que la transición a profesionales es mucho más fácil. Tiene una gran pasión por el juego y va a tener minutos”, declaró Larry Brown el pasado verano. No sólo confían en él en el Palace, sino ya gran parte de la Liga. El base Greg Anthony declaró que Prince es el mejor jugador de la extensa plantilla de Detroit. La NBA empieza a abdicar en el príncipe.