Para cualquier aficionado al baloncesto acudir a un partido de la NBA es un sueño, un objetivo. A mí me tocó la temporada pasada, fue en la cancha del equipo más laureado de la liga, en Boston, una increíble experiencia, magnificada, más si cabe, en los partidos de play off.

El TD Banknorth Garden (antes llamado Fleet Center) se encuentra en la calle Merrimac Street a pocos minutos del centro financiero de la ciudad. Es un moderno complejo (fundado en 1995) que aglutina la estación de tren y el pabellón, que además de los partidos de los Celtics acoge los de los Boston Bruins de la liga Hockey hielo además de conciertos y otros espectáculos, en los que puede acoger en más de 18.000 espectadores.

De los techos de este “arena” cuelgan dieciséis estandartes que conmemoran los dieciséis anillos que la franquicia consiguió en el mítico Boston Garden, sobre cuyas “cenizas” hoy en día se alza un parking anexo al TD Banknorth Garden.

A pesar de que ya había asistido a partidos como espectador el primero al que acudí en calidad de periodista fue totalmente distinto.

Todas las comodidades

Las puertas del pabellón se abren para la prensa dos horas antes del comienzo del choque. Los periodistas cuentan con una sala de trabajo en la que no falta de nada, todo tipo de material que pueda hacerte falta para trabajar, “Media Guides” de ambos equipos, etc.

Aproximadamente hora y media antes del partido se abren los vestuarios de ambos equipos. Quizás fue esa la experiencia más impresionante, el entrar en un vestuario repleto de jugadores a los que tantas veces has visto por TV. Los vestuarios son muy amplios, divididos en taquillas personalizadas para cada jugador. A pesar de que la normativa NBA obliga a todos los jugadores a estar a disposición de los medios, son muchos los que sólo lo hacen al finalizar los partidos, o los que se “refugían” en la sala de masajes. Por poner un ejemplo, yo en ningún partido a los que asisití conseguí ver a Gary Payton. En el otro polo estarían los jugadores que atienden encantados, como era el caso de Ricky Davis.

En esa hora los jugadores están calentando, ven un último video sobre el rival o incluso pueden ir a la capilla a rezar, sí hasta hay una capilla. Cada equipo de la NBA cuenta con un pequeño espacio que se utiliza como capilla al que los jugadores que así lo deseen pueden acudir. Era una imagen muy curiosa el ver a los jugadores de distintos equipos sentados juntos rezando.

Una vez los vestuarios se cierra, esos treinta, cuarenta minutos hasta el partido son utilizados por los periodistas para cenar en el “dinning room” a su disposición. Y es que en la NBA hasta el mínimo detalle esta cuidado.

Jerarquía

La jerarquía existente en los equipos no sólo se ve en la cancha sino también en otros aspectos. Antes de uno de los partidos de playoff ante Indiana varios de los jugadores más jóvenes (Tony Allen, Kendrick Perkins, Justin Reed..) discutían sobre que música poner en el vestuario, cada uno ponía un compact disc distinto que los demás cambiaban antes de que finalizase la canción. Paul Pierce salió de la sala de masajes, cambió el cd que estaba sonando por uno que sacó de su taquilla, 50 Cent, por supuesto, que ninguno de ellos osó cambiarlo.

Partido

Las localidades destinadas a los medios se encuentran situadas a pie de pista, tras las canastas. Allí además de tener una perfecta visión de la cancha puedes cruzarte con los aficionados VIP, deportistas, políticos, o ex jugadores. Yo tuve la oportunidad de estar muy cerca de políticos, ex jugadores como Robert Parish, Larry Bird o el excéntrico Mark Cuban.

Una vez finalizado el partido, al cabo de 10 minutos, los vestuarios vuelven a abrir sus puertas y esta vez todos los jugadores sí han de estar a disposición de los medios mientras se visten y hasta que parten en autobús. El día ha acabado.

Sólo me queda pensar en cuándo podré volver a vivir esta experiencia.