Meej

Tras el final de la final, hay dos análisis posibles: el de lo que ha sido, y el de lo que será. Es más fácil el primero, claro. Los Celtics han impuesto su dominio como se presuponía al comenzar la temporada, han conquistado su anillo y a pesar de ciertas carencias han brillado en defensa y han tenido rachas demoledoras que han durado lo que ha hecho falta. Lakers ha plantado cara con dignidad a pesar de la paliza del último partido, y al menos han exigido al campeón el esfuerzo de un momento para la posteridad, para impedir que ganaran los tres partidos en Los Ángeles y amenazaran el séptimo. Paul Pierce ha estado soberbio, Garnett ha hecho lo que tenía que hacer, Allen ha resucitado lo suficiente y los secundarios han estado en su lugar. Enfrente, la defensa angelina ha ido siempre a rebufo y sin presionar lo suficiente al ataque rival, han faltado recursos y ha sobrado precipitación. ¿Y el año que viene? Nada impide a los de Boston repetir apuesta, ya que sólo la continuidad de Posey está en duda. Enfrente, la recuperación de Bynum podría permitir a los Lakers presentar una candidatura aún más firme. Y no hay que olvidar a los Spurs, que es año par.

David Vilares

Es curioso y poco habitual que la final de la NBA se vea invadida por dos equipos novatos durante la misma temporada. Los proyectos Laker y Celtic no existían hace doce meses tal y como los conocemos, y en el caso de Boston apenas se vislumbraba esta posibilidad. Una vez que se encuentran, juegan de igual a igual y gana el mejor. Porque eso han sido los Celtics durante toda la temporada: los mejores. La final se acabó en el momento en que los Celtics se dieron cuenta de que podían remontar más de 20 puntos en el cuarto partido. Ver a Paul Pierce incapaz de contener su euforia en el parqué angelino cuando la remontada se consumó era más que sintomático.
Boston ha tenido unos Playoffs duros y aguerridos desde el principio, y ha salido victorioso, con mayor o menor brillantez y suficiencia, en todas las batallas. La dureza del pasado reciente, junto con un religioso Paul Pierce, les hizo poner la serie muy de cara en los dos primeros partidos. Tuvieron un tercer partido de aproximación, controlando el tempo pero sin Pierce para apuntillar, para mostrar su naturaleza de equipo campeón en el ya histórico cuarto partido. Todos sabíamos quién era el campeón, y certificarlo era un trámite que resolvieron a lo grande, dejando un regusto demasiado amargo en la temporada de los Lakers. La final de Bryant, Gasol y Odom ha estado por debajo de su nivel; no es casualidad.
Paul Pierce ha brillado por encima de todos, como comandante general del ataque verde y líder estratégico (la reaparición del primero, el segundo cuarto del segundo, el tapón a Kobe en el cuarto,…), pero es de justicia mencionar a un excesivamente castigado Ray Allen, acertadísimo, muy regular y decisivo. Garnett no ha estado a su nivel, fuera por el motivo que fuera, pero ha sabido encontrar sus momentos. Rondo ha tenido momentos brillantes partiendo casi siempre desde su individualidad, pero se ha encontrado perdido en ocasiones, a veces incluso eclipsado por un cumplidor House. Mención especial para James Posey, un muy buen defensor –pese a ser más lento que Bryant, le incomodó muchísimo- especialista en anotar tiros psicológicos, al que quizá veamos en el bando rival en doce meses.

Xesús Serrano

La superioridad de los Celtics ha sido mayor de lo que aparece en el marcador final, aunque cabe la posibilidad de que la paliza del último partido me lleve a inclinarme por esa opción.
La defensa en la línea de pase de Rondo, la instant offense de House y Cassell, Allen y Pierce jugando como las estrellas que son en ambos lados de la cancha, Posey como uno de los mejores defensores que se han visto en estos playoff, tanto en las ayudas como en la defensa individual a Kobe, además de aportando con los triples en las ventajas generadas por otros, Garnett ejerciendo como percutor desde la media distancia y siendo una de las claves del dominio en el rebote, y Brown o Powe apareciendo en momentos determinados aplacando las carencias de Pekins por su lesión, el rendimiento de los Celtics en esta serie ha eliminado por completo algunas dudas de eliminatorias antreriores.
Todo eso coordinado extraordinariamente por Rivers y Thibodeau, en un equipo enfocado desde la defensa, gracias a contar con referentes ofensivos de alto nivel, y consiguiendo algo nuevo desde que en los playoff los juegan 16 equipos: pasar de la lotería al anillo en 12 meses.
Frente a eso, los Lakers estaban en desventaja, y por varios motivos. Principalmente, por ir avanzado a lo largo de la temporada en sus aspiraciones, desde los líos del verano pasado hasta el éxito “sin peros” de este, con bajas importantísimas y refuerzos a mitad de temporada acoplados de forma extraordinaria. Quizás incluso con un premio relativamente excesivo para las piezas con las que contaron, aspecto que habla mucho (y bien) de la labor de los Kobe, Phil, Pau, Lamar y compañía, pese a la derrota. Un primer paso espectacular para una nueva ventana hacia el anillo que calma tres años de sequía.
Y todo en unas finales jugadas por dos de los equipos que cuentan con un mayor número de seguidores y con un jugador español siendo protagonista. ¿Se puede pedir más?
Bueno, algunos de los que “somos de otros equipos” quizás hemos echado en falta algo más de calidad en el juego y de fluidez en los ataques, pese a que la exhibición de los verdes en el último partido sea más que suficiente para dejar un muy buen sabor de boca.
¡Se acabó! El año que viene, más y mejor. Ojalá.