Cuando Durant firmó por los Golden State Warriors lo hizo con un único objetivo en mente: ganar el anillo. Anoche, en el primer encuentro de las Finales de la NBA, el alero demostró toda su hambre y sus ganas, para guiar al conjunto de la Bahía de San Francisco a su primera victoria hacia el anillo: 38 puntos, 8 rebotes, 8 asistencias y una sensación absoluta de dominio en el juego.

 El partido comenzó con ambos equipos un tanto ansiosos, y cometiendo errores en el tiro impropios de su nivel, pero es que era mucho lo que había en juego. Una vez tensados los nervios, comenzó el verdadero espectáculo. Irving se citaba con Curry, y Lebron y Durant comenzaban a intercambiar golpes; dos faltas tempraneras de Draymond Green hacían vaticinar malos augurios para los locales, sin embargo, este año Iguodala ha llegado en plenitud a las finales, y ejerció su papel de “stopper” con Lebron a la perfección. Durant comenzaba a ejercer su dominio, pero la dupla Irving-James le mantenía el pulso, al final del primer periodo las finales cumplían con todos los requisitos soñados por el público, el espectáculo era soberbio (30-35).

Stephen Curry, a diferencia de otros años, ejercía de motor de la felicidad para los suyos, y su juego marcaba la pauta del encuentro. Velocidad, verticalidad y mucho movimiento de balón, los Warriors habían activado la bestia. Y donde más destaca el animal competitivo en que se han convertido los Golden State es precisamente la más infravalorada: su defensa. Klay Thompson se convertía en el pegamento perfecto, y lo mismo soportaba las dosis de magia de Irving que conseguía frenar en el poste a Love. Durant se citaba con Lebron, y el “Rey” de Akron acababa a sus pies desesperado ante el despliegue del capitalino. Al descanso los Cavaliers soportaban el envite (52-60).

Pero la mejor versión del equipo de la Bahía estaba aún por llegar, a su salida de vestuarios, los Warriors subían un punto más de velocidad e intensidad defensiva, y los Cleveland Cavaliers veían impotentes como el partido se les escapaba de las manos. Los Warriors, brillantes, no cometían errores, y pese a lo endiablado de su ritmo no perdían balones; sin embargo, los Cavs no conseguían superar la telaraña defensiva, y sus errores eran rápidamente castigados con puntos sencillos al contraataque, el partido se escapaba, y como no podía ser de otro modo, era Lebron James quien trataba de tirar del carro y reducir las distancias, pero el daño ya estaba hecho (72-93).

Con el partido roto, llegaron los minutos de descanso para las estrellas de los Warriors, se dio entrada a los suplentes y Tyron Lue, consciente de la situación, hizo lo propio. La diferencia abismal de pérdidas de balón (20-4) y de puntos tras recuperación (6-21), marcó en exceso un primer partido en el que los Warriors impusieron su juego, y en el que Lebron (28-15-8) e Irving (24-3-2) estuvieron demasiado solos para hacer frente al vendaval californiano. Al final, victoria contundente de unos Warriors que empiezan dominando las finales (91-113).