El curso pasado tuvo la oportunidad presenciar en directo y, con curiosidad y detenimiento la dirección de Álex Mumbrú desde una banda ACB. Me alucinó. A pesar de la poca experiencia que tenía en los banquillos, con naturalidad controlaba el juego. También a sus jugadores, a los árbitros… todo. Algo así como cuando recibía el balón en el poste bajo. Tipo duro, pensé, igual que cuando era jugador. Siempre dándole al coco pero, a la vez, un 'echao palante'.
Entiendo que por extensión los suyos eran duros, difíciles de pelar. Bien plantados en ambos campos, con los conceptos claros. Seguro que su cuerpo técnico, Lolo Encinas, Javi Salgado, delegado, fisio, preparador físcico... también devieron tener mucha culpa de todo ese éxito. Sus pupilos sabían cómo, cuándo y dónde ejecutar la acción que más les convenía a su equipo y la que más incomodaba al contrario. No tengo ningún tipo de duda de que si Axel Bouteille no hubiera sido traspasado a final de temporada hubieran sido un equipo muy peligroso en los del playoffs de 2020. Este curso, por lógica, Mumbrú, con un año más de experiencia (aunque esté siendo mala ¿de cuáles se aprende si no?), es mejor entrenador que el anterior pero el club, sigue con un presupuesto bajo, ya no ha podido obrar milagros en los despachos. Mumbrú, no ha podido y/o no ha sabido sacar probrecho de su equipo en la pista. No han habido nuevos 'Lammers, Bouteilles o Rousselles’ en una plantilla donde hay tantas o más nacionalidades que fichas permite el acta de un partido de la Liga Endesa. Para que un vestuario se cohesione requiere de unos jugadores que estén agusto en la ciudad y entiendan sus costumbres. Evidentemente, que también se ajusten al juego, a su entrenador y, como apuntaba, a sus compañeros. Esto último se complica cuando tienes que encajar en un grupo a personas que son de religiones, de clase social, nivel intelectual y cultural diferentes. Supongo que el curso pasado, el entrenador catalán tuvo en Rafa Martínez, Schreiner o Sergio Rodríguez, su pegamento. Ninguno, por una razón un otra, está en el equipo ya.
Por su parte, todo apunta a que el Movistar Estudiantes, con un balance de 9 victorias-26 derrotas y un partido pendiente ante el Hereda San Pablo Burgos, salvará el cuello una vez más aunque no cuente con el ex NBA J.J. Barea por ser antepenúltimo y sumar 2 victorias más que el RETAbet Bilbao Basket (7-25, le quedan 4 partidos) y Acunsa GBC (7-26) a los que también les tiene ganado el basket average.
Además en Bilbao, aunque les quedan 4 partidos, el Covid ha dejado fuera de juego (posiblemente un par de partidos) y de forma (¿para todos los partidos?) a su mejor jugador, el gigante Ondrej Balvin (20.2 de valoración, muy lejos queda el segundo del equipo, Rousselle con 10.6).
De hecho, los de San Sebastián tienen alguna posibilidad más de conseguir el milagro y hacer pleno ante un muy mermado TD Systems (hoy ya se la juegan a las 20:30), un poco combativo Unicaja y un irregular Morabanc. El RETAbet ayer perdió de 21 puntos contra el Gran Canaria y ahora les quedan 4 finales sin margen de error si el ‘Estu’ gana el partido que le queda. En el mejor de los casos, con la obligación de ganar 3 de ellos si el ‘Estu’ no lo ganase. De esta forma también empataría en victorias con el Acunsa GBC, en caso de que éste supera a sus rivales en los 3 partidos que tiene pendiente. Con ellos sí que los de Mumbrú tienen el basket average ganado. ¿Los rivales de los bilbaínos? 2 de 4 muy duros y 1 casi imposible: Fuenla, Hereda San Pablo Burgos, Real Madrid y Joventut.
Cuando pienso en Mumbrú, en este ensayo coloco a Barea al lado contrario. El veterano base deja al equipo por cuestiones personales y no jugará el decisivo partido que le queda a los de Madrid. Se justifica con haber sobrepasado el calendario de la competición. Se estiró y el no está dispuesto a sacrificar más días.
Si volviera a los inicios de la temporada, yo me la seguiría jugando con Mumbrú y no con un Barea, un Gentile. Por una cuestión de recorrido, por una cuestión de no poder construir un proyecto estable, algo de lo que el ‘Estu’ ha carecido durante bastantes años. La temporada que viene, si Mumbrú sigue en Bilbao, entrene en LEB Oro o en la Liga Endesa, será un poco mejor técnico y estará igual de involucrado. Caso opuesto al de Barea. No dudo que no sea profesional ni que no merezca un gran respeto, -fructífera carrera NBA rozando el 1.80-, pero tengo la sensación de que el puertorriqueño vino a hablar de su libro. En Europa, hemos visto jugadores que, tras acabar su periplo universitario, eran imposibles de encajar en la NBA y aquí han sido determinantes para conseguir títulos domésticos, con selecciones, en Euroleague, Eurocup… En su momento, por ejemplo, recuerdo con admiración a J.R. Holden. Ahora admiro a los Corey Higgins, Hines… y es que todos esos tíos han sufrido y trabajado como caballos para ser lo que son ahora. El deseo por mejorar y encajar en otro país, en otro continente. La otra cara de la moneda son esas historias de jugadores con brillantes carreras NBA que pasan por nuestro viejo continente sin pena ni gloria, o rindiendo bastante menos de lo que les corresponde, como es el caso de Barea. ¿Por qué? Porque su mente siempre estuvo, está y estará en la NBA. Nunca serán en Europa, ni la mitad del mejor jugador que pudieran ser. Por consiguiente, siempre tendrán un impacto insuficiente para cualquier proyecto a medio o largo plazo.