La exitosa (y estupenda) comedia costumbrista "Ocho Apellidos Vascos" refleja una serie de tópicos y lugares comunes sobre los vascos como, entre otros, la seriedad y la honradez, la tan manida "palabra de vasco". El último año de vaivenes, promesas incumplidas y medias verdades en el seno de Bilbao Basket no están precisamente haciendo buenos estos tópicos, muy al contrario, lo que estamos viviendo los que seguimos la actualidad del club es más un sainete de mal gusto cuyo final no acabamos de atisbar. Es una auténtica Historia Interminable a la bilbaína.

Primero fue el rescate de las instituciones hace ya un año, precedido por la nunca explicada (pero si intuída) tocata y fuga de un patrocinador sólido como Gescrap y la evaporación de otro fantasma como Uxue. Posteriormente resurgieron los problemas de liquidez en Bilbao Basket a finales del pasado año, con un nuevo SOS lanzado por el máximo accionista Gorka Arrinda, bajo cuya gestión los MIB habían sumado tantos éxitos deportivos como una deuda desmedida (11 millones en total en una década, a los que hay que restar los 5 que fueron amortizados por el pago acumulado de las cantidades convenidas con la Diputación de Bizkaia hasta 2016). Con una imagen pública por los suelos, Gorka Arrinda era denostado y abandonado a su suerte por el empresariado y las instituciones locales. Surgió un grupo de personas (Guzmán, Calvo, Del Campo, Montoya y Elejalde) relacionadas con la política, la banca y el mundo empresarial que comenzó una dura negociación con Arrinda con el fin de que la gestión del club cambiase de manos para poder insuflar vida a un Bilbao Basket cuyo latido se iba extinguiendo.

Este grupo que pretende gestionar Bibao Basket sufrió un duro revés al caerse el patrocinador que traían bajo el brazo (IMQ) y salvaron in extremis la huelga convocada por los jugadores hartos de esperar y de retrasos y más retrasos. Se llegó a un acuerdo con Gorka Arrinda para traspasar sus títulos y los de su entorno (algo que será efectivo a partir del 5 de mayo, fecha en la que está convocada una Junta Extraordinaria de Accionistas); paralelamente se garantizó a la plantilla el pago de una parte de la deuda contraída esta temporada mediante unos pagarés emitidos a nombre del club que expiraban el 23 de abril.

Un mes parecía tiempo suficiente para que el nuevo grupo gestor pudiera ir preparando el terreno para el cambio y diseñar un plan de viabilidad para un club que arrastra una cantidad declarada de 6 millones de deuda. El voto de confianza por parte de la masa social bilbaína era claro. La sensación de que las instituciones y el tejido industrial local estaban con estos nuevos gestores y de que había un "plan" producía cierta tranquilidad. Y es que nadie se lanza en semejante salto al vacío sin un paraícadas… ¿o no?

Los días han sido pasando, sin noticia de las gestiones sobre el futuro del club. Un silencio que se entendía positivo pero que iba creando dudas según se acercaba la fecha del vencimiento de los pagarés. Llegó la fecha sin que estos títulos pudieran cobrarse. Comenzaba otro capítulo más de esta triste historia. Tras semanas de completo mutismo, de nuevo se iban sucediendo las noticias inquietantes una tras otra; los jugadores daban un plazo adicional de 48 horas al grupo gestor. Poco tiempo después saltaba a la palestra la política, con negociaciones entre PNV, PSE y PP para que las instituciones pudiera avalar un crédito de medio millón de euros al nuevo grupo gestor, al que se le negaba tal movimiento. Acuerdos de última hora entre partidos, reuniones con Kutxabank… y nota del nuevo grupo gestor intentando aportar tranquilidad a la masa social (algo muy complicado a estas alturas) afirmando que eran "cuestiones administrativas" las que dilataban la obtención de la liquidez necesaria. Y es que… sin tener formalmente poderes de gestión en el club hasta el 5 de mayo, ¿cómo solicitar un crédito en nombre de Bilbao Basket? ¿Qué fórmula utilizar? 

En definitiva, una vez más, petición de actos de fe, de confianza y de paciencia para unos trabajadores hastiados y una masa social saturada y defraudada. De nuevo, sensación de improvisación por parte de los nuevos gestores cuyo plan o no ha funcionado o brillaba por su ausencia. A seguir esperando… no queda otra.