El Real Betis Energía Plus, antes CB Sevilla, se encuentra en la peor situación deportiva que ha podido conocer en sus 30 años de historia. Penúltima plaza, con un balance de 8 victorias y 21 derrotas y a un triunfo del antepenúltimo puesto, se lo disputará este sábado ante el Obradoiro a tres partidos para el final de la fase regular. Un estrecho desfiladero que convierte el partido en casi definitivo para decidir su permanencia o el descenso deportivo. Sus próximos rivales, Morabanc Andorra y Unicaja. Y por supuesto, ya no dependería de sí mismo. La realidad es cruda: caer en Santiago de Compostela sería perder un pie y tres cuartos del otro tras 27 años en la ACB. 

La situación en Sevilla, sin embargo, es llamativa. Entrenador nuevo, Alejandro Martínez, empeñado en reactivar la motivación de la plantilla desde un discurso sereno, tradicionalmente suyo, que sin dejar de ser correcto evoca a situaciones menos desesperadas; como si el equipo se encontrara al principio de la segunda vuelta y dando el máximo o casi de su potencial. Pero la realidad de la plantilla es otra. Un jugador que en momentos puntuales de la temporada resolvía, como es Mahalbasic , ahora parece por momentos fuera de toda sintonía. Con Nachbar lesionado -las malas lenguas sugieren que se ha borrado-, faltan liderazgos. Radicevic intenta asumir el suyo desde la dirección con gran motivación, pero también falta de experiencia.  De los refuerzos, DeAndre Kane cayó lesionado para lo que queda de liga, Aleksandar Marelja ofrece una aportación bastante modesta y Carlos Cabezas, el mayor veterano en el vestuario y fichaje de urgencia, se encuentra muy lejos de su mejor estado de forma. 

Llegados al partido, el equipo sevillano agota cartuchos, pero se ahoga en sus propios nervios y, a pesar de la mejoría -ahora compite-, termina desarmado en errores forzados por su rival, errores propios y torpezas poco convenientes a estas alturas de la temporada. Desde buena parte de la afición y la prensa señalan los arbitrajes partido tras partido, pero es mucho más evidente la carencia de solidez defensiva. La sensación general es clara: más allá del esfuerzo, de donde no hay no se puede sacar. 

Ya en rueda de prensa, Alejandro Martínez. Sobriedad ante todo. En su estreno en San Pablo, derrotado frente al Valencia Basket y con sólo cuatro partidos pendientes, elogiaba el ambiente: "Estoy seguro de que con esta comunión, afición-equipo, vamos a conseguir las victorias para mantener la categoría". De vuelta a la sala de rueda de prensa tras caer ante el Barça, preparaba el terreno para el que será el partido más importante en la historia del club: “La final de Obradorio, porque es una final, la afrontamos con toda la mentalidad positiva que podamos y que vamos a trabajar durante toda la semana. Tenemos que preparar muy bien ese partido. Nos enfrentamos dos equipos en trayectorias diferentes. Nosotros estuvimos a punto de Copa del Rey y ellos toda la temporada han estado en la parte baja de la clasificación, por lo que desde muy pronto tuvieron claro por qué luchar. Es una final, aunque el que gane no lo tiene todo hecho”.

La falta de pasión es evidente. Ni punto de comparación con grandes frases que pudiera pronunciar en sus días Manel Comas, siempre derrochando carácter, cuando agarró el timón desbocado de las temporadas 2005-06 y 2007-08. Desde luego, no es responsable de la situación, pero su discurso tampoco es el mejor para pitar a zafarrancho. Al otro lado aguarda la prensa, sin saber dónde meterse ante esta calma chicha. Desde la televisión oficial del club preguntan al entrenador por la mejoría en pista de cara a los próximos partidos y éste responde en esa misma línea. Pero quedan tres partidos. Una situación que se basta para encender desde hace semanas, si no meses, todas las alarmas. Todo, sin embargo, parece sumido por un extraño silencio que han roto recientemente El Correo de Andalucía para hablar de esta misma situación y Diario de Sevilla para plantear las responsabilidades del presidente ejecutivo, Fernando Moral.

Ya llegará el momento de analizar el por qué de esta situación. Por ahora, sin embargo, queda esa extraña sensación de quietud por parte del club. Decidiendo su destino en los últimos partidos y tras dos trágicos veranos con movilizaciones del aficionado, más allá de hashtags (#BetisesACB) y descuentos de entradas con la intención de llenar San Pablo, no se aprecian señales por las que los distintos estamentos parezcan conscientes del terreno que pisan. No se habla de las décadas sudando una camiseta por la que han latido tantos corazones, de jugadores legendarios, gestas pasadas y alguna que otra noche de gloria con las que Sevilla gritaba que era ciudad de baloncesto. No se ven mensajes de jugadores comprometidos -tampoco sobran: Radicevic y supuestamente Triguero- ni grandes llamadas a la leva para la afición, para que tiñan el pabellón de verde y el ambiente, más que festivo, sea de resistencia. Y la afición grita, corea, anima; básicamente está, pero tampoco en San Pablo se percibe la sangre en el grito, el desgarro con el que tantos años, decepción tras decepción, las gargantas se aferraban al ya popular 'Sí se puede'. 

En los últimos partidos podía llamar la atención ver más de un suspiro en la zona de prensa. Una voz, la de un antiguo jefe de prensa y delegado en el club reconvertido en cronista local, se hacía notar entre los representantes de los medios con gritos de ánimo del tipo "¡Vamos, Alfonsito!", dirigido en este caso a Alfonso Sánchez mientras se disponía a sacar de fondo. Una imagen muy llamativa dentro del deporte profesional, pero que se comprende viniendo de quien creció durante varios años el seno de un club, con sus trabajadores, y ahora lo ve caer como si nada. El contraste entre estos gritos y aquello que el club deja ver públicamente -de puertas para adentro será otra cosa- sugiere que dentro del panorama general falta verdad. 

Frente a esta sensación está la incertidumbre. El club consiguió la aprobación por parte de los accionistas del Real Betis para crear una sección de baloncesto, pero llegado el verano volverán a florecer tantas preguntas. Más todavía si para entonces el destino deportivo es la LEB. Tal vez la causa se haya dado por perdida y los esfuerzos se estén enfocando hacia el trabajo en los despachos. Tal vez pesa la confianza que deja ver año tras año sin descensos. Tal vez hace tiempo que esta situación no merece dramatismos. La presión contra el canon de la ACB, sin embargo, promete dar mucho que hablar este verano. Tal vez está garantizado el proyecto aún con un equipo en LEB, aunque el club perdiera entonces la mayor parte de su atractivo. Tal vez ya se ha empezado a gestionar desde el club de fútbol. Tal vez cada estamento ha alcanzado su máximo rendimiento y no puede dar más. Tal vez tras dos años de agonía se han agotado las fuerzas. En mitad de toda esta tormenta, Berni Rodríguez aseguraba haber actuado "de la manera mejor" como director deportivo para resolver la crisis y decía que a final de temporada se vería si había acertado con sus decisiones. Lo que se verá, sin embargo, es si su equipo merece deportivamente permanecer en la ACB. Hace unos años se habría dicho que se jugaba la vida. No lo parece.