Tras el jaque mate de los Cavs en el quinto partido, nos encontramos ante el histórico hecho, tercer asalto entre los dos mejores equipos de la mejor liga de baloncesto del mundo. Se zanja así el debate abierto a partir del fichaje de Kevin Durant por los Golden State Warriors. ¿Habrá algún equipo que pueda plantar cara a estos dos superequipos? Rotundamente no, es más, ambos se han mostrado vulnerables en muy contadas ocasiones. Sin embargo, nunca hemos tenido la sensación de verles jugar al 100%, entonces, ¿Son los Warriors y los Cavs dos fuerzas imparables en la liga? ¿Nos encontramos ante un nuevo choque entre dinastías estilo Lakers-Boston?

Desde luego los grandes aspirantes de este año, los “tapados”, no han estado, ni por asomo, a la altura. Raptors y Jazz, ensalzados tras dos duras primeras series, cayeron sin resistencia ante los dos aspirantes principales, mientras que Spurs y Celtics sobrevivían a Rockets y Wizards en la batalla por las finales de conferencia. Un gran baile que finalmente acaba con este balance; Warriors y Cavs, 24 victorias y 1 derrota.
La falta de competitividad real a final de temporada tiene, como todo, una cara y una cruz. Decepción es, quizá, la palabra que vendrá a la mente de muchos aficionados si les preguntamos por el desempeño final de varios equipos de la liga. Los Wall, Thomas, Westbrook, Kawhi o Harden, que nos han regalado una de las mejores temporadas de la historia, a nivel estadístico y de espectáculo, no tuvieron, siquiera, la capacidad de amenazar el dominio de estas dos franquicias. Por contra, coincidiendo con la opinión de Adam Silver, es posible que Warriors y Cavs muestren un nivel de excelencia nunca antes visto en ninguna competición de baloncesto del mundo.

Más allá de la emoción que podría añadir un nivel mayor de incertidumbre en Playoffs, la liga se enfrenta a la creciente desigualdad en el nivel, jugador por jugador, de las franquicias. Estas últimas campañas hemos observado una tendencia novedosa en lo que a traspasos y traslados de jugadores se refiere, que han comenzado a priorizar el éxito deportivo frente a cuestiones económicas. Y no me refiero con esto a Durant o Kevin Love por ejemplo, ya que durante la historia se han dado varios casos de dos, tres o incluso cuatro estrellas que se juntan para lograr el anillo. Me refiero a esa clase media de jugadores, Shumpert, Frye, David West, McGee, Iguodala o Livingston, que son los que convierten a un gran equipo en un equipo campeón. Contratos muy por debajo de los que podrían lograr en estos años de bonanza económica para jugadores que completan las dos mejores plantillas de la NBA, siendo en gran medida responsables del abrumador éxito de Cavs y Warriors.

¿Es entonces este un fenómeno contra el que la NBA debería luchar? La creación de superequipos aparece, sin duda, a raíz de este tipo de movimientos. Un ejemplo claro es la llegada a los Lakers de Howard y Nash. Si bien estos dos jugadores no terminaron de cuajar en la franquicia angelina, formaban, a priori, una alineación temible. Sin embargo, y a pesar de que el fracaso de este proyecto se debió a varias y variopintas razones, es cierto que esos Lakers, que contaban como hombres de banquillo con Antawn Jameson o Metta World Peace, no disfrutaban ni por asomo de un fondo de armario comparable al de los finalistas de este año. Quizás, con una plantilla tan entrada en años, y ante el estilo propuesto por D´Antoni, el refresco aportado por veteranos y jugadores de media línea hubiese sido un factor determinante.

Si analizamos la situación, una rivalidad de este estilo, mantenida en un periodo de cuatro o cinco años, aporta un picante a la liga que, seguro, se traduce en grandes beneficios para la NBA. A los niños de todo el mundo les preguntarán ¿Warriors o Cavs?, por lo que no parece que esto sea síntoma de ninguna enfermedad. En esa dirección iban las ya comentadas declaraciones de Adam Silver. Por lo que no hay indicios que vaya a haber ningún movimiento extraordinario en contra de estos movimientos.
Por todo lo anterior estos próximos veranos se antojan claves para la confirmación, o no, de esta tendencia. La posibilidad, por ejemplo, de que Chris Paul, siendo, en este caso sí, una gran estrella, renunciase a los millones de los Clippers para volver a NOLA y jugar con Cousins y Davis, o se decidiese por los Spurs, ¿Junto a Millsap? seguiría con esta línea. Además del ya comentado éxodo a los contenders. ¿Será esta corriente irreversible?