La imborrable impronta de Dirk Nowitzki

  • El alemán ha completado una trayectoria de leyenda
  • Su influencia ha sido decisiva en la nueva generación de interiores con rango de tiro

Hay muchas maneras de ser recordado. Un jugador puede entrar en los libros de historia de la NBA a través del éxito colectivo, siendo parte fundamental de un equipo ganador. También puede hacerlo alcanzando la excelencia individual, que se suele traducir en muchos puntos anotados y un par de récords estadísticos bajo el brazo. Si en vez de escribir algunas líneas el jugador quiere protagonizar un capítulo entero y tiene la suerte de poder hacerlo, dejará una huella aún más profunda en el baloncesto moldeando el juego y sirviendo de ejemplo para otros. Y también puede ser recordado gracias a aspectos ajenos al balón: cómo se comporta con los demás, qué respeto profesa a los rivales o qué categoría sugiere como persona.

 

De vez en cuando, el lema no oficial de la NBA, Where Amazing Happens, toma forma y un jugador consigue un sobresaliente en todos los apartados. Dirk Nowitzki puede fardar de haber completado un examen perfecto siendo uno de los primeros de la clase durante casi dos décadas. A pesar de haberse convertido en una eminencia en Dallas y de tener argumentos convincentes para ser considerado el segundo mejor ala-pívot de todos los tiempos, su comportamiento siempre se ha asemejado más al de un rookie o al del último jugador de la rotación. No ha demandado atención, no ha hecho aspavientos en ruedas de prensa y ha mantenido la humildad hasta el último día. Ha ejercido de líder, pero a través de la sinceridad y no de ladridos y golpes estériles en el pecho.

 

El pasado día 10 de abril la leyenda de los Mavericks anunció oficialmente su retirada. Colgar las botas ha sido un fantasma presente durante toda la temporada y se materializó definitivamente en su último partido en casa. Sin necesidad de homenajes en cada pabellón ni de giras de despedida, Dirk cogió el micrófono, las luces se apagaron y todas las miradas se posaron en él. Sus palabras al borde de las lágrimas provocaron el resultado más obvio: uno de los aplausos más atronadores que se hayan producido en el American Airlines Center.

 

PRÓXIMO OBJETIVO, ESTADOS UNIDOS

Todos conocemos la historia. Del DJK Würzburg en su país natal al Draft de la NBA. De la novena elección por parte de los Milwaukee Bucks a ser traspasado a Dallas después de la ceremonia. De un frustrante año de novato a su primer All-Star en 2002. Y de una década de grandeza sin premio colectivo a su momento más álgido en el anillo de 2011. Los años posteriores han supuesto una bajada paulatina de sus prestaciones, pero también han sido los que nos han permitido mirar en retrospectiva hacia la carrera del mejor jugador europeo de todos los tiempos.

 

Dirk parecía estar destinado desde pequeño a labrarse un nombre en el mundo del deporte. Sus padres (llegaron a jugar con la selección alemana, ella en baloncesto y él en balonmano) y su hermana fueron deportistas; y siendo Nowitzki muy alto ya de niño, probar con el deporte de la pelota y el cesto era la elección más obvia. Como es habitual en estas historias, nuestro protagonista llamó la atención del exjugador Holger Geschwindner, con quien empezó a realizar un programa específico de entrenamiento. Uno de los aspectos en los que se centraba ese programa fue el que marcaría la carrera de Dirk: el tiro.

 

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Dirk en una de sus primeras temporadas en la NBA / NBA.com

 

 

Después de un año de entrenamiento, su entrenador, consciente del tipo de jugador que tenía en sus manos, le habló de dos posibles caminos. Uno era seguir entrenando para llegar a jugar contra los mejores del mundo; el otro, mucho más sencillo atendiendo al nivel que ya mostraba el alemán, era convertirse en un héroe en su país. El resultado no sorprende: Dirk eligió lo primero y con 16 años entró a formar parte de la plantilla del DJK Würzburg, el equipo de su ciudad que en esa época jugaba en la segunda división de la Bundesliga. En su primer año jugó más como anotador exterior que como interior, pero ni los resultados colectivos ni los individuales (con frecuencia salía desde el banquillo) fueron buenos. Ya asentado como uno de los puntales de su equipo, Nowitzki siguió mejorando durante las siguientes temporadas, y tras hacer el servicio militar obligatorio entre 1997 y 1998 consiguió ascender con el Würzburg a la primera división antes de fijar su mirada en la NBA.

 

LA INAUGURACIÓN DEL TRIPLE

Dirk llegó a la competición estadounidense, y a unos Mavericks inmersos en un eterno paseo por el desierto tras llevar ocho años sin clasificarse para PlayOffs, formado prácticamente como un jugador exterior. En Alemania su físico no suponía una desventaja excesiva, lo que le permitía desarrollarse en el perímetro; pero la jungla de la NBA causó estragos en su primera temporada. Ya que no podía jugar de alero -los jugadores contrarios eran demasiado rápidos para él-, su entrenador Don Nelson le colocó de ala-pívot. Aun así, en esa posición sus rivales no solo eran más rápidos, sino también más fuertes. Pero la altura de Nowitzki le permitía anotar sin necesidad de pelear contra especímenes más potentes. Si bien esa temporada 1998/1999, la del lockout, fue una dura bienvenida para el alemán, mostró una tipología de jugador de la que él es pionero y cuyo continuador más evidente es Kristaps Porzingis: el interior que hace del lanzamiento exterior su mejor arma.

 

El triple está asociado a la imagen de Nowitzki por el precedente que sentó para los jugadores interiores que se han ido alejando cada vez más de la pintura. En su carrera ha anotado una media de 1.3 triples por partido (de 3.4 intentos) que resulta en un 38% de acierto impropio para alguien de 213 centímetros de altura. Dirk convirtió el triple en una parte esencial de su baloncesto, despojándolo de su papel como recurso puntual que parecía tener asignado en el repertorio de los hombres altos. Como bien sabemos, hoy en día la situación ha cambiado y lo raro es encontrarse con un ala-pívot (e incluso con un pívot) que no incluya el tiro de tres entre su arsenal. Nowitzki allanó el camino y jugadores como Mehmet Okur o Channing Frye, anticipando la omnipresencia actual de este lanzamiento, se encargaron de pavimentarlo.

 

El alemán ha terminado su carrera como el undécimo jugador con más triples anotados de la historia (1982). Para encontrar al siguiente jugador de ‘7 pies’ en la lista -2.13 metros- tenemos que bucear hasta la 98ª posición, donde se encuentra el mencionado Channing Frye y sus 1049 dianas. El espectacular aumento del triple que están experimentando los equipos en su conjunto desde hace varios años afecta también a las torres de la NBA: lo que antes parecía una quimera ahora se incorpora cada vez con más naturalidad. Por un lado encontramos abanderados de la nueva escuela como Joel Embiid o Karl-Anthony Towns, que han usado con frecuencia el tiro de tres desde sus inicios en la liga. Pero los casos más significativos son los de adaptación. Dos ejemplos: Marc Gasol lanzó 66 triples en total en sus primeras ocho temporadas y 861 en las tres siguientes; y Brook Lopez pasó de 31 lanzamientos intentados en sus primeros ocho años a 1224 en los tres posteriores. Es la máxima expresión del “renovarse o morir”. Y la renovación, si nos referimos a la utilidad de estos pívots en los nuevos sistemas de juego, se está completando con éxito.

 

CÓMO PATENTAR UN ESTILO

En los últimos veinte años ha habido una infinidad de jugadores icónicos del más alto calibre, pero son dos los que seguramente más hayan influido en la evolución del baloncesto en la NBA. La eclosión definitiva de Stephen Curry arrastró consigo a miríadas de jóvenes proyectos que pretendían imitar al base con sus lanzamientos desde ocho metros. Más allá de esa tendencia, el vistoso estilo de Steph puso el foco sobre la idea de la “gravedad”: el área de influencia que un jugador maneja, es decir, desde qué distancia mirar al aro se convierte en una amenaza para el rival. Con Curry, ese área se extiende hasta límites antes insospechados. Es la cara más visible de la revolución del triple; el modelo que pueden haber seguido paladines del lanzamiento como Damian Lillard o Trae Young.

 

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Nowitzki celebrando una canasta / NBA.com

 

 

El otro revolucionario, esta vez en posiciones interiores, es Dirk Nowitzki. Si en un plano físico fueron jugadores como Kevin Garnett los que cambiaron la concepción de los pívots y ala-pívots gracias a sus capacidades atléticas, la herencia del alemán está ligada a la técnica. Era un alero enfrascado en el cuerpo de un bastión interior; abandonó la regla que dictaba que un hombre grande debía castigar a la defensa en la pintura, ejerciendo su influencia desde la media y larga distancia. Y es que hemos hablado del tiro de tres, pero la media distancia ha sido el hábitat más característico de Nowitzki. El 31.5% de los tiros de campo que ha intentado en su carrera han llegado desde la distancia comprendida entre 4,87 metros (algo más allá del tiro libre) y la línea de tres. Es decir, ese rango que la imparable corriente de la estadística avanzada considera maldito.

 

DISTANCIA AL ARO0-0,91m. (0-3 pies)0,91-3,05m (3-10 pies)3,05-4,87m (10-16 pies)4,87m - línea de tripleTriples
% SOBRE SUS TIROS TOTALES13.9%8.2%24.7%31.5%21.7%

 

En esta tabla vemos el porcentaje que cada tiro (según su distancia al aro, que está reflejada en metros y en pies) supone sobre los lanzamientos totales que Dirk ha realizado en su carrera. Más de la mitad de sus tiros los ha realizado desde fuera de la zona, algo impensable hace unos años para un jugador de sus altura y sus condiciones físicas.

 

SU CIMA COMO PROFESIONAL

Las andaduras del joven alemán en la mejor liga del mundo no tardaron en enderezar el rumbo. A mediados de la temporada 1999-2000, la segunda de Nowitzki en la NBA, Mark Cuban compró los Dallas Mavericks e inició una asociación entre jugador y propietario (a la que se uniría Rick Carlisle como entrenador en 2008) que ha moldeado los últimos veinte años de la organización. Llegó la época del “Big Three” conformado por Steve Nash, Michael Finley y el propio Dirk, que devolvió al equipo a PlayOffs. Fueron cuatro temporadas prometedoras, todas por encima de las 50 victorias y una Final de Conferencia como cumbre colectiva. La salida de Nash en 2004 y de Finley doce meses después convirtieron a Nowitzki en el jugador franquicia en solitario, papel que estrenó llevando a los Mavericks a las primeras Finales de su historia en 2006, en las que fueron superados por los Heat de Wade y Shaq. El alemán se coronó en la siguiente temporada consiguiendo el MVP de la regular season, pero el equipo bajó sus prestaciones y entre 2007 y 2010 solo pudo superar la primera ronda de PlayOffs una vez.

 

Todo esto no es más que un ligero contexto histórico para llegar a la cumbre de Nowitzki como jugador y de Dallas como franquicia: el anillo de 2011. Se enfrentaban dos equipos diametralmente opuestos, tanto en el fondo como en las formas. Por un lado estaban unos Mavs plagados de veteranos (Jason Kidd, Jason Terry) y jugadores de rol (Tyson Chandler). Por otro, los Miami Heat del Big Three, recién estrenado en su primera temporada: LeBron James, Dwyane Wade y Chris Bosh. El talonario y el talento contra la paciencia y la compostura. Las bromas de unos contra las respuestas de otros.

 

¿Lo esperado? Que la calidad acumulada de los Heat arrasara como lo había hecho durante el resto de la postemporada. ¿Lo que realmente sucedió? Dallas ofreció un clínic de trabajo en equipo, Dirk alcanzó su cima como profesional -fue el máximo anotador de su equipo en todos los partidos salvo en el sexto y último- y los Mavs alzaron su único título de campeones hasta la fecha.

 

 

Throwback: Dirk Nowitzki Full Series Highlights vs Miami Heat (2011 NBA Finals) - Finals MVP! HD

 

UNA HUELLA QUE PERDURE

Esas Finales de 2011 resumieron a la perfección las dos vertientes más características de Nowitzki. La primera es la dimensión técnica de la que hemos hablado: aún no hemos visto a otro jugador de sus características físicas que domine el baloncesto desde fuera de la pintura. Inauguró una tipología de hombre alto que nadie ha podido siquiera imitar. Y por el camino hizo que el mundo NBA se planteara nuevas preguntas relativas a los pívots y ala-pívots, desde qué es verdaderamente un interior hasta qué límites existen en la diversificación de los jugadores.

 

La otra vertiente es la humana. Dirk fue un competidor sin igual que jamás necesitó alzar la voz más de lo necesario, convirtiéndose en una institución en Dallas a través del ejemplo y de poner en práctica el mejor estilo de liderazgo posible: el que se expresa mediante las acciones sobre la pista. En ese sentido se asemeja a Tim Duncan, el único jugador que podemos considerar superior en su posición, aunque al alemán sí le gustaba hablar de vez en cuando. La huella que Nowitzki ha dejado con su profesionalidad y su manera de comportarse es inseparable de la impronta con la que ha firmado su excepcional carrera deportiva.

 

Nowitzki no es el mejor tirador de la historia de la NBA. Era poco atlético, sufrió lo indecible en defensa y en sus últimas temporadas desarrolló una alergia aguda a la pintura. Sus cifras reboteadoras no alcanzan el notable. Si nos lo proponemos, podríamos elaborar una extensa lista de defectos evidentes en su juego. Entonces, ¿por qué merece un lugar en la memoria colectiva de la liga? Por razones que van más allá de sus números (que fueron excelentes). Por haber precedido a la actual corriente de interiores-exteriores. Por un indefendible lanzamiento de media distancia que es uno de los movimientos más reconocibles de la historia. Por no haber sucumbido a las tentaciones de otros equipos y haber permanecido fiel a la ciudad en la que se labró un nombre. Por una mentalidad fiera y una ética de trabajo a la altura de los más grandes. Por un liderazgo que nunca hizo amago de esconderse. Por un talento incapaz de contener que se derramaba a chorros por sus poros. Y por dejar una impronta que ni el paso de los años será capaz de borrar.

 

Sobre el autor

 
Imagen de fedebuendia Fede Buendía@fedebuendiabPeriodista en continuo desarrollo y permanente formación. Que lo que nos regaló James Naismith lo extendamos hasta donde se pierda la vista.
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