Robert Swift es otro juguete roto de la NBA. Este jugador de 2.17 de estatura y nacido en 1985 en Bakersfield, California, cometió el tremendo error de querer dar el salto a la NBA directamente desde el Instituto (y pudo ser el culpable de que la NBA instaurase la regla del one and done, impidiendo que los jugadores pudieran dar el salto a profesionales directamente desde el high school). En el basket escolar había llamado poderosamente la atención de los scouters promediando nada menos que 18.8 puntos, 15.9 rebotes y 6.2 tapones por actuación en su año senior. Puso la guinda a su ciclo pre-universitario participando en el All American de 2004 junto con jugadores de la talle de Josh Smith, Dwight Howard, Shaun Livingston, Al Jefferson o Rajon Rondo

Elegido en la duodécima posición del draft de 2004 por los Seattle Supersonics, en su temporada rookie apenas pisó la cancha (72 minutos en 16 partidos), pero en su segunda campaña el coach Bob Hill le dio la alternativa, produciendo números decentes en 21 minutos de media por encuentro (6.4 puntos, 5.6 rebotes y 1.2 tapones). El pelirrojo jugador, que apenas había alcanzado la veintena, parecía abrirse camino en la jungla de la NBA. Pero fue entonces cuando su camino se torció, definitivamente. En un partido de pretemporada del otoño de 2006 sufriría la tan temida rotura del ligamento anterior en su rodilla izquierda, lo que le dejaría fuera de juego toda la temporada 2006-07.

A su regreso, todo había cambiado. Incluso su imagen. De aquel pelirrojo tímido con pelo rapado al que apodaban "Napoleon Dynamite" por su aspecto de friki Nerd, no quedaba ni rastro. Pelo largo, todo el cuerpo tatuado (nada que envidiar a Chris Andersen), una actitud muy distinta… pero también una rodilla destrozada. Tenía que comenzar de nuevo. Y sin su mentor Bob Hill en el banquillo, todo fue mucho más difícil para Robert. En dos temporadas con los Sonics primero y más tarde con la franquicia ya rebautizada como Oklahoma City Thunder únicamente disputaría 34 partidos. Además, sufriría otra grave lesión, en este caso la rotura del menisco de su rodlla derecha. Era un jugador marginal en la plantilla y acabaría pasando lo inevitable: los Thunder renunciaban a los derechos sobre Swift el 22 de diciembre de 2009. Su crédito en la NBA parecía haberse agotado a los 23 años.

A partir de ese momento, recaló en la D-League, concretamente en los Bakersfield Jam, la franquicia de su ciudad natal, pero tras unos pocos encuentros acabaría dejando el equipo por motivos personales. En 2010, el único coach que había confiado en Swift, Bob Hill, lo rescataría y lo llevaría de su mano en una exótica aventura; defender los colores de los Tokyo Apaches. Sería una especie de vuelta a las raíces, ya que su padre es de Okinawa. Allí estuvo aparentemente centrado, pero la competición japonesa se suspendió tras el tremendo terremoto que sufrió el país del sol naciente en marzo de 2011 y Swift volvió a Estados Unidos.

Tras su aventura nipona, perdimos la pista de Robert Swift, hasta que hace pocos días su nombre saltó a las primeras planas de los noticieros norteamericanos. A pesar de haberse embolsado más de 11 millones de dólares durante su breve carrera NBA, Swift estaba pasando por graves problemas económicos. Hasta tal extremo que por vía judicial se ha ejecutado el desahucio de su mansión en Seattle por impago de la hipoteca. Esta ejecución hipotecada estaba dictada desde el año pasado, pero solamente se ha ejecutado cuando una pareja compró la vivienda del jugador en una subasta, por una fracción de su valor real. Sin embargo, lo que los nuevos titulares de la viviendo se encontraron en su interior no fue precisamente idilico.

El jugador se atrincheró en su domicilio hasta que fue evacuado. El aspecto del interior del hogar de Swift era dantesco: basura, heces, colillas de cigarro, latas de cerveza y cajas de pizza apiladas en montones, armas y señales de disparos por toda la casa que dan testimonio de la bajada a los infiernos de un jugador con proyección cuyo camino se quebró traumáticamente. Todo esto mezclado con recuerdos del pasado como cartas de reclutamiento de Universidades de prestigio como Kansas, Duke y Washington, que, por desgracia desestimó. Su falta de madurez no permitió que pudiera encajar el golpe. ¿Estará a tiempo de enderezar su vida? Ojalá pueda hacerlo.